La Voz del Interior @lavozcomar: Crítico panorama de comedores y de merenderos de Córdoba: no consiguen donaciones y se multiplica la demanda de alimentos

Crítico panorama de comedores y de merenderos de Córdoba: no consiguen donaciones y se multiplica la demanda de alimentos

Es mediodía y no para de crecer la fila de familias que asisten con todo tipo recipientes para buscar porciones de polenta con salsa en el comedor y merendero Una sonrisa alegra el corazón, en Villa Los 40 Guasos, de Córdoba capital.

El espacio precario, construido con el esfuerzo de los vecinos desde hace tres años, lo sostienen mujeres a las que tampoco les sobra nada, pero que son capaces de sacar de sus propios bolsillos e incluso quedarse sin sus raciones de comida para darles a quienes más lo necesitan.

Los martes preparan el menú, que cocinan con leña rescatada del mismo barrio. Lo que se prepare depende de los alimentos que se logren comprar. La semana pasada, el número de porciones ascendía a 120.

La lista puede seguir, pero la cierran ahí porque la comida no alcanza para todos. La mayoría de los beneficiarios son mamás con hijos pequeños y adultos mayores. Para muchos,s es el único plato del día y el resto del tiempo aguantan con mate cocido.

El comedor recibe ayuda del Estado nacional por medio de la Tarjeta Alimentar, desde que activó el esquema de reparto sin intermediarios, pero no llegan a cubrir el mes. Entonces, recurren a las donaciones o a sus propias alacenas.

Natalia Amaya, una de las impulsoras del espacio, contó que la situación es muy difícil y que se las ingenian para que nadie se quede sin la ración. “No alcanza para cocinar todos los días. Este año es el peor. No tenemos insumos para las próximas semanas y por eso necesitamos ayuda con alimentos”, expresó.

Incluso relató que en el barrio muchos se quedaron sin trabajo o sin “las changas” que hacían como jardineros o pintores. Cuenta que desde el comedor se les da “aunque sea yerba para el mate cocido de los chicos”.

“Acá hay muchas necesidades, pero el alimento es el más escaso. Es muy triste no tener para darles”, sostuvo.

Panorama crítico

La situación que vive Una sonrisa alegra el corazón es similar a la de otros comedores y merenderos de Córdoba consultados por La Voz: sufren la escasez de alimentos, hacen malabares para conseguir donaciones y estiran “como chicle” el dinero que reciben como ayuda, mientras crece sin pausa la demanda de alimentos.

La falta de los aportes solidarios que recibían años atrás fue perdiendo regularidad debido a la crisis económica y la inflación que afecta a las empresas y a los salarios.

Muchos de estos centros de ayuda comunitaria pertenecen a familias que los sostienen con dinero de sus propios “bolsillos” y sólo algunos de ellos reciben ayuda del Estado. Algunos cerraron, otros funcionan menos días y a otros los sostienen como pueden, sin regularidad.

Por lo general, aguantan para al menos ser un espacio de contención para las personas que están sufriendo hambre, sobre todo adultos mayores y familias que no llegan a fin de mes.

El municipio de Córdoba les brinda ayuda económica con la Tarjeta Activa y hasta la fecha ya entregó $ 400 mil con esta modalidad. Hay registrados 2.607 comedores y merenderos, y otros seis cerraron sus puertas.

Estos comedores entregan entre 80 y 100 raciones diarias. Incluso algunos superan ese número y llegan a 200.

El secretario de Políticas Públicas y Desarrollo Humano municipal, Raúl La Cava, dijo a La Voz que estos espacios cumplen un rol estratégico en el abordaje territorial y son los primeros lugares donde recurren las familias ante situaciones críticas.

“Venimos trabajando con ellos y otras instituciones barriales desde la gestión anterior, y frente a este contexto de crisis económica siguen trabajando codo a codo con el municipio”, reveló.

Y destacó que en este contexto hay un fenómeno que toma más relevancia: “Muchos merenderos se reconvierten en comedores nocturnos frente a la necesidad de las personas”.

Se necesitan donantes

María Cozzi, directora ejecutiva de la Fundación Banco de Alimentos de Córdoba, que desde hace 20 años rescata alimentos aptos para el consumo, dijo que asisten a 560 merenderos y comedores comunitarios de Córdoba, y tienen en lista de espera a otros 300, por lo que es vital sumar donantes para multiplicar la ayuda.

Sostuvo que las donaciones aumentarían si más industrias y empresas se suscriben a la ley de donación de alimentos (Donal), vigente desde 2018, una norma que las deslinda de responsabilidades una vez que el alimento está en el banco. “Necesitamos más donantes de alimentos para sumarles valor nutricional a los comedores”, subrayó.

La Fundación ya recuperó 140 mil kilos de alimentos, entre ellos, cebollas de Mendoza, zanahorias de Sierra de los Padres, Buenos Aires, y 30 toneladas de garbanzo de Córdoba que se distribuyen a nivel nacional. “Enviamos garbanzos a ocho bancos de Argentina. Nos enfocamos en los sectores productivos para rescatar más granos”, afirmó.

