La Voz del Interior @lavozcomar: Cosquín Rock 2024, día 2: lluvia, solazo, barro y la guitarra de Slash, otro hito para el festival

Cosquín Rock 2024, día 2: lluvia, solazo, barro y la guitarra de Slash, otro hito para el festival

El momento que se vivía pasada de la medianoche de la segunda jornada de Cosquín Rock, la de cierre de la edición 2024, puede funcionar como el mejor resumen para el presente de la música en modo entrenenimiento: mientras Molotov disparaba sus rimas filosas acolchonadas de bajos bien potentes para el rockero promedio allá lejos en el Sur, Steve Aoki hacía delirar al público que todavía tenía muchas ganas de bailar colando el hitazo de Quevedo con Bizarrap (Quedate).

Mientras, en un Paraguay bien humeante y rebalsado de reggae, Alborosie finalizaba su poderoso set versionando a ¡Sumo! y a Bob Marley (No tan distintos y Get up stand up, ambas tan necesarias). Minutos más tarde, Damas Gratis hacía su ingreso en el Norte para poner a bailar cumbia a los más rolingas y a las más chetas. Una vez más: la música todo lo puede.

Damas Gratis fue la banda encargada de cerrar el escenario Norte. Del otro lado, Molotov. Y en el medio, Steve Aoki. Un final a tono con l diversidad del Cosquín Rock (Javier Ferreyra/La Voz).

Esquivando charcos

El día 2 de esta nueva página del gran festival serrano que se desarrolló este domingo en el aeródromo de Santa María de Punilla, se vio entorpecido en su inicio por una lluvia copiosa y persistente, que en el mediano plazo mutó en un calor agobiante y húmedo.

La situación trastocó apenas una programación que tenía como pesos pesados a Slash entre los rockeros, a Duki entre los traperos y al mencionado Steve Aoki entre los electrónicos. Pero sí la tuvieron complicada los espectadores, quienes no sólo se empaparon sino que debieron librar su propia batalla contra el barro. El diluvio encontró a El Bordo y Ale Kurz cantando bajo la lluvia en los inicios de la jornada.

La  gente trata de sortear el barro en el aeródromo de Santa María de Punilla, durante la segunda jornada del Cosquín Rock 2024. (Javier Ferreyra/ La Voz)

Pasa en todos los festivales cada vez que el clima no juega a favor, a decir verdad: de Woodstock a Glastonbury, el agua obliga a los pilotines de nailon y el barro a caminar con sumo cuidado, si es que se quiere caminar con cuidado y no embadurnarse, algo que tiene su mística.

Como sea, en lo estadístico la situación hizo que el predio se nutriera de a poco y contribuyó a reforzar la idea de que el festival resultó menos convocante que la edición anterior.

Milo J, la gran nueva cosa de la nueva generación de artistas. (Javier Ferreyra/ La Voz)

Cuando el diluvio perdió consistencia, Yami Safdie cerraba su show en plan sublow encantado y Neo Pistea comenzaba a plantar bandera rapera de vieja y nueva escuela.

Con look de cabeza cubierta, que podía remitir tanto a un zapatista urbano como a un ninja, este crédito del oeste bonaerense comenzó recordando que “en la calle, el respeto no se compra” (Trappist) y continuó celebrando “¡¡¡Salió el sol, amigo!!!”.

Con rima milimétrica y resonancia trágica, siguió con TONYTHEKID, que restaura la máxima de Tony Montana en Scarface (Brian de Palma, 1983) de “todo lo que tengo son mis huevos y mi palabra”. Y en plan más reposado llegó Pininfarina. Medusa fue más oscura y sugerente, mientras que Criminal y Clásicos de barrio mostraron a Neo Pistea rapeando a pelo; en el segundo, de hecho, sin bases ni respaldo de autotune. “Perdón por los problemas de sonido, les pido mil perdones de no poder ir más adelante. No puedo ir, se lo juro por mi hijo”, dijo antes del himno Tumbando el club.

