La Voz del Interior @lavozcomar: “A veces me dan ganas de llorar cuando consigo fotografiar a un pájaro”

“A veces me dan ganas de llorar cuando consigo fotografiar a un pájaro”

–¿Desde cuándo sos “pajarólogo”?

–Desde que nací. Desde muy niño me gustan las aves.

–¿Cuántos años llevás acosando aves silvestres?

–Unos 49: toda la vida.

–¿Te sentís un voyeur?

–Ja ja, sí. Todos los comportamiento de las aves me generan buenas fotos, las de apareamiento también. Hay imágenes del cortejo entre los cóndores que son conmovedoras.

–¿Lo has hablado con tu psicólogo?

–No, lo veo normal aún, ja ja.

–Si tuvieras que decir cuándo nació tu ornitofilia ¿cuál momento destacarías?

–Recuerdo un día que me trepé a unos árboles altísimos para ver los huevos de las diferentes especies. Fue una gran adrenalina.

–¿Primero dibujabas pájaros?

–Tengo dibujos de aves desde muy corta edad . Primero con fibras, luego con témperas y ahora hago hiperrealismo con acuarelas y acrílicos.

–¿Cuál fue la primera especie que dibujaste?

–Ovnis, ja ja. También aves inventadas por mí. En mi primer dibujo aparecen un flamenco, un benteveo y un cacholote.

Guillermo Galliano, en su casa en Unquillo. (Pedro Castillo / La Voz)

–Al principio, ¿no te sentías medio nerd fotografiando pájaros?

–Ja ja, no, para nada. Todos mis amigos ya sabían de esta pasión y jamás hubo burlas.

–¿Tenías socios en la aventura?

–Mi hermano me acompañaba. Vivíamos muy cerca del río Suquía y ahí pasé la infancia más maravillosa del mundo. Éramos unos salvajes felices. Sólo malla y zapatillas.

–¿Cuál fue la primera especie que fotografiaste de modo profesional?

–Un crespín cerca del Kempes. A esa fotografía no la preparé, fue de sorpresa. Jamas había visto un crespín y de repente estaba enfrente mío con la luz ideal.

–¿Cuántos países recorriste fotografiando aves?

–Más de 36, en los 5 continentes y en la Antártida.

–¿Cuál es tu canto favorito?

–El del rey del bosque.

–¿Te perdiste una fiesta de cumple por estar colgado de un árbol para fotografiar unas loras?

–Sí. Me perdí muchos eventos sociales y familiares. En un cumple dejé a todos los invitados en casa por fotografiar unos loros, pero la especie lo ameritaba.

Guillermo Galliano ornitólogo y fotógrafo. (Pedro Castillo / La Voz)

–También te tiraste desnudo a un río para poder fotografiar un águila.

–No desnudo: en ropa interior, ja.

–No debe ser fácil convivir con un ornitólogo…

–No estoy capacitado para responder eso. Yo creo que es fácil, ja ja.

–¿Cuántas parejas te plantearon: “Elegí: los pájaros o yo”?

–Ninguna. Al contrario, me sentí apoyado y motivado en todos los casos ,por lo cual estoy realmente agradecido.

–¿Cuando a tus hijas en la escuela les preguntan a qué se dedica su papá, responden “empleado bancario”, para no tener que dar explicaciones?

–Al principio les costaba un poco pero ahora ponen cara de póker y dicen: les saca fotos a los pájaros y trabaja en una fundación.

–¿Cuántas especies llevás fotografiadas?

–No sé. Los números no son lo mío.

-¿Hay ornitólogos a los que admires?

-Sí, por ser excelentes compañeros y buenas personas admiro a Guillermo Sferco, Gabi Orso y Pachu Merlo. También a Manuel Nores, pionero de la ornitología junto a Darío Yzurieta.

–Conseguir una fotografía muy buscada, ¿es casi un orgasmo?

–Es una sensación muy movilizadora, sumamente emocionante y me sensibiliza bastante. Se podría comparar con un orgasmo, ¿por qué no?

–¿Te has emocionado al punto de llorar al conseguir una foto?

–A veces me dan ganas de llorar. Me entrego a disfrutar del momento y agradezco.

Te morís y reencarnás en un pájaro ¿Cuál especie te gustaría?

–Un gavilán ceniciento. Es una rapaz que me gusta.

