Manu Chao, el artista que dejó atrás la industria musical para ser un juglar rumbero y comprometido
Hubo una época en que Manu Chao era un visitante muy frecuente a nuestro país. Giras una vez por año, presencia en festivales (Cosquín Rock, Mastai) y por supuesto conexión con diferentes expresiones sociales, desde su vínculo con La Colifata, el proyecto radiofónico del Hospital Borda que hasta se plasmó en un disco, como su fuerte intercambio con artistas del under local, costumbre que arrastraba desde su primera visita con Mano Negra en 1992.
En Córdoba, estrechó una fuerte relación con el proyecto La Luciérnaga y más acá en el tiempo visitó el acampe contra Monsanto en la localidad de Malvinas Argentinas, que finalmente resistió al desembarco de la multinacional en una de las gestas vecinales más recordadas de las últimas décadas. El cantante franco-hispano vivió esa resistencia en primera persona y amplificó ese mensaje y el de las asambleas ambientales en un histórico show en la Plaza Próspero Molina de Cosquín en 2013.
Chau industria y bajo perfil
Durante los siguientes dos años hubo más visitas y lazos con esas luchas fuera de lo partidario que siguen teniendo plena vigencia. Pero desde 2015, las llegadas a la Argentina comenzaron a ser mucho más esporádicas. De hecho, luego de ese año, hubo una gira recién en 2019, aunque Córdoba ya no estuvo entre las paradas.
Pandemia mediante, Manu celebró los 60 años en un contexto de replanteos existenciales en un mundo cada vez más afectado y globalizado, tal como describen muchas de sus canciones que fueron la banda de sonido de comienzos de siglo.
El artista siguió en la senda del bajo perfil, renegando de la fama vacía y cada vez más alejado de la industria musical. No editó más discos formales (el último es La Radiolina de 2007) aunque sí publicó gran cantidad de singles, reversiones y colaboraciones en diferentes proyectos con artistas bien disímiles, desde el catalán Chalart 58 o la griega Klelia Renesi hasta los colombianos Bomba Estéreo.
Lo que nunca dejó de lado fue la ruta, esa que tanto lo inspiró para dar a luz discos clave como Clandestino (1998) y Próxima Estación Esperanza (2001), que plasmaron uno de los intercambios más genuinos de un artista europeo con la cultura latinoamericana y terminaron siendo la gran base de su estilo único y su repertorio futuro.
Ya disuelta la banda con la que giró por muchos años, que incluía excompañeros de Mano Negra y se plasmó en sus poderosos registros en vivo como Radio Bemba Sound System (2002) y Baionarena (2009), llegó el formato rumbero y acústico que se fue despojando cada vez más hasta llegar al actual trío.
En esta nueva formación, Chao comparte junto al bonaerense Lucky Salvadori, quien toca guitarra y bichito cordobés, ese mágico instrumento creado por el luthier chileno radicado en Córdoba Homero Zambrano, y el gallego Miguel Rumbao en el bongó.
El argentino nacido en Monte Chingolo tiene una historia muy peculiar: conoció al músico francés en un hostel en Santa Marta, Colombia, en el que trabajaba en aquel entonces. Guitarreada y buena onda mediante, Manu lo invitó a subirse al escenario y acompañarlo en el resto de la gira. En 2019, se dio el gusto de tocar aquí mismo ya siendo parte de la banda.
Estación Córdoba
Nueve años después de su última visita a la provincia, Manu Chao está de regreso. Se presentará este miércoles 21 en Quality Espacio y entradas agotadas hace varias semanas. Nuevamente, para ser la banda de sonido de la resistencia, en una coyuntura social cada vez más crítica, con un feroz ajuste en marcha desde el gobierno de Javier Milei hacia todos los sectores. En esa línea, a nadie extrañó que “Fuera motosierra” sea una de las consignas que bajó del escenario en los primeros shows de la actual gira en dos Obras sold out sin demasiado alarde en las redes sociales.
Esa es otra característica de su presente: escasa difusión de sus conciertos, priorizando lugares de mediana escala que garantizan la cercanía y la intimidad, ya sin el trajín de los estadios o grandes festivales de años atrás y con la productora 300 como socia indispensable en este camino de la autogestión.
En cuanto a lo personal-político, la decisión de no tener contacto con la prensa y con mucho más hacer que decir, dando lugar en el escenario a los protagonistas de las luchas sociales, en este caso de las asambleas de Jáchal (San Juan) y Esquel (Chubut) contra el extractivismo contaminante. Esas son sus palabras y sus banderas.
Catarsis, fiesta consciente y la siempre necesaria dosis de esperanza que aportan su discurso y su música fueron el combo perfecto de estas primeras presentaciones, incluyendo un repaso por todos sus clásicos en este formato rumbero-guitarrero, un terreno fértil para “mezclar dos o tres canciones en un popurrí y volver recurrentemente sobre algún fraseo característico de alguna de ellas o retomar el tema sorpresivamente luego de simular su final”, según detalló Hernani Natale en la crónica publicada por Télam.
El enganchado de Me llaman calle y La vida tómbola (con el recurrente homenaje a Diego Maradona incluido) fue uno de los pasajes más celebrados, así como el asombro llegó con una versión en clave flamenca de Huelga de amores, la power chacarera de Divididos sobre la conquista española incluida en La era de la boludez (1993).
Algo similar será lo que se viva en Córdoba, con el aporte de artistas invitados locales que siempre son una sorpresa, así como el pasado domingo en Buenos Aires irrumpió Sara Hebe e invitó a todos a comer un “asado de faso”. Luego vendrá Rosario (el sábado 24) y una nueva función que se agregó en El Teatro Flores para el martes 27. Ojalá que no pase demasiado tiempo para tener de nuevo al “Chapulín” entre nosotros para que pueda cantarnos esos himnos de esperanza y verdadera libertad.
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