La Voz del Interior @lavozcomar: Iván Noble y el presente de Caballeros de La Quema: El rock a los 50 es emoción y analgésicos

Iván Noble y el presente de Caballeros de La Quema: El rock a los 50 es emoción y analgésicos

Caballeros de la Quema se reunió porque bullía una demanda de su música, que pegó fuerte de mediados a fines los ‘90 al dar cuenta de la hipocresía y el cinismo que dominaron en aquella década.

Y ahora, un lustro después, la banda sigue adelante en plan retrospectivo celebrando el 25° aniversario de La paciencia de la araña (1998), un disco que así como la consagró como popular y masiva trajo consigo un vendaval de sensaciones que comenzó a agrietar su frente interno.

Para zigzaguear entre pasado y presente, e incluso para proyectarse a un futuro probable de “Caballeros”, del otro lado de la línea se dispone Iván Noble, a quien de movida se le consulta cómo hizo para readaptarse a un repertorio que sus compañeros y él concibieron cuando eran jóvenes en el umbral de los 30.

“Confieso que una de las primeras cosas que me asustaban de esta cuestión era volver a ser frontman de una banda de rock”, dice.

“En mi proyecto solista tengo momentos que son de rock, pero en general nado por otras aguas. Desde el minuto cero de mi proyecto busqué otra sonoridad, otro concepto, otro disfrute, que tienen que ver con otra cosa más íntima, más acústica. No sabía si me iba a quedar bien la armadura. Valga la redundancia, era como un caballero que se iba a probar la armadura que había dejado en desuso. Había que ver si entraba”, añade.

–¿Y qué pasó finalmente?

–La verdad es que me sentí muy cómodo rápidamente. Fue fundamental consensuar con los pibes las canciones que todavía nos quedaban bien. Está eso que planteaste en la pregunta: las cosas que uno disfruta a los 20, al recrearlas 25 años después puede parecer una caricatura si no encuentra el punto exacto. A muchas canciones de Caballeros hacía bastante tiempo que no las escuchaba. Pero resultó que en un 80 por ciento de nuestra obra me pareció que estaba bueno, que tenía poder y calidad. Me gustó reescuchar a nuestras canciones y me gustó más volver a cantarlas. Y con las que no llegamos a un acuerdo, no las tocamos. Fue tan simple como eso. Pero sí, fue un reto.

Iván Noble, un caballero rejuvenecido

Noble refuerza que se siente “rejuvenecido” al frente de Caballeros de la Quema: “Y digo aun a riesgo de que suene naif o a clisé. Creo que somos una mejor banda ahora que hace 25 años. Lo sostengo. Somos una banda más añeja que no apuesta sólo al vigor que, por otra parte, ¡¡¡ya no tenemos tanto!!! El rock es sinónimo de vigor, desmesura, cosa hormonal… OK, pero ahora somos como esos jugadores que pasan la línea de los 30 y piensan el oficio de otra forma. Tenés que saber caminar la cancha y poner sobre ella otro tipo de recursos”.

Para Noble prevalece “una cosa física” durante un show de Caballeros de la Quema, pero es absolutamente consciente de que, a los 50 y chirolas, “hay que regular oxígeno”.

“Por otro lado, uno se da cuenta de que no hace falta una defensa muscular de las canciones todo el tiempo. Nuestras canciones dicen cosas que te pueden eximir de eso. Ojo, también es difícil hacer pogo para los fans que nos siguen desde aquellos años”, señala.

En este punto, el cantante recuerda comentarios graciosos que recibió un posteo suyo, con una foto en la que se lo ve a punto de tomarse un Diclofenac luego de un show ardiente en el Luna Park.

“Uno decía que si bien que estaban las chicas que se subían a los hombros de sus novios en los shows de los ‘90, ahora no podían hacerse notar porque sus hoy maridos ya no las podían subir. Y por supuesto, recibí las fotos de aquellos que imitaron mi gesto con el Diclofenac. El rock después de los 50 es eso: emoción y Diclofenacs”, sugiere entre risas.

Iván Noble y una supuesta nueva muerte del rock

–La reunión de Caballeros también puede pensarse como el revival de una época que fue y que nadie sabe si se repetirá. Me refiero a la de los nacimientos de proyectos colectivos de rock en garajes.

–Trato de no ser apocalíptico… Siempre se habló de la muerte del rock y no creo que ahora sí haya sucedido, porque el género sigue teniendo un poder de conmoción y extensión en el tiempo que otros no alcanzaron. Es verdad, la música de hoy no requiere del esfuerzo mancomunado de varias personas. La música popular de hoy la hacen solistas con menos recursos humanos e incluso técnicos. Bizarrap sacudió al negocio musical con una compu en su habitación. Y no lo señalo como una queja ni como un arrebato nostálgico de un viejo sentado en la vereda que contempla cómo desfila la juventud. Lo que ocurre es otra cosa.

