La Voz del Interior @lavozcomar: Ucrania: muchos conflictos en uno

Ucrania: muchos conflictos en uno

En la configuración del Estado contemporáneo, además de los elementos característicos que le dan base –población, territorio y poder–, aparecen otros tres ingredientes que explican su dinámica: el sustento (las políticas, agendas, acuerdos), las decisiones (los actos gubernamentales propiamente dichos) y las formas (los procedimientos, trámites o rutinas).

Todas deben asumir un cierto equilibrio, con base en contrapesos en los que influye la propia experiencia del Estado de que se trate. Si bien desde la ciencia política y desde la acción de gobierno insuflada por las democracias occidentales se procura defender un estándar global de “buen gobierno”, cierto es que las trayectorias históricas de cada comunidad nacional o plurinacional proyectada en un Estado en particular explican muchas de las características que este toma al echarse a andar y no hay que perderlas de vista para comprender su estabilidad (sin que ello implique renunciar a la idea de que leyes fundamentales establezcan reglas democráticas claras y suficientes).

Las expectativas o necesidades populares –las presiones, la opinión, las carencias– son indispensablemente consideradas en el campo de la agenda, que a su vez tiene diferentes proyecciones: las “politics” (o políticas de coyuntura) y las “policy” (las políticas públicas) de una parte; o la política interna (doméstica) y la externa (internacional), desde otro costado.

En tanto el territorio, al verse cruzado por estos tres elementos, aparece como otro galimatías. Los estados contemporáneos, en su proyección histórica, defienden sus espacios mientras justifican la incorporación de otros, alguna vez incluidos bajo su órbita soberana en alguna de sus formas estatales previas. O reclamándolos por una acción estratégica pura y dura, en especial en el mundo conocido hasta la Segunda Guerra Mundial.

Contemporáneamente, la diplomacia es la vía de negociación ordinaria. Las expectativas ciudadanas, otra vez, a veces estimuladas por atavismos y otras por acciones de campaña, inciden en la agenda y procuran influir las decisiones.

Pero entre la opinión pública en tanto “audiencia” y el acto de gobierno, debe mediar una estructura procedimental. En la fase de agenda, confluyen los hacedores de políticas públicas, pero también los que la construyen día a día, operadores oficialistas u opositores, junto a la ciudadanía. La órbita decisional se encuentra desdoblada (parlamentarismo) o unificada (presidencialismo, autocracias, monarquías no constitucionales).

En el medio de ambas, media un complejo procedimental que, según el peso de la agenda exterior (a mayor influencia global, mayor incidencia de aquella), incluirá también mecanismos establecidos por el orden de la posguerra, ya sea intergubernamentales (ONU, OEA, Otan, etcétera) o comunitarios (UE).

El caso Ucrania

Así vemos cómo esta compleja dinámica de seis partes en permanente revuelo se explicita en la escalada militar (operaciones especiales para unos, invasión lisa y llana para otros) que Rusia materializa en Ucrania, por estos días. Largamente anunciada, muestra claramente cómo todos estos elementos aparecen para llegar al crucial desenlace en curso.

Rusia es y ha sido una potencia inveterada. Zarista o comunista, fue un imperio hasta la implosión de la URSS, en 1991. Su territorio de 17 millones de kilómetros cuadrados llegó a 22,4 millones en épocas soviéticas.

A caballo entre dos continentes, no encontró la forma de hacerse completamente europea, en particular por su idiosincrasia imperial y por sus especiales maneras sociales, políticas y confesionales, contradictorias contra un modus operandi del Viejo Mundo que, aun en permanente y dramático conflicto interno, no sólo encontraba coincidencias en rechazar a los “cosacos” por el espanto, sino que halló razonable doblegarlos en los tramos más cruentos de la historia de la civilización contemporánea: lo intentaron la orgullosa Francia –Napoleón– y la siempre altanera Alemania –Hitler–, costando millones de muertos.

Caminando Moscú, se percibe en el ciudadano bajo-medio (que no reniega del capitalismo) cierta añoranza por un tiempo de gloria referido por padres o abuelos: como si el pasado comunista, cada vez más lejano en el tiempo, pudiera palparse en una memoria lejana pero viva, documentada en filmes, en monumentos, en símbolos. Chernóbil es uno de muchos.

Vladimir Putin es un hijo del desplome soviético y se construyó como líder abrevando en cierto eclecticismo. Conoce los códigos de la URSS –que aplica– y también aprovechó las bifurcaciones en aquel Estado constitucional tambaleante que nació con Boris Yeltsin. Poderoso desde lo público y lo privado, recurrió a la emblemática imagen del líder fuerte para construir una fortaleza política que hoy se cuestiona en cuanto a su calidad democrática.

Entre el anhelo público de una Rusia grande y las decisiones de Putin, los procedimientos de política interna y externa de Moscú parecen (o así se nos presentan) muy laxos. Como si entre el líder y los deseos de una parte importante de la población no hubiera equilibrios, frenos, contrapesos, instituciones constitucionales que funcionen.

Del otro costado, el mundo occidental, que con razón condena un acto de guerra en ciernes, se vio también influido por las corrientes. Muy mediada por procedimientos eternos y fútiles, la Otan o la UE siguen todavía sin acordar posturas frente a lo que probablemente fue un yerro geopolítico: pretender llevar los sistemas de “defensa” militares hasta las barbas de Rusia, sin considerar la zona de amortiguación que, con bastante más criterio que en la actualidad, Roosevelt, Stalin y Churchill negociaron en Yalta.

En tanto, los EE.UU., sin salir de su bien establecido marco de sustento y forma, y tomando en consideración que su pueblo no quiere otra guerra, confunden sin embargo política interna y externa, al punto que otra vez Donald Trump es visto como alguien que a su tiempo supo acotar el protocolo insípido occidental-europeo y evitar mayores conflictos con aquel lado del mundo aplicando diferentes estrategias.

¿Privarán las decisiones, las definiciones de política publica o las presiones de la audiencia? Mientras muchos jugadores aún no muestran sus cartas (China) o tratan de ordenar su tablero (EE.UU. y potencias occidentales no europeas), el teatro de operaciones no descansa: Rusia ataca; Europa sigue presa de su laberinto; Ucrania sufre. Y el mundo espera.

* Docentes de la Universidad Nacional de Córdoba

https://www.lavoz.com.ar/opinion/ucrania-muchos-conflictos-en-uno/


Compartilo en Twitter

Compartilo en WhatsApp

Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/ucrania-muchos-conflictos-en-uno/

Deja una respuesta