Casi en simultáneo al repliegue de Neo Pistea, el sol ya le pegaba de lleno a Alika en el escenario Paraguay; apenas más tarde, los mismo le pasó a Manuel Moretti de Estelares en el Montaña, cuya geografìa más allá del coverfield era una barrosa pista de patinaje.

Ella dijo, Melancolía, Ríos de lava y Alas rotas redondearon la banda de sonido de un inicio accidentado en el del día 2 de Cosquín Rock 2024.

Un río de gente en el acceso al segundo día de Cosquín Rock. (Javier Ferreyra/ La Voz)

Día perfecto y Es el amor sirvieron como revulsivo anímico para que la gente tome fuerza y siga transitando el aeródromo en su versión húmeda, en dirección al escenario Sur para esperar el show de Las Pastillas del Abuelo.

Con los puños en alto y ensayando algunas piñas de boxeador que recuerdan su paso por el evento Párense de manos, Piti Fernández, líder pastillero, dio la bienvenida al calor húmedo con Interpretación, Ama a quien llora por ti y La creatividad.

Al destacar las presentaciones anteriores del Sur, que se ofrecieron en medio de la fuerte lluvia, Fernández dijo “Verdaderas batallas brindaron el Bordo y Esquivando charcos”. Claro, fue un fallido que reemplazó el nombre de los platenses Cruzando El Charco con el del primer disco de La Renga, publicado en 1991.

Las nuevas olas

A todo esto, en el Norte Milo J arrancó con casi media hora de demora por cómo se complicó todo por los problemas de tránsito entre escenarios. Las zapas chapoteando o patinando en charcos de agüita y barro fueron una postal repetida a esa hora de la tarde. Entre molestas y pintorescas, tal como expresamos arriba, esas situaciones le dieron y le siguen dando un clásico color a este encuentro.

Volviendo al fenómeno adolescente del momento, alternó momentos en solitario con el acompañamiento de esas pistas producidas por Bizarrap y otros con su banda que le dio un toque telúrico. En ese plan, incluyó piano, guitarra eléctrica y criolla con cierta impronta folk.

Lo suyo es un trap sensible y reflexivo, con un mood muy slow, bien lejos del agite que proponen otros artistas urbanos de estos tiempos.

Igualmente, el show pasó por varios climas y tuvo un importante marco de publico: hubo invitados (fue un amor el dúo con Yami Safdie), segmentos más rockeros con la eléctrica bien al frente y una recta final muy celebrada y más bailable con las coreada Fruto y la sesión 57 con el Biza. En otras palabras, Milo J reforzó su plan de conquista en los festivales mediterráneos.

El Kuelgue, desde el aire

De toda la oferta de actividades en el festival, hubo una que captó la atención de todos. La carpa de Red Bull presentó una grúa que elevaba al público para ver el Cosquín desde las alturas unos minutos. VOS subió precisamente en el momento en que Las Pastillas del Abuelo sacudían el escenario Sur, Milo deslumbraba en el Norte y el Kuelgue salía a hacer su show con mayoría de canciones de Hola precioso, su último disco, en el escenario Montaña. El paisaje terminó siendo una postal que resume el espíritu de Cosquín Rock, música y gente en estado de gracia, con la ayuda de algunos anabólicos de entretenimiento.

El Kuelgue enfrentó el calor más húmedo de Cosquín (Javier Ferreyra / La Voz)

El Kuelgue hizo un repertorio con la mitad de las canciones de su reciente disco (Peluquita, Hola precioso, Chinoca, Digánselo) y las enlazó con sus conocidos hits (Natación, Bossa N People y Circunvalación). Con el humor que lo caracteriza, Julián Kartún invitó a bailar y, en especial a los cordobeses, a sacarse el “Mono” o “Gorila” que tienen adentro. “Sé que lo tienen”, remarcó.

Catupecu y Ciro: Y lo que quiero es… épica

Posteriormente se produjo el arranque en simultáneo de Catupecu Machu (Montaña) y Ciro y Los Persas (Sur), dos artistas emblemáticos de Cosquín Rock.

