La Voz del Interior @lavozcomar: Sarmiento y la educación obligatoria

Sarmiento y la educación obligatoria

Días atrás, el diputado nacional Alberto “Bernie” Benegas Lynch manifestó que él no cree en la educación obligatoria. Me llamó la atención, porque pertenece al mismo espacio político que el presidente de la Nación, quien ha declarado en varias oportunidades su admiración por Domingo Faustino Sarmiento y por Julio Argentino Roca.

Conviene entonces retrotraerse a 1884, año en que la Nación argentina decidió asumir como política de Estado el establecimiento de la educación pública, gratuita y obligatoria, plasmada en la ley 1.420.

Acuerdos y desacuerdos

En los debates legislativos previos a la sanción de la ley, no aparecía como un punto fuerte de confrontación que la norma estableciera la educación común, gratuita y obligatoria.

En esos temas, también acordaban dos brillantes intelectuales católicos como Pedro Goyena y José Manuel Estrada. Lo que ellos cuestionaban, con el apoyo de toda la bancada opositora y con fuertes argumentos, era que en un país con el 99% de su población católica no se incorporaran clases de religión en las escuelas.

En el oficialismo de entonces, con el sustento teórico de los artículos de Sarmiento desde El Nacional y de Bartolomé Mitre desde La Nación, contraargumentaban que estaban dictando una ley para el país que estaban construyendo, al que convocaban a millones de inmigrantes de todo el mundo y de diferentes creencias, que se iban a formar como ciudadanos de una nación de cara al siglo 20, dejando atrás el pasado colonial.

Tan áspero fue el debate que sus diputados le informaron al presidente Roca que si se incluía la palabra “laica”, se corría el riesgo de que la ley no se votara. Sarmiento aconsejó entonces sacar esa palabra y simplemente que en su articulado no se estableciera la obligatoriedad de dictar clases de religión en las escuelas y facilitar los edificios escolares para que, fuera del horario de clases, los alumnos que lo quisieran pudieran tomar clases de religión.

Respecto de la obligatoriedad, todas las bancadas estaban de acuerdo, y Sarmiento nos da una pista en una extensa carta fechada años antes, el 11 de abril de 1870, dirigida al ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, quien le había consultado sobre el sistema educativo en la Argentina para copiarlo en su país.

Más allá de los mercados

Pensemos que en esa fecha Sarmiento era presidente de la Nación y se tomaba el tiempo para escribir sobre educación, su obsesión, en una carta que ocupa 18 páginas de sus Obras Completas. Le dice allí a su interlocutor: La educación es “… según Adam Smith, la única que no sigue la regla económica de la oferta y la demanda. Cuanta más ignorancia hay, menos demanda ha de haber de educación, y viceversa.”

Esta es la clave que nos da Sarmiento, que era un liberal. No se demanda lo que no se conoce. El analfabeto no demanda educación ni para él ni, por supuesto, para sus hijos. De ahí la necesidad de la obligatoriedad en la educación, porque obliga a un padre o a una madre, aun ignorantes o analfabetos, a respetar el derecho del menor a educarse, a formarse como ciudadano de una sociedad democrática y, cuando haya adquirido los conocimientos necesarios, decidir por sí sobre su propio futuro.

Quizá el diputado Benegas Lynch debería releer a Adam Smith en su integridad y comprender que una democracia liberal requiere de ciudadanos educados, conscientes de sus derechos y obligaciones, con una mirada sobre el bien común, y no un conjunto de individuos agrupados en un territorio aplicando la ley de la selva con la prevalencia del más fuerte y dejando al ignorante librado a su destino de no tener futuro.

* Exsecretario general de la UNC

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