La Voz del Interior @lavozcomar: El plan es la postergación

El plan es la postergación

A diferencia de anteriores versiones del peronismo, la actual –hegemonizada por el kirchnerismo– carece de un fuerte vínculo con la realidad. Parece haber perdido la capacidad de lectura de los datos que esta ofrece y también la aptitud de enderezar su política y su discurso a las evidencias de los hechos y al sendero que estos señalan de un modo indubitable.

Ahora está empeñado en dar una batalla simbólica para reforzar su discurso combativo y evitar pagar los costos políticos por hacer las rectificaciones dolorosas a las que siempre lleva la política populista.

Hay un plan

Estamos en el escenario preferido de Cristina Kirchner y el kirchnerismo: la abanderada de los pobres frente al despiadado ogro imperialista. La imagen que inyecta bríos setentistas a la intelectualidad de izquierda, aunque también al peronismo más clásico, siempre propenso al nacionalismo elemental y a desplazar las culpas hacia la maldad ajena.

El Gobierno tiene un plan, claro que sí. Consiste en ir dilatando las negociaciones, postergar los pagos, esquivar los ajustes, gambetear las correcciones, echar las culpas a la gestión anterior y, si se puede, pasar todos los problemas al próximo gobierno, que seguramente será de quienes hoy ejercen de oposición.

Esta dilación no es tarea fácil, ya que todavía faltan dos largos años para el final del mandato presidencial. Pero no es imposible.

Si consigue su objetivo, ya sabemos lo que ocurrirá: sobrevendrán todos los ajustes juntos y ellos serán atribuidos a la maldad neoliberal, con lo cual el peronismo (políticos, piqueteros, sindicatos, gobernadores) comenzará nuevamente a juntar fichas para suceder a ese gobierno enemigo del pueblo. Tal la cadencia de la política argentina.

Juntos contra el FMI

Mientras tanto, se convoca a gobernadores propios y ajenos para mostrar una imagen de unidad en la resistencia al FMI. Un país encolumnado detrás del Presidente oponiéndose a los designios perversos de los organismos internacionales.

Claro que en estos temas no abundan ni la inocencia ni las buenas intenciones. Toda foto podría ser utilizada para obtener alguna ventaja política, o bien, como ocurrió, para sembrar la discordia en la oposición.

La presencia de Gerardo Morales al frente de la UCR conlleva algunas complicaciones. Un gobernador en ejercicio tiene necesidades políticas y financieras vinculadas con su cargo que pueden presentar fricciones con su condición de presidente de partido.

Una provincia con recursos propios más bien modestos depende de la buena voluntad del Gobierno nacional, y por lo tanto su gobierno siempre estará propenso a cultivar una buena relación con el poder central.

En cambio, el dirigente partidario de uno de los principales partidos de la oposición necesita contar con una gama de colores más diversificada en su paleta política. Si ambos cargos coinciden, es muy probable que las exigencias de la función pública primen sobre la tarea del dirigente político y le impongan criterios no siempre apropiados para ejercer el rol de opositor.

Como fuere, y sin perder de vista el papel que juega cierta rusticidad comunicacional en el gobernador jujeño, Morales suscribió en esencia la visión kirchnerista acerca de la naturaleza de la deuda con el FMI y las dificultades para llegar a un arreglo: se trata de un crédito contraído por el gobierno anterior y, por lo tanto, la oposición tiene una importante cuota de responsabilidad por la cual responder. Cristina Kirchner sonríe, satisfecha.

Sin arreglo

Si el Gobierno decide retomar el camino combativo e ilusoriamente épico del default y rechaza un acuerdo con el FMI, los escenarios que se avecinan no serán gratos para el país.

La idea de no pagar y “vivir con lo nuestro” es un espejismo que lleva al aislamiento y al desastre. Además, ese camino de destrucción productiva y empobrecimiento sólo puede ser transitado por gobiernos que cuentan con el blindaje político de tener a las Fuerzas Armadas en el poder, como son los casos de Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Mientras exista la posibilidad de renovar los gobiernos mediante elecciones, siempre podrá regresarse al carril civilizado de la razonabilidad. En la práctica, las postergaciones sólo buscan pasar este duro tema al gobierno que vendrá para luego poder señalarlo como el responsable de todos los males.

Las negociaciones con el principal acreedor son también un punto de quiebre en la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La expresidenta sabe que las correcciones que son imprescindibles golpearán duramente a la economía, y entonces se resiste con uñas y dientes a hacerlas. Si el ajuste llega impuesto por los hechos, siempre se podrá echar las culpas a la pandemia, a los poderes concentrados o a una conspiración neoliberal.

Puesto a elegir entre sostener la coherencia de su discurso populista y tomar el toro por las astas y reencauzar la economía, Alberto Fernández se muestra inclinado a la colisión.

Claro que siempre hay tiempo para rectificar en dirección a la sensatez.

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