Movilidad: hallar el equilibrio entre público y privado
Múltiples factores han influido en el tiempo respecto de nuestros cambios de hábitos para desenvolvernos en las más diversas actividades cotidianas. Y entre esas rutinas que van mutando conforme a las necesidades de la gente y a la calidad de los servicios que nos proporciona el Estado, el modo de movilizarnos ocupa primerísimos planos.
Y valga un ejemplo: si en la provincia de Córdoba (con lógica preponderancia en la ciudad Capital) el sistema público de transporte resulta deficiente, es de suponer que los usuarios busquen nuevas formas de traslado. De ello no se infiere necesariamente un cambio fáctico del colectivo por taxis o remis, ya que el costo de un viaje en estos coches de alquiler se ha disparado en línea con la escalada inflacionaria.
Es entonces cuando se potencian otros usos al parecer más ágiles y menos costosos. Al respecto, días atrás dimos cuenta de una encuesta realizada por una consultora local, cuyo resumen determinó que, a raíz de la crisis que arrastran los servicios urbanos e interurbanos de pasajeros, se observa un notable incremento del uso de automóviles y motocicletas.
El estudio es profuso en materia de porcentajes y suma también a las personas que se movilizan para sus tareas habituales en bicicleta o a pura caminata, tanto en la ciudad Capital como en el interior.
Sin embargo, desde otro costado, es de utilidad enfocar el análisis en función de cuestiones derivadas del casi quebranto del sistema público de colectivos. En tal sentido (y por mencionar un caso de relevancia global), saturar las calles y avenidas urbanas de autos y de motos que contribuyen a la polución de gases a tiempo completo no es para nada saludable en el cuidado del ambiente.
Un mensaje por elevación a las autoridades provinciales y municipales que tienen el desafío de superar la crisis del transporte y planificar a largo plazo, en aras de recuperar la masa de usuarios que se cansaron de una prestación ineficiente. Sin dejar de citar el malhumor general por las medidas de fuerza por asuntos salariales que dejan librados a su suerte a miles de pasajeros.
Un dato que no se debe omitir y que forma parte de las conclusiones de la aludida encuesta, radica en que el significativo aumento en el precio de los viajes en colectivo seguramente incentivó el traslado a pie o en bicicleta. Caminantes y ciclistas que se suman a la irrupción de más motores en las calles.
Como bien advierte en el informe periodístico Graciela Pastore, experta en temas de transporte, la movilidad pública pierde pasajeros y no se recupera una masa crítica que lo haga sustentable. La ecuación salta a la vista: hay que recuperar usuarios. Una tarea compleja, pero viable en la medida que se brinde una prestación de calidad.
En síntesis, propugnar una suerte de equilibrio entre el uso de la movilidad privada y la pública. La contaminación ambiental y el derecho de los usuarios no deben faltar en ninguna agenda.
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