La Voz del Interior @lavozcomar: No me obliguen a dejar mi país

No me obliguen a dejar mi país

Nací acá, en este país. También mis padres y mis abuelos.

A medida que crecía y la familia se ampliaba, llegué a entender el dolor escondido en las generaciones anteriores: habían sido obligadas a abandonar su hogar.

Hoy, con 18 años, no quiero repetir esa historia.

Pero lo cierto es que cada vez me resulta más difícil vivir acá. Asustarme con cada moto, esconder el teléfono en la calle o salir a divertirme y saber que mis papás rezan por que vuelva entero.

Este es mi lugar, aquí me conocen, me saludan y me gustaría que aquí crecieran mis hijos (si los tengo).

Sin embargo, a veces me siento expulsado por algunos dirigentes que dicen defender nuestros derechos pero son los únicos que mejoran. Por sindicalistas millonarios, jueces lentos y líderes que defraudan.

Escucho que hay sitios más seguros, con más oportunidades; yo me niego a ser uno más de quienes tienen que adaptarse a un “lugar mejor”. Mejor es mi casa, mi barrio, el club, el equipo de básquet y todos los vecinos que ayudan.

¿Qué cómo soy? ¡Como cualquiera de mi edad! Quizá algo ingenuo. Respeto a los mayores y ando siempre a la pesca de consejos. Por eso, apenas terminé el secundario empecé a pensar qué quiero hacer; o qué quiero ser. O sea, soy normal.

Y no me quiero ir. No podría perder ni un amigo, postergar los sueños ni sentir que mi familia se separa.

Veo cómo trabajan mis papás cada día más, y sólo para pagar las cuentas. ¿Ese es mi futuro? ¿Con suerte conseguir un trabajo, deslomarme para devolver en impuestos y tarifas que pagan una deuda externa?

Ese es el dilema. Me niego a ser otro extranjero mendigando identidad lejos de casa. Viviendo en lugares más ordenados o menos peligrosos –dicen que hay que aguantarse la nostalgia y progresás–, pero abandonando este, mi lugar; donde tantos ineptos llegan al poder y donde tantas personas honestas lo padecen.

A mis papás les tocó vivir algo parecido en su juventud: había inflación, inseguridad y sentían la falta de proyectos. Sin embargo, se quedaron.

Últimamente me miran con tristeza anticipada; como preparando la despedida. Yo les pregunto qué vamos a hacer, y ellos, en silencio y trabajando, esperan un milagro.

No crean que esto es pura confusión de adolescente; es mi realidad y la de muchos como yo, que no queremos dejar el lugar donde recién empezamos a echar raíces.

Por favor, políticos, no me acorralen con pobres versiones de la democracia; no me insulten, jueces, con fallos que causan más miedo que los arrebatos callejeros.

No me expulsen de mi país, legisladores, declamando federalismo, cuando sufro en carne propia la desventaja de vivir en una provincia del “interior”. (¿Acaso el puerto es el “exterior”?)

No nos expulsen, adultos, a quienes sentimos que la patria es mucho más que agitar banderas durante un partido de selección; que participar es más que poner un voto en las urnas, y que tener un proyecto es algo más grande que conseguir un sueldo.

Porque afuera, sin aquello que más quiero, dejaría de ser yo; entonces sí no tendría futuro.

¿Qué les parece si hacen lo que hay que hacer, honrando a los inmigrantes: trabajar y ser honestos?

Tal vez con eso alcance para mí y tantos otros que queremos seguir viviendo acá.

Sí, acá.

* Médico

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