La Voz del Interior @lavozcomar: Argentina, el país adolescente

Argentina, el país adolescente

Se ha hablado mucho del recurrente péndulo que sufre la economía argentina de las últimas décadas, y hoy nos encontramos, nuevamente, asistiendo a un giro que redefinirá la matriz económica, pero también política y social, y que probablemente establecerá las bases materiales para dar por terminado el ciclo del eterno retorno.

Como parte de su estrategia para corregir los problemas heredados, el nuevo gobierno aplicó un incremento significativo del tipo de cambio, a lo que agregó el fuerte ajuste fiscal, e impactaron de lleno en los niveles de inflación, provocando caídas en los ingresos reales de la población y en las ventas de las empresas. Las proyecciones conocidas estiman un retroceso en la actividad económica cercano al 3% para el año, aun cuando se espera una recuperación del sector agropecuario luego de la tremenda sequía de la campaña anterior, que le sumará más de dos puntos porcentuales al PIB.

Además, se pretende ordenar los marcos normativos orientándolos al impulso de las inversiones hacia el sector exportador, establecer reformas que simplifiquen la carga impositiva de las empresas y nuevas reglas en el mercado laboral.

La duda es si estas medidas, y las que continúen, conseguirán estabilizar las variables (fundamentalmente la inflación) en el mediano plazo y recuperar el crecimiento. Se apuesta todo al violento ajuste del gasto público para eliminar el déficit fiscal, lo que presenta serios desafíos, al margen de si el diagnóstico es correcto o no.

En las últimas semanas, los mercados financieros parecen haber considerado positivo el nuevo escenario, manteniendo estabilidad en los tipos de cambio alternativos, con la consiguiente baja en la brecha cambiaria y en el riesgo país. Esto ha permitido una cierta recomposición de las reservas, favorecida por el mantenimiento de los controles cambiarios y la postergación en el pago de importaciones. La duda ahora pasa por el comportamiento de los exportadores, frente a la liquidación de la próxima cosecha, y el momento que se elija para la salida del cepo.

En el primer caso, si bien la importante devaluación de diciembre favoreció los términos de intercambio, el traslado a precios fue importante y, a la fecha, la ventaja competitiva se ha reducido significativamente, por lo cual se espera la reticencia a vender una parte importante de los stocks presionando a una nueva devaluación.

En el segundo caso, si bien las autoridades mencionan que la medida se tomará hacia mediados de año, de mantener importantes saldos de importaciones impagos se producirá, inevitablemente, una corrección del tipo de cambio.

Ese se constituirá en un momento clave del devenir de las demás variables, el esperado freno a la disminución del nivel de actividad se producirá por la mejora de los sectores primarios hacia mediados de año; la posterior evolución dependerá de cuán importante sea la nueva corrección del tipo de cambio que, creemos, será inevitable. Ya sea por respuesta a las presiones de los sectores exportadores, para conseguir los saldos de balanza comercial necesarios y así fortalecer la posición de reservas, o como resultado del levantamiento de las restricciones cambiarias en un contexto de demanda de divisas, para hacer frente a los pagos atrasados por las importaciones, el grado de devaluación impondrá las condiciones para la evolución de nivel de actividad y fundamentalmente el nivel de precios que, si bien puede ser moderado por el ciclo recesivo, en nuestra economía es prioritariamente resultado de las condiciones cambiarias.

En definitiva, la tranquilidad en el sector financiero aún depende de demasiados controles y restricciones que mantienen una posición de debilidad del BCRA, a pesar de la mejora en su balance y la acumulación de divisas que está permitiendo la salida de la zona de reservas netas negativas.

Ilustración Eric Zampieri.

La economía real

Los mayores problemas están apareciendo por el lado de la economía real, por lo pronto el salario registrado promedio de la economía se encuentra bajo la línea de pobreza, mientras que las jubilaciones y demás prestaciones sociales son actualmente el principal soporte de la caída en el gasto público. Esto, además de la inequidad distributiva que representa, provoca una merma considerable en el nivel de actividad que castiga fuertemente a las pequeñas y medianas empresas (pymes) y particularmente al sector industrial, situación que se verá agravada cuando se complete la quita de subsidios a las tarifas de servicios públicos.

La caída del nivel de actividad ya está produciendo efectos en la recaudación del sector público, que por el momento está moderada por los ingresos provenientes del comercio exterior y el mercado cambiario, pero que genera serias dudas sobre la posibilidad de mantener el equilibrio en las cuentas del gobierno o, en su caso, de reducir aún más el gasto. Sin olvidar los efectos que la merma en los ingresos coparticipables tiene directamente sobre los gobiernos locales, que ya han visto reducirse drásticamente todas las demás transferencias.

El proceso que se abrió con las medidas implementadas implica, por un lado, un fuerte ajuste ortodoxo que pretende modificar los precios relativos, concentrando los ingresos en determinadas actividades y actores beneficiados en detrimento de los sectores asalariados. Por el otro, las reformas estructurales que se plantean (desregulación de la economía, privatizaciones, flexibilización laboral y apertura comercial) tienden a consolidar esa nueva estructura de precios relativos.

Todo esto se inserta en un contexto internacional donde se exacerba la demanda de energía, minerales y alimentos, bienes primarios con los que cuenta el país. Desarrollar estas actividades orientadas hacia los mercados externos presenta el riesgo de producir un proceso de acumulación de capital sustentado en la explotación de productos primarios y el consiguiente deterioro de los procesos de industrialización. La desindustrialización que comienza a perfilarse provocará desmejoras en el empleo, tanto en cantidad como en calidad y la primarización de la economía. Frente a ello, un proceso de dolarización, reiteradamente mencionado, no haría más que consolidar esta nueva matriz productiva.

Un párrafo aparte merece los recortes en los egresos del sector público que están orientados a sectores estratégicos, proveedores de infraestructura, desarrollo, innovación y cultura que han caracterizado a nuestro país en la región y en el mundo. Estas áreas dependen, acá y en todos los países que aspiran al desarrollo de sus economías y habitantes, del sector público. Es el Estado el que debe realizar las inversiones necesarias para que el sector privado pueda luego aplicar los nuevos conocimientos en las actividades productivas. Abandonarlas llevará al atraso y a la decadencia de la sociedad en su conjunto, el retroceso será muy difícil de revertir.

La duda es si la sociedad argentina, como un adolescente que se mantiene en la búsqueda de su destino, aceptará este nuevo estado de cosas o nuevamente buscará un cambio de rumbo en el próximo ciclo político.

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