La Voz del Interior @lavozcomar: Ernesto Sábato y la pasión por el fútbol

Ernesto Sábato y la pasión por el fútbol

El responsable de que el tema del fútbol surgiera durante la entrevista que le hice a Ernesto Sábato fue mi primo Enzo, quien jugaba en el equipo de Deportivo Armenio y que me llevó a la casa del escritor, como habitualmente lo hacía cuando tenía que dirigirme a un lugar alejado de la capital del país.

Esa mañana de 1991, cuando Sábato se acercaba a los 80 años, motivo de la entrevista, mi primo pasó a buscarme por el hotel y nos dirigimos a la calle Saverio Langeri, hoy llamada Ernesto Sábato, en su memoria, en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires, donde el autor de Sobre héroes y tumbas vivió durante 60 años.

Literatura y otros temas

Cuando llegamos, una señora nos abrió la alta puerta de rejas del jardín y entramos. Sábato nos esperaba en la sala y de allí fuimos a la habitación donde el escritor trabajaba. Era un cuarto amplio, cálido, con bibliotecas, libros, sobre un escritorio estaba la máquina de escribir y un amplio ventanal daba a un patio.

Allí conversamos sobre literatura brasileña, Borges, nuevos autores, ofrecimientos editoriales y consideraciones sobre su obra. Después volvimos a la sala donde estaba Matilde, su esposa, y la conversación se encarriló hacia temas de la vida cotidiana del matrimonio y ocasionales comentarios sobre literatura.

El autor de El túnel recordó una fiesta, habló sobre un anticipo de U$S 100 mil que le había ofrecido una editorial para que escribiera sus memorias, cosa que no aceptó, pero que si lo hubiera aceptado, lo habría condicionado. Además, no estaba dispuesto a contar su vida de manera cronológica, sino como fueran surgiendo espontáneamente los recuerdos.

La conversación era interrumpida por llamadas telefónicas de amigos de la comunidad israelita, debido a los peligros que corrían los parientes y las amistades en Israel, ya que en aquel año se desarrollaba la Guerra del Golfo y Saddam Hussein lanzaba misiles contra ese país.

La pelota empieza a rodar

El tiempo transcurría y la charla era bastante amena, hasta que sucedió lo imprevisto: Sábato miró a mi primo, que se había mantenido todo el tiempo en silencio, y le preguntó: “Y vos, ¿qué hacés?”.

–Yo soy jugador de fútbol –le dijo Enzo.

–Uhhhhhh –exclamó el escritor, llevándose las manos al rostro–, si me habré agarrado a trompadas con los de Gimnasia y Esgrima de La Plata.

Se quedó un momento en silencio y agregó que había jugado en las divisiones inferiores de Estudiantes, que corría mucho, toda la cancha, y que no daba por perdida ninguna pelota. Y continuó con algo sorprendente:

–A mí no me parece mal que las personas se peleen por el fútbol; aunque sin llegar a extremos, claro. Pero cuando digo eso, comienzan a criticarme: no puede hablar así, me dicen; pero estoy acostumbrado a las críticas. Cuando escribí Hombres y engranajes, me decían que estaba exagerando y ahora me dan la razón: lo que pasa es que el fútbol es una pasión, y la pasión es violenta y difícil de controlar.

Entusiasmado con el tema, comentó que iba todos los domingos a la cancha con los amigos, siempre discutía con los de Gimnasia o con los de cualquier equipo por un penal o una falta, y volvía a casa con los ojos morados, contó, esbozando una sonrisa.

Animado, dijo que cuando los amigos se casaron y tuvieron hijos, él iba a conocer al bebé y en la barandilla de la cuna había una camisetita de Estudiantes: “Mire usted lo que es el fútbol; desde que una persona nace le inculcan el amor a un club”.

Goles y Borges

En ese momento miró a Matilde, que seguía en silencio lo que decía su marido, sorprendida del giro completamente inesperado que había tomado la conversación. “Mirá, Matilde, una cosa de la que no escribí: el fútbol”, y le preguntó a mi primo:

–¿En qué club jugás?

–En Deportivo Armenio –le respondió Enzo.

–¿En qué puesto?

–Delantero.

