La Voz del Interior @lavozcomar: Tiempos de turbulencias e incertidumbres

Tiempos de turbulencias e incertidumbres

El rasgo esencial de la sociedad argentina de estos días es la precariedad. Y esto desborda lo puramente económico, donde esa característica es más palpable y notoria.

Quizá desde el comienzo mismo, el gobierno de Alberto Fernández vive el día a día. Nadie podrá decir que ha sido engañado: tempranamente, el Presidente nos advirtió que no cree en los planes. Actúa con la lógica del operador político, que ha sido su actividad de toda la vida. Va atando acuerdos cotidianos, yendo y viniendo con unos y otros. Puro presente.

De tal modo, todo es provisorio, circunstancial, espasmódico, errático. Una de las razones que explican este panorama de improvisaciones es la dispersión del poder. Alberto Fernández tiene la lapicera; es cierto. Él ha sido elegido presidente en comicios inobjetables. Pero sería osado afirmar que ejerce el poder. Siempre supimos que es Cristina Kirchner quien maneja los hilos decisivos detrás del trono. Ella es la dueña de los votos y ella es la conducción a la que se ha sometido mansamente el peronismo desde 2010, cuando murió su esposo, Néstor Kirchner.

La incapacidad para salir de la creciente crisis económica determinó la irrupción de Sergio Massa. Las altas expectativas que rodearon su desembarco se han ido diluyendo a lo largo de los meses, al ritmo de la inflación y de los cimbronazos cambiarios. Pero ahora parece haber encontrado una solución ingeniosa: apretar a los empresarios con la ayuda de los piqueteros.

Un presidente ausente

Por su parte, el Presidente no es tenido en cuenta para nada por el peronismo. Deambula por los pasillos de la Casa Rosada, sin rumbo, mientras sueña con que Robert De Niro se anime a protagonizar una película sobre su vida. Su mayor ambición, sin embargo, es más modesta. Consiste en finalizar su mandato sin que las tensiones acumuladas a lo largo de estos años le exploten en la cara.

La vicepresidenta no está satisfecha con los resultados de la gestión que ella misma pergeñó. Sus reproches abarcan dos terrenos. Uno, esencial: el Presidente no pudo aliviarla de las causas judiciales que la fastidian y que, nutridas de sólidas pruebas, le traerán nuevas malas noticias en el futuro.

El otro gran reclamo de Cristina Kirchner hacia el Presidente es la política económica. Ella pretende distanciarse de los resultados de la gestión, obviamente. Como se sabe, el Gobierno nacional nunca es responsable de nada. Las causas de los padecimientos económicos están siempre afuera: los poderes concentrados, los imperios, los malos empresarios, la gestión Macri, el Fondo Monetario, la pandemia, la invasión de Rusia a Ucrania, la sequía.

Pero, además –lo enfatizó en su discurso del jueves– la vicepresidenta reclama que se hayan obedecido las indicaciones del Fondo Monetario Internacional, que –como es natural– son restrictivas, aunque de manera muy tibia. Cristina ratificó su convicción acerca de que la inflación no está vinculada con el excesivo gasto público ni con su monetización. Es decir, según su pensamiento el Estado puede gastar y emitir libremente sin consecuencias. Es el terraplanismo aplicado a la economía, pero es también una forma de eludir las soluciones y de confesar impotencia ante las adversidades que presenta la realidad.

Ajuste suave

Un año como este, en el que se juega el poder, no es excesivamente propicio para realizar ajustes, aun livianos. El peronismo (incluso el de Córdoba) está acostumbrado a distribuir dinero cuando hay elecciones. Es su marca de fábrica. Nuevos planes, bienes gratuitos, beneficios distribuidos más o menos al voleo… Todo vale para captar votos y permanecer en el poder. Pero esta vez no le está siendo sencillo. Les toca padecer a ellos mismos las consecuencias de sus propias políticas. Aunque el Fondo Monetario no les exige demasiado, sino que les permite una franca laxitud, que beneficia al Gobierno en su intención más macabra: pasarle todos los problemas al que lo suceda.

Está claro que si no ha habido estallidos sociales violentos, se debe a que los protagonistas de esas acciones están controlados por el peronismo: sindicatos, las llamadas organizaciones sociales, militantes de la clase media urbana. El próximo gobierno no contará con esa ventaja.

Como sea, avanzamos hacia comicios de resultado incierto. Todo hace pensar que la principal oposición no ofrecerá mayores sorpresas. Entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta se dirimirá la candidatura más expectable. Es el peronismo el que tiene las mayores dificultades para determinar a sus candidatos. La palabra de Cristina Kirchner es la que decide. ¿Se animará a secundar a Massa, repitiendo la estrategia de 2019? ¿O esta vez piensa que no puede ganar y se mantendrá al margen, para no quedar pegada a una derrota que la sepultaría?

En su discurso del jueves, destinó largos párrafos a Javier Milei. ¿Eso significa que se ha resignado a luchar por el segundo puesto y no por el premio mayor? Está a la vista que el peronismo tiene severas dificultades para decidir sus candidaturas. Y no es seguro que Robert De Niro acepte semejante responsabilidad.

Hemos entrado en horas de definiciones. Pronto se develarán todas las incógnitas electorales.

* Analista político

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