–A ver…

–Si volverá a haber bandas de rock es algo que no sé. Quizás no. Como sea, una de las cosas que más celebro y agradezco de esta vuelta de Caballeros de La Quema es que hay gente que hace 25 años que no nos veía y que, por algún motivo, atesoró nuestras canciones en playlist, en sus autos… Bien podrían habernos olvidado. A Divididos o a Las Pelotas, la gente las sigue escuchando porque no pararon. A nosotros, que sí lo hicimos por 25 años, también. Pero vamos, el pulso de la calle lo ha capturado otra música, no el rock. Sería una boludez no verlo. Los pibes están siendo interpelados por otras músicas. Enojarse con eso…

–¿Vos no lo hiciste?

–Lo que me pasa, y es algo que suelo hablar con mi hijo que tiene 17, es pensar qué pasará con ellos, con los artistas del trap, en los próximos 10 o 20 años. Puede pasar que a ellos les importe un carajo permanecer. Hoy todo es más urgente, no se piensa demasiado en la posteridad. Hacen bien, porque si hay algo que no merece ningún apuro en conocer, eso es el futuro.

–Recién te preguntaba por cómo te reacondicionaste física y mentalmente para volver al repertorio de Caballeros de La Quema. ¿Cómo fue ese proceso con las relaciones personales?

–Las relaciones se acomodaron muy rápido. Empanadas y vino de por medio, dimos ese round hace cinco años, antes del show en el Único de La Plata. A partir de ahí, no hizo falta ninguna reunión más. Con gente grande y cabrona siempre es un día a día, pero entendimos rápido que lo que venga lo tenemos que hacer dentro del disfrute… Tenemos más de 50 años, con mucha agua y vino corridos bajo el puente. Si no lo disfrutamos, mejor nos quedamos en casa. Sacar una banda a la ruta es un esfuerzo de todo tipo, es un esfuerzo de producción, de ganas y de energía. Si a eso no lo motoriza el entusiasmo… A los 20 años salís a la ruta a ver qué pasa; a esta altura, no. Faltan algunos shows y después veremos. A lo mejor, seguimos; a lo mejor, no.

–¿No hay margen para hacer un disco?

–Tengo mis reparos. No descarto hacer algunas canciones. Un disco, un proyecto de 12 canciones, me cansa antes de pensarlo. ¿Sabés por qué? Porque ahí sí hay que tener muchas coincidencias nuevas, que no sé si las tenemos. Cuando hago un disco solista, tengo que ponerme de acuerdo conmigo mismo y aun así me cuesta llegar a las 12 canciones. En una banda hay que ver si convergen los entusiasmos de seis personas a lo largo de un repertorio. Pero no descarto grabar una o dos canciones. Al fin y al cabo, hoy se consume así. Hay momentos en los que uno dijo lo que tenía para decir y otros en los que no quiere correr el riesgo de morderse la cola. Somos de una generación que logró un anclaje tremendo con las canciones que se hicieron en el momento indicado. El cariño renovado con Fito Páez, por ejemplo, tiene que ver con un disco de hace 30 años. Si le pedís a sus fans que te nombren tres canciones de sus últimos discos, te van a decir “¿¡¡¡qué!!!?” Es muy difícil competir con aquella producción tan gloriosa.

–¿Cuál fue el mejor que hicieron, en tu opinión?

–Los dos primeros son muy pasionales (Manos vacías de 1993 y Sangrando de 1994; Noble no considera como disco al casete Primavera negra de 1991). Fueron hechos con el corazón arriba de la mesa. Éramos intrépidos pero tocábamos mal y, entonces, suenan para el orto. Pero en cada uno hay tres canciones que son muy lindas. El tercer disco (Perros, perros y perros, de 1995) fue raro porque no tuvo productor. Fue de transición, pero también tiene Hasta estallar (el tema con León), Cuatro de copas y Mientras haya luces de bar, canciones que son parte de nuestro ADN. El cuarto y el quinto, La paciencia de la araña (1998) y Fulanos de nadie (2000), sí cuentan con buenas producciones. Suenan bien, son contemporáneos y aún relevantes. Dicho esto, y no porque estemos celebrándolo en esta gira, elijo a La paciencia de la araña como el mejor disco de Caballeros de La Quema.

En vivo

Caballeros de La Quema actuará este sábado 13 de mayo, a las 21 y en Quality Espacio (avenida Cruz Roja al 200). Sólo quedan entradas de campo a $ 10.000. Se pueden comprar aquí.

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