En épocas de crisis la ayuda se multiplica, pero no alcanza.  (Foto: Nicolás Bravo / La Voz)

Cozzi resaltó que, a pesar del trabajo que realizan con la Municipalidad, a muchos comedores les está costando sostenerse: “Los fondos de la Tarjeta Alimentar son insuficientes. Necesitan ayuda social y asignación de recursos para tener calidad alimentaria”.

Y aseveró que la necesidad alimentaria no disminuyó; por el contrario, aumentó. Cuando no hay acceso a los alimentos –manifestó–, el comedor es el espacio de contención sobre todo para los niños y para los adultos mayores que no consumen cuatro comidas diarias.

También, Emanuel Berardo, responsable de Polo Obrero, contó que la organización asistía a 120 comedores y copas de leche que eran financiados por el Estado. Estos pasaron a manos de personas físicas, pero hace cinco meses que están cerrados porque no tienen asistencia.

“Se reinscribieron en el padrón, pero no tuvieron respuestas”, dijo. Ahora, quedan 15 comedores que son asistidos por el municipio y 20 copas de leche con recursos de la Provincia, y otros cinco espacios que financian los sindicatos.

“Las ollas populares funcionan cada dos o tres días con los recursos de los compañeros. La situación es muy crítica porque no hay trabajo y la ayuda es cada vez menor”, aseguró.

Menos trabajo y más demanda de alimentos

Este año, la crisis atravesó a familias enteras, y los referentes sociales destacan que cada vez son más los adultos mayores que solicitan un plato de comida. La situación se agrava aún más por la falta de trabajo registrado e incluso de empleos informales.

Además, la demanda con asistencia alimentaria aumenta con los niños que almuerzan en los comedores escolares Paicor, pero el resto del día o durante el fin de semana no tienen para comer.

Una abuela que asiste con sus nietos al comedor Una sonrisa alegra el corazón relató que en su casa son cinco y la comida no alcanza. “Elegimos comer a la mañana o a la noche”, reveló.

Cintia Bazán, del comedor Mis Niños del Chaparral, de barrio Güemes, ayuda a 80 personas con almuerzo, merienda y cena. Cree que la situación está cada vez peor. “Se sumaron 17 chicos más que asisten al Paicor, pero no comen los fines de semana”, expuso.

Los comedores también contienen a los adultos mayores. (Foto: Nicolás Bravo / La Voz)

Además, desde el comedor ayuda a personas de los barrios Hogar III y Villa Angelelli. Y remarcó que no está recibiendo donaciones de alimentos y por eso se hace cargo de las compras.

“Es desesperante ver a personas mayores pidiendo comida y también a embarazadas. Trato de que les alcance a todos. Somos personas trabajadoras. Mi hijo junta chatarras para vivir y él también me ayuda”, subrayó.

Y manifestó que para ella es muy duro tener que rogar por donaciones. Golpea puertas, pero no obtiene ayuda. “Me siento como hace 10 años, entonces recién empezábamos y no teníamos nada”, agregó.

El mismo panorama atraviesa Daniel Monje, referente del comedor Los angelitos guardianes, de barrio Los Filtros, quien ayuda desde ese espacio a 40 familias, tanto con comida como con ropa y mercadería, pero le cuesta muchísimo conseguir los alimentos. “No tenemos donaciones, cocinamos lo que conseguimos”, narró.

Y apuntó que la falta de trabajo complica aún más la situación.

La falta de trabajo complica aún más la situación de las familias más vulnerables. (Foto: Nicolás Bravo / La Voz)

También Dayana Espíndola, del comedor Dulces Sonrisas, de barrio Parque Las Rosas, quien ayuda a 168 personas con raciones de comida y meriendas, afirmó que quedan afuera diariamente unas 30 familias. Y no reciben donaciones, sino que hacen todo “a pulmón”, con aportes de sus “bolsillos”.

“El Polo Obrero nos dona verdura, fideos, puré de tomate y pollo. Repartimos las porciones y merienda a niños y a adultos mayores. Hay personas que quedan afuera porque no alcanza para todos”, relató.

Y agregó que sostener el espacio se les hace “cuesta arriba”.

Seguir a pesar de todo

Laura Carrazana, del merendero El maná de Dios, de barrio Asentamiento Renault, contó que además de la merienda, dona calzado, ropa y mercadería. En este espacio asisten 45 adultos y 80 niños.

Carrazana coincide en que hay cada vez más personas pidiendo alimentos y celebra que “por suerte” aún tiene donantes. “La ayuda es para quienes realmente necesitan. No anoto a más porque no tengo los recursos para asistirlos”, dijo.

Por su parte, Omar Casas Estornati, a cargo de la Fundación Huellas y referente de la zona Centro de Cáritas –espacios que brindan el desayuno a personas en situación de calle y los comedores que ofrecen comidas diarias– aseguró que trabajan en red junto con otras siete organizaciones con ayuda provincial y municipal.