Fernando Ruiz Díaz, al límite de sus posibilidades vocales en el show de Catupecu Machu en Cosquín Rock 2024. (Javier Ferreyra/ La Voz)

Los de Fernando Ruiz Díaz se mostraron con doble batería y apelando en el arranque a un clásico como Y lo que quiero es que pises sin el suelo. Andrés Ciro Martínez, en tanto, echó mano a imbatibles piojosos (Muévelo, El balneario de los doctores crotos y Civililzación) que sonaron actuales, a tono con el contexto general.

Ya de su etapa “Persa” anexó Luz, cuya interpretación llegó acompañada por imágenes de Messi y la Selección, primero en los momentos de finales perdidas y luego con las del camino al campeonato de Qatar 2022. La frase “Tiempo de aguantar” se gritó bien fuerte y, por supuesto, tuvo otros posibles significados. Como sea, terminó con aplauso cerrado y con el “Dale campeón” desde el pecho inflado.

El atardecer, esa gran postal festivalera del sol cayendo detrás de la arboleda, llegó en el show de Ciro y Los Persas con Bicho de ciudad. A fin de cuentas, juega a favor que un número central como éste sea programado temprano. Paga por todos lados: el artista consigue la citada postal, mientras que el público llega a ese instante no tan erosionado por el cansancio.

Ciro invitó a su hijo Ale para una potente versión de

Entre tema y tema, desde el escenario Montaña llegaban los alaridos de Ruiz Díaz, como para abonar la idea de que Cosquín Rock está lleno de matices y energías disímiles.

“Cosquín, ayúdenme a cantar porque tengo una montaña en la garganta”, tiró “Fer” antes de arrancar A veces vuelvo con un gran coro del público y cantando al límite de sus posibilidades como de costumbre. El “gran finale” con el clásico agite de Dale! fue un derroche de energía tanto de arriba como de abajo del escenario. Un cierre para honrar la historia de Catupecu.

Mientras tanto, Los Caligaris ya habían arrancado en el Norte un show bien arriba ante un nutrido grupo que les seguía todas sus ocurrencias.

Los de Residencial América desplegaron su gracia en un show efectivo con su conocida adrenalina circense, e invitaron a varios artistas que habían pasado por el programa (de Yami Safdie a Las Pastillas) a hacer un asado y tomar un fernet. “Que viva Córdoba y la cultura”, cerraron a tono con una demanda que en la apertura tuvo versiones más radicalizadas en las voces de Lali y de Dillom.

Traperos sin reunión

A la nochecita, Ysy A salió en el Norte sólo con sus pistas para presentar oficialmente su último disco, El after del after. Para cuando cantó Copenhague, su tercer tema, el escenario norte era una sabana sacudida. Y con la voz de Gustavo Cerati preguntando “dónde va a ser el after”, metió una seguidilla de temas para pogo que tuvo su punto cúlmine en Ganas. En definitiva, hubo Ysysmo en Cosquín Rock.

Al finalizar, en ese mismo escenario salió a escena Duki quien hace dos días realizó casi el mismo concierto en el Festival de Villa María. Con calma y elevando de a poco su siempre enérgica puesta en escena. Givenchy, Top five y Tumbando el club fueron sus canciones más celebradas. Llamó la atención que, con lo compleja que es la programación, en la misma fecha y en el mismo escenario, coincidieron Neo, Ysy A y el Duko. Sin embargo no hubo reunión de “Modo diablo”.

Duki tuvo su momento convocante en el escenario Norte, aunque finalmente no hubo reunión del

En frente y a lo lejos, mientras Usted Señálemelo celebraba en el escenario Montaña su primer show nocturno en el festival con un despliegue contundente en lo musical y lo visual, y mientras su cantante agradecía a los que los siguieron “desde el hangar”, en un Sur superpoblado y con puntualidad inglesa irrumpía el artista más esperado del día y tal vez de esta edición.

En cuanto a la banda mendocina, nunca por debajo de las expectativas, los Usted desplegaron virtuosismo, elegancia y rock. Un superlativo Cocó Orozco rompió sus cuerdas -literalmente- con Mañana, Agüetas, Big Bang y Láser 420, en donde se cebó y hizo un solo descomunal que lo dejó tendido en el suelo. La guitarra, feliz.