–“¿Y… hacés goles? Porque a los delanteros, cuando hacen goles, los aplauden, pero si no los hacen, el entrenador los reemplaza. La hinchada comienza a silbarlos y a decirles que se vayan; la hinchada no tiene consideración, no le importa otra cosa que los goles y ganar el partido.

Enzo le respondió que cuando hacía goles, lo aplaudían, pero que si los erraba, lo silbaban, aunque un compañero que se llamaba Maciel se transformó en un héroe cuando le hizo un gol a Hugo Orlando Gatti, que ese día estaba adelantado, medio lejos del arco. Maciel lo vio, tuvo la corazonada de que podría hacer el gol, pateó e hizo el gol.

Sábato lo escuchaba con atención y, como vi que el escritor continuaba interesado, llevé el tema hacia la literatura y le comenté que, en repetidas ocasiones, Borges se había referido al fútbol como un deporte feo; no entendía cómo el hecho de que 22 jugadores corrieran detrás de una pelota podía ser considerado un juego que de hermoso no tenía nada.

“Muchas ideas de Borges son discutibles –dijo Sábato–, especialmente las políticas, pero sobre literatura también tenía conceptos curiosos: un día me dijo que cualquier inglés hubiera podido escribir El Quijote. Imagínese. Yo simplemente le respondí: ‘¿Y por qué no lo escribió?’. Además, yo no estaría una semana buscando un adjetivo. ¿Usted piensa que Dostoievski estaría una semana buscando un adjetivo para describir la tortura mental y el odio que Raskolnikov sentía por la usurera? ¿O a Tolstoi relatando el sufrimiento de Ana Karenina preocupado por un adjetivo?”.

De Pelé a Albert Camus

Le comenté que el futbol ha sido tema de inspiración para muchos escritores, como Osvaldo Soriano, que era hincha de San Lorenzo de Almagro, y Roberto Fontanarrosa, hincha de Rosario Central; que Eduardo Galeano y Mario Benedetti escribieron sobre fútbol y que en Brasil Vinicius de Moraes le escribió un poema a Garrincha, uno de los mayores ídolos en el país vecino, que tenía las piernas deformadas por la parálisis que lo había afectado de niño, pero que esa característica le permitía hacer gambetas, cabriolas y amagues con los que eludía al mejor defensor. Además, estaba Pelé, considerado el atleta del siglo.

“¡Cómo no va a ser Pelé el mejor atleta, si la raza negra es la más fuerte del mundo!: superó los peores castigos, la esclavitud, los vendían como mercancía y ahora son los mejores corredores, boxeadores y los mejores futbolistas, pero –agregó Sábato– en Argentina hay grandes jugadores, como Maradona, tal vez el más grande, que en el Mundial del ´86 les hizo ese gol maravilloso a los ingleses”.

Entonces comentó que Albert Camus había sido jugador de fútbol en Argelia, en el club RUA, siglas del Racing Universitaire d’Alger, que tiene los mismos colores del club Racing de Argentina, celeste y blanco.

Dijo conocer muy bien la vida y la obra de Camus porque cuando este visitó Buenos Aires, invitado por Victoria Ocampo –fue una visita muy breve, de dos días, debido al ambiente fascista que sintió en Buenos Aires–, leyó la novela El túnel, la elogió y la recomendó a la editorial Gallimard para que la publicara. A partir de ese momento, todas las editoriales que antes la habían rechazado se peleaban por publicarla.

“Le debo mucho a Camus”, dijo Sábato, y agregó que el autor de El extranjero siempre sintió gran pasión por el fútbol, que había comenzado como delantero, pero como correr le producía problemas respiratorios, debido a la tuberculosis que lo afectaba, empezó a jugar en el arco.

“Como todo gran pensador de una actividad tan alejada, aparentemente, de la filosofía como jugar al arco, llegó a conclusiones profundas sobre la vida”–, señaló Sábato, y citó de memoria una frase de Camus:

“Todo lo que aprendí sobre moral y ética lo aprendí del fútbol, y jugar al arco me enseñó algo que me sirvió de mucho en la vida: la pelota nunca viene donde uno piensa que va a venir y siempre siento la misma emoción cuando escucho el nombre de mi club, RUA”.

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