Guillermo Galliano, en su casa en Unquillo. (Pedro Castillo / La Voz)

–¿La ornitología puede reemplazar al sexo?

–No, para nada. La combinación de ambos es lo ideal.

–¿Has tenido fantasías sexuales con aves del paraíso, por ejemplo?

–Aún no. Las fui a ver a Nueva Guinea pero no me excitaron, ja ja.

–¿Por qué crece este fenómeno de salir a espiar las vidas de los pájaros?

–Es una actividad sumamente placentera que nos vuelve a conectar con lo esencial, con el entorno. Es volver a los orígenes y dejar atrás la tecnología y las urgencias. Desplazarse por el monte al amanecer, en silencio, sólo escuchando a tu alrededor y buscando aves es toda una experiencia.

–¿Cómo se empieza en esta locura?

–Pasión, perseverancia y paciencia.

–¿Cuál es el equipo básico para un pajarólogo?

–Las principales herramientas ya las tenemos. Son nuestros ojos y oídos. Luego, binoculares y una cámara con un lente ideal de 600 mm, pero se puede empezar con uno menor.

–¿Cuántas especies habitan la zona urbana de la ciudad de Córdoba?

–Aproximadamente unas 50, y en el parque Sarmiento unas 150. Son más en la Reserva San Martín.

–¿Ya las fotografiaste todas?

–Sí, todas las de zonas urbanas.

Guillermo Galliano. (Pedro Castillo / La Voz)

–De las aves que pueden verse en Argentina ¿qué porcentaje ya capturaste con la cámara?

–Un 70 por ciento de las más de mil especies que hay en Argentina.

–Contame tu excursión más complicada para conseguir una foto.

–Sin duda, en la Antártida. Llegar a una pingüinera de pingüino ojo blanco, por un acantilado, con riesgo a quedar atrapados entre los témpanos. Fue durísimo. Debíamos ir por la estrecha costa junto el mar y sólo teníamos dos horas para no quedar entre los témpanos, ya que la marea iba a subir. Fue muy duro por el viento, el frío, la nieve y desde el acantilado se desprendian piedras redondas que nos caían al lado. Fue muy peligroso. Y al saltar entre témpano y piedras había que ver bien porque algunas no eran piedras sino focas durmiendo y no se distinguían. Pisamos un par. El último tramo, ya exhausto,s lo hicimos arriba de témpanos, sobre el agua. Fui con Damián, un técnico en comunicaciones de la Base Marambio que se arriesgó y me acompañó, ya que por protocolo militar yo no podía ir solo.

–Y contame tu excursión más desastrosa.

–Un relevamiento de la monjita salinera con el equipo de la Fundación Mil Aves. Nos agarró una lluvia torrencial. En Nepal, nos encaró un rinoceronte y me puse a correr alrededor de un árbol.

–¿Cuál es la figurita más difícil de tu álbum?

–Un águila poma de la selva jujeña.

–¿Y cuáles figuritas principales te faltan y querés conseguir?

–Muchas. El águila arpía es mi próximo objetivo.

–Creaste una fundación, Mil Aves. ¿Para qué?

–Para educación ambiental, conservación e investigación científica.

–Muchas tradiciones consideran a los pájaros mensajeros entre lo terrenal y lo espiritual. ¿Sentís algo de eso cuando los ves?

–No creo en nada de eso.

–Entrás a una casa y ves que tienen pájaros enjaulados. ¿Te sale el serial killer de adentro?

–Un poco. Abrí muchas jaulas haciéndome el distraído.

-¿Qué aprendiste en pandemia?

–A valorar los espacios verdes. Nos ayudó a valorar más nuestro patio, plaza, reserva o área natural, y así protegerlas.

–¿Cuál es el sentido de la vida?

-El mío es pregonar a través de las aves el amor y el cuidado de la naturaleza.

Casi medio siglo persiguiendo aves

Guillermo Galliano tiene 49 años. Es cordobés capitalino y vivió hasta los 30 en el barrio Villa Belgrano. Luego se mudó a Unquillo, donde vive actualmente.

Tiene dos hijas, Lucía y Paula, y completa la familia con mamá, hermano, primos y sobrinos.

Desde muy chico estudió fotografía y ornitología en forma autodidacta. Es técnico superior en Turismo y Hotelería.

No le gustan mucho las entrevistas porque dice que lo hacen “pensar mucho”.

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