La Voz del Interior @lavozcomar: Un laberinto de libros: Paco Porrúa y la odisea de la editorial Minotauro

Un laberinto de libros: Paco Porrúa y la odisea de la editorial Minotauro

Martín Felipe Castagnet (La Plata, 1986) es doctor en Letras y docente en la Universidad Nacional de La Plata. Es editor, ejerce la traducción literaria y publicó las novelas Los cuerpos del verano (2016) y Los mantras modernos (2017), ambas traducidas al inglés. Minotauro: una odisea de Paco Porrúa (editorial Tren en Movimiento) es la reescritura de su tesis de doctorado, que resulta en una fascinante aventura literaria sobre Francisco “Paco” Porrúa, legendario traductor y editor hispanoargentino que, inspirado por Ray Bradbury, fundó la editorial que difundió como ninguna la ciencia ficción y la fantasía a ambos lados del Atlántico.

El tiempo le dará el lugar que corresponde al libro de Castagnet: el de una obra fundamental entre los muchos estudios sobre edición –fenómeno que vale la pena destacar y celebrar– que se han publicado recientemente.

–¿Por qué elegiste como tema de tesis la figura de Paco Porrúa y cómo llegó a convertirse en libro?

–Paco Porrúa es un gigante de nuestras letras, y de la literatura universal, pero estaba escindido el editor de Sudamericana del de Minotauro, y uno de mis primeros objetivos fue intentar dilucidar cómo se mezclaban o separaban esos roles. La respuesta, por supuesto, rondó el “Es más complejo”, y logré terminar la investigación como tal cuando logré esbozar una hipótesis de Porrúa como lector, recién al final del proceso de escritura. Pero de la tesis al libro pasó mucho tiempo. Siempre supe que quería editarla con Tren en Movimiento, porque estudiando editoriales aprendí a respetar el concepto de catálogo. Uno quiere compartir espacio con quienes admira. Aun así, el libro no se puso en marcha como tal hasta que Matías Raia (conocido en las redes y en otros antros como Golosina Caníbal, un especialista en literatura olvidada) se sumó a la editorial y se hizo cargo de este proyecto, que yo solo no conseguía ordenar. Es la justicia poética de un libro sobre un gran editor.

–La época en la que despunta Minotauro era de una ebullición editorial tremenda en el país, que Porrúa mismo, de alguna manera, propició. Pienso en otros editores como Jacobo Muchnick, Jorge Álvarez o Daniel Divinsky, que con sus respectivos sellos abrieron caminos. ¿Se ha repetido un panorama como ese en la Argentina?

–Esa Argentina de los años ‘60, que es una continuación por otros medios de las generaciones de los años ‘40 y ‘50, es difícil que se replique porque la industria editorial no tiene el volumen que tenía entonces. Los editores talentosos siguen existiendo, pero sufren más y cobran menos.

–Marcelo Cohen definió a Minotauro como “una editorial rara”. ¿Por qué crees que escribió eso?

–Cohen fue un gran amigo y colaborador de Porrúa, y veía a Minotauro tal como era: una imposibilidad. Quizás ahí es donde se explica mejor el nombre de la editorial, la unión de opuestos que conforman una criatura mítica sobre la base de esa convivencia. Minotauro no se establecía como una editorial “dura” en tanto a las convenciones de género, pero a la vez, sin duda, era de género. Porrúa siempre caminó por la cuerda floja como un equilibrista, y la pértiga que le hacía mantener el equilibrio era el gusto por la exploración de nuevos mundos, tanto en lo temático como en lo formal.

–Porrúa mantuvo correspondencia con figuras clave de la literatura mundial de la segunda mitad del siglo 20 como Ray Bradbury, J.G. Ballard o Gabriel García Márquez (incluís copias de sus cartas en tu libro). ¿Qué podés comentar sobre este aspecto?

