Acuerdo frágil con el FMI, futuro incierto para la Argentina
Finalmente, el gobierno nacional y popular logró la aprobación del acuerdo con el ogro tan temido: el Fondo Monetario Internacional. Curiosamente, lo hizo con el aporte de votos decisivos de la oposición y el rechazo de la líder actual del peronismo, quien tan sólo pudo arrastrar a 13 senadores que, tras la votación, emitieron un comunicado pleno de pronósticos lúgubres sobre la economía.
Presagiar problemas futuros pese al acuerdo firmado carece por completo de mérito premonitorio: todos sabemos que Argentina continuará con sus dificultades económicas durante mucho tiempo. El beneficio del acuerdo consiste, principalmente, en no pasar a habitar la árida región de quienes quedan excluidos del mundo del comercio y las finanzas internacionales, donde todo se hace más difícil e incierto.
Gambetear el ajuste
Durante largos años, el peronismo ha logrado eludir el ajuste. Siempre encontró recursos para continuar con sus artilugios expansivos, que funcionan como un auténtico esquema Ponzi aplicado a la política económica.
Los siempre valorados superávits gemelos de Néstor Kirchner no fueron el resultado de una estrategia deliberada, sino la consecuencia natural del quebrantamiento de la convertibilidad. El peso redujo su valor en dos terceras partes o, lo que es lo mismo, el precio del dólar se triplicó. La crisis reacomodó todos los números de la economía y permitió, sin elucubraciones teóricas, lograr superávit fiscal y balanza comercial favorable. El mejor de los mundos posibles. Además, el precio de nuestros productos de exportación comenzaba a aumentar y a fortalecer todas las variables.
Tras el rechazo de la resolución 125 en el Senado y la derrota en los comicios de 2009, comenzó una expansión alocada del gasto público para conquistar voluntades y retener el poder, objetivo que se logró, pero a costa de minar las bases de la economía. El país legado a Macri ya tenía una deuda impagable y una inflación elevada, aunque contenida en su verdadera dimensión si se intentaba sincerar todas las variables y los precios.
Con nuevo endeudamiento, Macri eludió un estallido e inició, en sus últimos dos años de gobierno, un ajuste severo que le costó la reelección. En su regreso al poder, el peronismo señaló la herencia como la responsable de todos los problemas del país. Encontró margen para aumentar el gasto público y para congelar precios, pero llega el momento en que las tretas para gambetear los problemas se van acabando y es necesario intentar algún tipo de solución.
El Gobierno, por supuesto, no pretende tanto. Su aspiración máxima es bastante más simple: que los efectos más impactantes de la crisis que vendrá puedan ser atribuidos al gobierno que seguirá a este. Nada más. De ese modo, será el “neoliberalismo” el causante de los males argentinos y nuevamente, llegado el caso, el peronismo ofrecerá sus patrióticos servicios para salvar al país.
La gran Cobos
La vicepresidenta quedó en minoría. Pero más importante aún que el mero conteo de votos es su imagen deslucida y frívola, preocupada por denunciar conspiraciones a partir de una pedrada –convenientemente filmada– que acertó a entrar a su despacho, resultado para nada extraordinario de los desmanes habituales a manos de grupos de izquierda.
A diferencia de Julio Cobos, Cristina no debió desempatar con su voto. Tampoco creyó conveniente hacer conocer de algún modo sus puntos de vista sobre el acuerdo con el FMI. Lo hizo de un modo tangencial, a través del video de la piedra, en el que reclamó inmunidad en razón de que ella siempre ha luchado contra el FMI. Su liderazgo ha menguado notablemente y apenas se circunscribe a su malhumor gestual y al recuerdo de glorias pasadas.
Esta vez, la mayoría del peronismo se alineó con el Presidente. El realismo político le ganó por puntos al discurso nacional y popular. Pero se trata de una victoria frágil y transitoria. 2023 es un año electoral y, por lo tanto, muy propicio para aflojar todas las vallas que puedan contener el gasto público. Sin recursos ni posibilidad de endeudamiento, la emisión monetaria es el camino para demostrar sensibilidad popular en búsqueda de la conquista del voto para las elecciones presidenciales.
El peronismo no está dispuesto a hacer ningún esfuerzo para ordenar el país. Teme el malhumor popular que naturalmente acompaña todo cambio ambicioso que intente implementarse. Su estrategia es otra: mostrar “sensibilidad social” gastando por encima de las posibilidades del país. Y si la inflación recrudece, se atribuirá a la agresión rusa a Ucrania, a la pandemia o a las políticas exigidas por el FMI.
Es impensable que el peronismo ajuste de manera voluntaria. Pero se sabe: si los gobernantes no toman nota de los problemas o se hacen los distraídos, entonces la economía, por propia cuenta, buscará nuevos equilibrios que seguramente conllevarán sacudones más dolorosos.
El cálculo del kirchnerismo es bastante rústico: como es altamente probable que la economía desmejore por la inflación y la acumulación de desequilibrios, entonces el rechazo al acuerdo pondrá de manifiesto su clarividencia. Está por verse si, llegado ese momento, el humor social apuntará al FMI o al Gobierno.
* Analista político
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