Lo que falta es horizonte
La realidad argentina acusa muchos faltantes y debilidades: dólares, políticas antiinflacionarias, inversión en infraestructura, reforma previsional, transformaciones educativas, una política exterior consistente y acciones tendientes a recomponer un tejido social desintegrado.
Todas las carencias mencionadas son relevantes y requieren un abordaje sistémico, sostenido en un diagnóstico objetivo, sin contemplaciones ni atenuantes. El país está enfermo de coyuntura, asediado de inmediatez y desconectado de un mundo que aborda asuntos similares de una manera más eficaz que la otrora nación sudamericana de fines del siglo 19 y comienzos del 20, que no carecía de contradicciones y asimetrías, pero que al mismo tiempo era pujante y prometedora.
El origen de esta circunstancia, las razones del retroceso argentino, los motivos por los cuales la que supo ser ya no es, forman parte de una discusión rica, profunda y necesaria, propia de las ciencias sociales, pero distante de la existencia accidentada e inestable que padece la ciudadanía.
Lo más urgente, pero al mismo tiempo más complejo, es la necesidad de un horizonte, el imperativo de una brújula conceptual que señale un camino posible para poder salir del laberinto de fracasos en que se ha convertido la política vernácula, desde varias décadas atrás.
La demanda de ello choca con un mundo político ensimismado en sus vanidades y aspiraciones de poder, gravemente ajeno y sin registro aparente del desfiladero por donde transita Argentina. Una dirigencia negada por propia ambición a la posibilidad de un acuerdo, imprescindible y necesario, para despejar el tiempo nublado, parafraseando al poeta mejicano Octavio Paz, que oscurece el futuro de la nación.
Los tiempos actuales son turbulentos. Caminamos sobre arenas movedizas y parte de la posibilidad de superar la encrucijada actual se encuentra en el modo en como la política pueda procesar sus diferencias y articula un mínimo de base en común. Una plataforma pequeña que, tal como está planteado el debate político actual, parece una utopía.
Ideas, pactos duraderos, acuerdos sólidos, liderazgos adaptativos, coraje cívico y diálogo permanente constituyen las materias necesarias que pueden hacer vislumbrar un horizonte menos gris y un poco más luminoso. Ello dependerá del esfuerzo intelectual y el compromiso con las futuras generaciones que quiera poner en juego la alicaída y errática dirigencia argentina.
* Periodista
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