El merendero “El maná de Dios”, de barrio Asentamiento Renault, asiste 45 adultos y 80 niños. (Foto: Facundo Luque / La Voz)

“Tratamos de contener a las personas en situación de calle o con vulnerabilidad social para que no les falte ni el desayuno ni el almuerzo”, remarcó.

La red de contención viene trabajando desde hace varios años en equipo –señaló–, ofreciendo alimentos, hospedaje y refugios que pertenecen a la Iglesia. “Se está haciendo un gran trabajo. Pudimos seguir adelante sin abandonar ni cerrar nada”, destacó.

Aunque en el último tiempo –contó–, hay al menos 120 personas provenientes de Rosario y de Buenos Aires que asisten al desayunador cerca de la Terminal, que obligan a multiplicar esfuerzos.

Situaciones difíciles

El matrimonio de Edith Vaca y Carlos Ortega, quienes desde 2017 están a cargo del comedor Esperanza de barrio Villa Ávalos, contaron que no les alcanza para cocinar. Los referentes de este espacio que brinda la cena a 183 familias no consiguen donaciones y piden ayuda para no cerrar.

“Subsistimos con la venta de cartones. La situación está muy dura. Antes era más fácil porque había menos comedores y menos personas que alimentar, y ahora se suman cada vez más porque no hay trabajo”, remarcó Edith.

Los dos recorren las calles del barrio con un carro tirado por una moto. Dejan notas, casa por casa, para pedirles a las personas que donen. A veces cambian trabajo por alimentos.

“La necesidad es muy grande y está muy difícil conseguir alimentos. También necesitamos ropa porque los chicos están desabrigados”, dijo Ediht.

Y añadió: “Queremos que nos ayuden a conseguir alimentos o que nos den trabajo”.

Una realidad similar es la que le tocó pasar a Federico Figueroa, de la Fundación Darte Argentina, de barrio Los Bulevares, quien dejó de ayudar a los comedores barriales.

“Hicimos trámites en Provincia, pero nos dejaron de enviar los recursos. Lo último que hicimos fue la cena Bajo las Estrellas, en diciembre pasado. No podemos seguir sosteniendo porque el sueldo no alcanza”, dijo.

Con resignación, advirtió que el grado de incertidumbre social es tal que les impide determinar qué hacer. “Cada día es más duro, y me duele porque las personas me piden y no los puedo ayudar”, expuso.

La situación cambiaría si recibiera donaciones –destacó– para hacer ollas populares, pero sostuvo que la situación es muy adversa.

Programas

La Secretaría de Políticas Públicas y Desarrollo Humano municipal informó que acompaña a los espacios con diferentes programas y políticas públicas, como el programa Infancias Primero.

Este programa busca fortalecer los espacios comunitarios, que cumplen un rol fundamental en los territorios que están instalados, y trabaja con diferentes instituciones barriales vinculadas tanto a las infancias como a la adolescencia, a las personas mayores, entre otros.

También brinda capacitaciones y talleres de promoción de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes; alimentación y manipulación de alimentos, grooming, promoción de la lectura, entre otras actividades.

Además, con el programa Aprendo, acompaña a referentes de estos espacios para que terminen sus estudios primarios y secundarios.

Más allá de la ayuda alimentaria

El centro cultural y social La Quadra, ubicado en barrio Güemes, propuso una alternativa beneficiosa para abastecer a los comedores. Se trata del armado de una red de huertas comunitarias donde las personas pueden aprender a sembrar y a cosechar verduras, plantas aromáticas, entre otros cultivos, para luego usarlos en los diferentes espacios solidarios.

Aaron Nacer, integrante del centro, contó que la primera huerta la armaron en Villa Los Galpones. Sembraron y esperan que la cosecha esté lista en dos meses. Al espacio también le sumarán un gallinero.

Armado de huertas comunitarias en Villa Los Galpones como una forma de contener a las personas de barrios vulnerables. 
(Foto: Pedro Castillo / La Voz)

“Contamos con la ayuda del Ente BioCórdoba para generar alimentos de calidad. Somos una red de 30 comedores que armamos un depósito de alimentos, y ahora vamos por las huertas y los gallineros. Las personas ya están capacitándose para llevar adelante el proyecto comunitario”, explicó.

Nacer destacó que este proyecto es una oportunidad en medio de tanta desolación y plantea un cambio para que desde el Estado se deje de asistir con bolsones alimentarios; y en vez de ello, propone enseñarles a las personas a producir los alimentos que van a consumir.

“No queremos quedarnos con el panorama crítico (repartían 300 raciones y ahora pasaron a 1.500), sino continuar como se pueda”, argumentó.

Además, dijo que el intercambio que tienen con la red de comedores es muy importante, sobre todo a la hora de comprar los alimentos. “Están muy caros y por eso proyectamos hacer compras por cantidad y solucionar el tema del desabastecimiento”, expresó.

Las  huertas comunitarias donde las personas pueden aprender a sembrar y a cosechar verduras y plantas aromáticas. (Foto: Pedro Castillo / La Voz)

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