La Voz del Interior @lavozcomar: La realidad nos excede siempre

La realidad nos excede siempre

Un sector de la sociedad no puede comprender por qué su alineamiento político es derrotado por un emergente casi desconocido y autoritario. 40 años de democracia y este resultado.

Ese sector es integrado por intelectuales de izquierda, agrupaciones populares e insertas en el aparato del Estado, importantes grupos que integran la vida universitaria, poblaciones del conurbano y de provincias con larga tradición autoritaria, partes del movimiento obrero organizado y de la pequeña clase media. Un conglomerado sostenido en la intervención de un Estado omnipresente, cuyas políticas derivaron en una pobreza brutal, en la distorsión de precios relativos que impidió cualquier nivel de racionalidad en las decisiones económicas y una incertidumbre que afectó el ahorro y la inversión productiva necesarios para el crecimiento del empleo. Este proceso fue coronado por un impuesto inflacionario representativo de los límites de la acción del Estado.

No se entendió que el viento de cola aportado por la demanda de alimentos de China no era eterno. Los años de superación económica post 2001-2002 no fueron aprovechados para recrear las bases de una economía sustentable, sino como una fase dentro de un modelo político que, de hecho, desconoció las claves de un programa de acumulación de capital concomitante a un equilibrio distributivo. Ya en 2006 y en 2007 apareció un abandono progresivo de las políticas previas.

Todo ese conjunto de intereses no es independiente del tipo de representación política; una representación exitista, amparada en una fraseología progresista que, anclada en el corto plazo, esgrime banderas que los hechos y los procesos contradicen. Por supuesto, todos los sectores que aprovechaban dichas políticas constituían y constituyen un entramado que defiende sus intereses asimilándolos a un interés general, que la realidad desmiente.

Se mezclan dentro de ese juego de obtención de beneficios la estructura de la CGT, intendencias del conurbano y gobiernos provinciales de características feudales, estructuras universitarias y científicas sostenidas inteligentemente a partir de la bandera de los derechos humanos, organizaciones piqueteras financiadas por el Estado, sectores de la cultura y de clase media financiados por subsidios cruzados y corporaciones empresariales.

Es interesante señalar que, en sus fundamentos y accionar, se mezcla la ideología cristiana con restos de la ideología marxista y del pragmatismo propio de las corporaciones. Todo bajo un discurso misionero.

Años de distorsiones

El bienestar de Argentina continúa dependiendo de las exportaciones agropecuarias. La política económica siguió apuntalada en el modelo de sustitución de importaciones. Modelo ya puesto en jaque en los años 1970 y vulnerado en profundidad por las políticas de José Martínez de Hoz y del menemismo.

De ello deriva que cuando fracasa una cosecha, todo el andamiaje económico se cae.

Entonces, ¿dónde o en qué se manifiesta el progresismo?

Quizá en la organización de los planes de ayuda, en el desborde del empleo público, en las canonjías judiciales, en las políticas o en las moratorias previsionales que licúan los aportes de los trabajadores. O tal vez en un sistema fiscal infernal. Difícil usar el imperialismo como excusa.

El fracaso de la intelectualidad progresista se manifiesta en su incapacidad de comprender las fuerzas que vienen apuntando hacia la autodestrucción social. Incapaces de aceptar el fracaso del realismo socialista o de entender que la doctrina de la Iglesia católica es un cuerpo que hace a la vida recta, pero de ninguna manera una guía para entender la complejidad de la economía, y menos las bases de un sistema basado en la propiedad privada.

Parte de esa intelectualidad es muy bien defendida por un sistema populista que, al enaltecerlos, les oculta la realidad; y que al establecer una relación dependiente, responde con un fanatismo impropio.

Hay cierto pensamiento utópico que, atento la experiencia de la historia, sólo lleva al totalitarismo.

Sobre el gobierno emergente

La realidad, en estas instancias, nos desborda por derecha. Una derecha también de corte populista, que esgrime el concepto de libertad como sucedánea de la libertad de mercado. Su mirada es exclusivamente financiera, y en su discurso y su accionar desprecia importantes logros, de lo que yo vengo llamando “la otra Argentina”.

Más allá de nuestras críticas al copamiento de carácter demagógico de instituciones que hacen a la cultura y a la ciencia, el reconocimiento internacional de nuestro acervo es unánime.

Esto quiere decir que dentro del Incaa o del Conicet hay núcleos importantes que se han preservado e incluso fortalecido en los últimos 20 años. Debilitar nuestra riqueza cultural y nuestros desarrollos en biotecnología, software, energía nuclear, cohetería, biomedicina, productos culturales y otros es renunciar a un futuro independiente. No menos grave: una política exterior que en su incondicional adhesión a determinados países ¡pone en riesgo la seguridad y el desarrollo del país!

Aun en situaciones críticas, el actuar sin límites agrava las inequidades y golpea muy fuerte a una clase media en retirada, cuando esta clase es la que proporciona una base común y un marco de referencia clave en el fortalecimiento de la identidad nacional.

Ser un emergente del repudio de mayorías a una práctica populista retardataria no otorga el derecho de arrogarse el poder de destruir instituciones y quedar a merced de un sistema de mercado deformado e ineficiente. Esa visión rompe con todo vestigio constitucionalista.

Se trata de lo que está en juego en nuestro futuro político: los valores por predominar.

* Doctor en Ciencia Política (UNC-CEA)

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