–Cuando entrevisté a Porrúa en su piso en Barcelona, me mencionó las cartas y quise rogarle que las buscara en ese mismo momento, pero a sus 90 años tenía problemas de movilidad y, por suerte, no fui tan desconsiderado. Pensé que había perdido para siempre la oportunidad única de verlas; y sin embargo, la investigación se fue abriendo paso: Ana Porrúa me llevó a su papá, Jesús (hermano de Paco y cofundador de la editorial), que a su vez me puso en contacto con sus sobrinos. Uno de los hijos de Paco, Sebastián, me escribió y me dijo: “Tengo algunas de esas cartas, pero la verdad es que son básicamente sobre cuestiones prácticas, contratos y demás”. Para mí no podía haber un tesoro mejor, y dos días después me empezaron a llegar las cartas escaneadas. Esto fue en junio de 2016, y fue cuando sentí que la tesis había encontrado lo que le faltaba para poder comunicar realmente lo que había sido el oficio como editor de Paco.

–Le dedicás una buena cantidad de páginas a analizar las traducciones y los diseños de los libros publicados en Minotauro. Ambas son tareas relacionadas con la literatura y normalmente invisibilizadas. ¿Qué podés comentar al respecto?

–El centro de la disciplina que investiga la historia del libro y la edición consiste en visibilizar aquello que la idea misma de literatura y autor oculta, que es el trabajo de un montón de personas y la conjunción de un montón de materiales. Traducción y diseño son emblemas de este trabajo invisibilizado, pero a la vez fueron baluartes de Minotauro, entonces me pareció natural dedicar un capítulo a cada uno. Queda un trabajo pendiente, y es el de analizar las traducciones frase por frase, que es un trabajo que desde traductología está cobrando valor día a día. Ninguna investigación es definitiva, ya vendrán otros libros o quizás otros investigadores.

–Porrúa publicó libros de autores argentinos (Alberto Vanasco, Eduardo Goligorsky, Angélica Gorodischer, por ejemplo) como una apuesta a equilibrar la ratio de autores extranjeros. En una nota anunciaba que Baldomero Fernández Moreno y Bernardo Kordon publicarían en la editorial, presumiblemente obras de ciencia ficción. ¿Se sabe en qué quedó esto? Son dos autores que no asociaríamos con facilidad al género…

–Mi idea es clara: cuanto menos asociamos a un autor al género, más puede acercarse a la idea fronteriza, casi experimental, que tenía Porrúa del género; por eso descubrió tantos maestros. Pero son solo suposiciones. Hay muchos documentos a los que accedí luego de la muerte de Porrúa; lo cierto es que pude entrevistarlo cuando recién comenzaba la investigación, y solo pude acelerar luego de su muerte. Por esa razón me perdí la oportunidad de preguntarle cuestiones más precisas, como esos autores mencionados en artículos periodísticos de la época y que luego no se materializaron. También ocurrió algo que con el tiempo supe apreciar: Porrúa, más que ser entrevistado, quería conversar de igual a igual. Escucho la grabación de nuestro encuentro y cada dos preguntas mías hay una suya; a la hora de transcribir, tuve que dejar afuera mis propias respuestas, como si él me hubiera entrevistado a mí.

–¿Qué opinás de la actualidad de Minotauro? Recientemente salieron algunas republicaciones de clásicos “esenciales”, pero, al parecer, han usado las mismas traducciones de Porrúa…

–Planeta no tenía forma de mantener el estilo (es decir, las búsquedas) de Porrúa, así que lo que hicieron fue por un lado congelar el catálogo, republicando y terminando de publicar lo que faltaba de aquellos ya considerados “grandes” de la ciencia ficción. Por otro lado, transformaron la editorial en la casa principal de la ciencia ficción y fantasía españolas, lo cual es muy valioso en términos de bibliodiversidad, pero por supuesto no es lo que Porrúa buscaba, en parte porque la mayor parte de las obras publicadas hoy en día, en mi opinión, reafirman los géneros sobre los que parten y no los ponen en crisis, como hacían los autores de Paco. Entre los libros de Minotauro Planeta, habrá muchos hombres y algunos toros, pero no parece haber minotauros.

Minotauro: una odisea de Paco Porrúa, libro de Martín Felipe Castagnet)

  • Minotauro: una odisea de Paco Porrúa. De Martín Felipe Castagnet. Editorial Tren en Movimiento (colección Sentidos del libro). 2023. 352 páginas.

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