Slash, otro cacho de historia para el festival

Pero más feliz fue cuando a unos cuantos metros hacía su aparición Slash. Sí, la leyenda de la guitarra con su galera, sus rulos y sus lentes plateados pisaba el escenario de Cosquín Rock escribiendo otra página histórica del evento.

Así como los cerros de Punilla fueron testigos privilegiados de aquel desembarco de Deep Purple o de aquella improvisada pero emotiva reunión de Serú Girán, ahora recibía al que tal vez sea el mayor guitar hero del rock contemporáneo.

“¡Olé olé olé olé, Slash Slash!” cantó un público de todas las generaciones tras los primeros arrolladores temas. Myles Kennedy, voz cantante de The Conspirators, la banda con la que Slash graba y gira cada ciclos irregulares, agradeció con mucha cordialidad. La cena estaba servida: sobredosis de hard rock respaldada por una banda impecable formación con por Brent Fitz (batería), Todd Kerns (bajo y eventualmente voz) y Frank Sidoris (guitarra rítmica).

Slash demostró porque es uno de los más grandes guitar hero del rock mundial. La leyenda se hizo presente (Javier Ferreyra/La Voz)

Algo llamativo fue la gran cantidad de gente que se acercó a ver qué pasaba con la leyenda. Aunque muy pocos supieran las letras de los temas, estaban convencidos que tenían que estar ahí, ovacionando y celebrando cada movimiento del guitarrista.

De jeans y camisa leñadora sin mangas, Slash no necesitó de la obra de Guns N’ Roses, la banda angelina que lidera con Axl Rose, para shockear. De hecho, de ese proyecto fundamental del hard rock de todos los tiempos sólo interpretó Don’t Damn Me, con Todd Kerns como vocalista. Fue más que suficiente.

El After del after

Con la electrónica haciéndose cada vez más lugar en el festival, el escenario Montaña puso la frutilla del postre a la programación de deejays pasadas las 23. Steve Aoki salió a desplegar su infinita creatividad al mando de las bandejas e hizo delirar a los concurrentes.

Invitó a Snow Tha Product, la rapera que colabóro junto a él en Ultimate. Agradecida y arengando a la gente, la mejicana volvió a desmostrar su high level en materia de rap bien callejero. Una acalorada despedida en aplausos para Snow, quien se probó nuevamente ante el público tras su recital con poca gente pero mucho agite en el escenario Norte.

El Dj de origen japonés enlazó con el celebrado remix Forever alone, del cordobés Paulo Londra. También versionó Smells like teen spirit y explotó lo que quedaba de Cosquín con “Quedate” la sesión de Bizarrap y Quevedo. Mientras pasaba más y más pistas, tiró Muñecas, tema de Tini y La Joaqui en el cual participa.

Aoki entendió todo, en la variedad está el gusto de los que asisten al festival.

Del lado del escenario Norte, Pablo Lescano demoró el inicio de Damas Gratis, programado para las 00.20 del domingo y que empezó con casi media hora de retraso. Con paciencia y vaso en mano, la mitad que no vio a Molotov cerrar el Sur, bailó cumbia “hasta las 6 de la mañana” como pidió el cumbiero.

Y allí está la foto del Cosquín Rock 2024, un festival nacido en las sierras de Córdoba que atravesó todos los cambios culturales que la sociedad argentina propuso a lo largo de los años. Ya no hay escenarios temáticos, ni tribus de rolingas, ni metaleros fundamentalistas. Cosquín Rock mutó de acorde a la apertura mental.

La gente tras deleitarse con la guitarra de Slash, delirar electrónica con Aoki y poguear con Ciro y los Persas, se fue a bailar cumbia gritando y flameando banderas con logos de rock al ritmo del teclado de Lescano, imagen impensada (e imposible) hace algunos años cuando los escenarios los cerraba Charly García, Ratones Paranoicos, Almafuerte o Andrés Calamaro.

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