La Voz del Interior @lavozcomar: La inviabilidad de la reducción de daños y la necesidad de pensar en salud

La inviabilidad de la reducción de daños y la necesidad de pensar en salud

Es preciso hablar de consumo de drogas teniendo en cuenta las evidencias que nos ofrecen la realidad y la ciencia, que son muchas, además de la cantidad de muertes que provocan. El caso de cocaína adulterada que tomó estado público aporta algunos datos valiosos: tres pacientes consumieron cocaína adulterada, fueron internados en estado crítico, luego dados de alta, volvieron a consumir la misma droga que les había provocado los efectos iniciales y están internados otra vez. Individuos que conocían a la perfección los componentes de lo que habían consumido decidieron volver a hacerlo a pesar de los daños que esto les provocó.

Al igual que en este ejemplo, las investigaciones dan cuenta de que las conductas adictivas se caracterizan por ser compulsivas, es decir, no mediadas por la razón. Entonces, resulta poco probable razonar con quien las está desarrollando acerca de que podrá consumir responsablemente sólo si logra conocer cuáles son sus componentes y/o cómo deberían consumirlas con cuidado. Esto se conoce como prácticas de reducción de daños, se aplican desde hace más de 20 años y no cuentan con una evaluación de eficacia que amerite seguir promoviéndolas.

La adulteración de la cocaína es una variable prácticamente imposible de evitar. En porcentajes cambiantes, la sustancia derivada de la planta de coca es mezclada con otros elementos que ningún consumidor conoce a ciencia cierta. Las combinaciones posibles son infinitas y cada productor inventa nuevas según sus intereses y/o posibilidades, incluso sin saber qué efectos podrían tener.

Es poco serio proponer algo que se sabe inviable: que se ofrezca un control de calidad de lo que se vende. Tal como sería una ingenuidad proponer que se hiciera un testeo de lo que contiene cada “jarra loca” en la que se mezclan sustancias legales como alcohol y psicofármacos, instruir a sus consumidores para que en cada fiesta recuerden cómo se deben hacer esas mezclas para que no sean tan dañinas, o garantizar que las flores de marihuana producidas por determinada semilla produzcan sólo cierto efecto.

Al final de cuentas, de este modo se estaría alentando lo que se denomina “ilusión de control”, potenciada en el contexto de un proceso de tolerancia creciente causado por la alteración del funcionamiento neuronal. Esto no se corresponde con un abordaje en la perspectiva de derechos.

El mercado necesita individuos que deseen consumir su variada oferta de productos adictivos y, también, necesita cuidarlos para que puedan seguir haciéndolo durante el mayor tiempo posible a pesar de que su estado de salud esté al límite.

Es hora de que las políticas públicas comiencen a cuidar a la población general educando sobre estos mecanismos de persuasión/confusión/manipulación que se promueven como modas de la sociedad líquida y alienten las prácticas saludables que no tienen ningún riesgo de sobredosis. No es prohibir, es simplemente ampliar el criterio de realidad para poder ejercer la libertad de elección.

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