La Nación Economía: El respeto a la historia

El respeto a la historia

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El Fuerte Argentino, o “Protectora Argentina”, como se lo conoció, erigido en 1828 por el coronel Ramón Estomba, dio origen a la actual ciudad de Bahía Blanca.

Con 2000 hombres, el cacique trasandino Calfucurá cargó contra aquella fortificación el 19 de mayo de 1859, como ya había hecho en Azul y Tapalqué. Estos hechos sangrientos son hoy mirados por muchos con un solo ojo, apartados del contexto social y político de entonces. Fue la Campaña del Desierto la que favoreció la instalación de la población bahiense, su desarrollo y transformación.

Está visto que volverse políticamente correcto puede conducir a negar la verdad histórica para pretender reformularla conforme a las nuevas tendencias. Una reciente ordenanza de la Municipalidad de Bahía Blanca convocó a sus habitantes a proponer nombres para sustituir el del Parque Campaña del Desierto, el más grande de la ciudad. Más de 74 hectáreas serán reforestadas con plantas nativas, refugio invaluable para fauna silvestre del pastizal pampeano. Pero, según entendieron las autoridades, además de remozarlo, había también que cambiarle el nombre por uno que no hiciera referencia a “hechos violentos” o que pudieran encerrar una carga ofensiva hacia los pueblos originarios.

Ignoran, seguramente, y sería bueno que pudieran reconocer que, en tiempos de la Conquista del Desierto, a pedido del general Roca, a la sazón ministro de Guerra, Bonifacio Lastra, ministro de Instrucción Pública, organizó el acompañamiento de una destacada comisión científica. El botánico Pablo Günther Lorentz, el ayudante de botánica Gustavo Niederlein, el zoólogo y geólogo Adolfo Döring y el preparador de zoología Federico Schulz, todos nacidos en Alemania y emigrados a la Argentina por invitación de Karl Burmeister, discípulo de Humboldt, se ocuparon precisamente de identificar nuevas especies en los territorios, en otro valioso aporte del que han dado cuenta varios libros.

Hoy, en tiempos de redes sociales, como en otras oportunidades, el gobierno municipal optó por convocar a un concurso para rebautizar el referido espacio a través del sitio Participá Bahía. Las condiciones excluían nombres de personas vivas o fallecidas hace menos de 10 años, funcionarios de gobiernos de facto así como denominaciones discriminatorias o con connotaciones políticas, religiosas o sectoriales.

Con no poca sorpresa, al cierre de la votación los promotores de la iniciativa descubrieron que el nombre más votado fue precisamente el de Julio Argentino Roca –por encima de los de Raúl Alfonsín, César Milstein o incluso René Favaloro– seguido por la voluntad de conservar el actual nombre de Campaña del Desierto, un claro homenaje de los propios bahienses a la historia.

El jurado, integrado por dos funcionarios de JxC y uno del FdT debía elegir al ganador entre los nombres más propuestos pero algunos manifestaron, tardíamente, su disconformidad con que los resultados surgieran de una compulsa en las redes sociales. Se resolvió así que el proyecto volviera al Concejo Deliberante para su revisión.

Con preocupante arbitrariedad, como los resultados no fueron los esperados se entendió que convenía revisar la metodología. Poco importó el mayoritario parecer de quienes habían sido expresamente invitados a participar, menos aun que fueran quienes conceden su representatividad a los funcionarios.

Como reiteradamente expresamos desde estas columnas, la voluntad política del administrador de turno no debe imponerse para rebautizar monumentos, edificios o espacios públicos. Si alguien tiene el buen tino de invitar a participar a la ciudadanía, no debe hacerlo solo en su afán por validar la propia decisión. La voluntad popular y la historia son difíciles de torcer, pero pocos parecen entenderlo.

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