Gobernar frente a un incierto viento en contra
el país.
La reciente e histórica marcha universitaria podría ser mirada en retrospectiva dentro de algunos años, como la primera bala que le entró al Gobierno nacional. La masividad y espontaneidad, a pesar de la participación de lo que el propio Javier Milei considera «casta» sorprendió a propios y extraños, dejando perplejos a los funcionarios nacionales y al propio Presidente.
Desde el Gobierno, en una primera instancia reaccionaron de muy mala manera, subiendo la tensión con las universidades. Pero pasadas las horas y con la espuma bajando, se dieron cuenta rápidamente de que el tema afecta no sólo a la casta política, sino a sus propios votantes de las clases más bajas. Y rápidos de reflejos, retrocedieron desde lo discursivo.
La provocadora actitud presidencial y la cadena nacional terminaron por activar la multitudinaria marcha en todas las ciudades, y concluyó siendo un gran mensaje para una gestión que tiene que escuchar más allá de su estratégica comunicacional agresiva, evalúan desde el oficialismo bonaerense.
Más allá del análisis que se pueda hacer de la marcha, lo cierto es que se consolidó como la primera muestra de masa crítica a las políticas libertarias, y quizá pueda servir como catalizador para la futura recomposición de la oposición.
«Milei vive en una realidad paralela y festeja un superávit fiscal ficticio que es consecuencia de una brutal recesión, producto de deudas impagas y licuación a los trabajadores y jubilados”, comentan en ámbito legislativo.
Uno de los que mejor leyó la situación fue el gobernador Axel Kicillof, quien participó de la marcha pero no se subió al escenario, a pesar de ser invitado por los rectores. Supo correrse a tiempo. En el suma todo que deberá hacer el mandamás bonaerense en su sueño presidencial, cada detalle cuenta en este minucioso armado.
Por ahora en su territorio, que es la Provincia, Kicillof viene manteniendo las cosas bastante ordenadas, sin mucho ruido político y pensando cómo hacer para sostener la administración en el tiempo, pero además buscando sumar aliados para enfrentar a la gestión de Milei. Lo beneficia, al menos por ahora, la potencia de la agenda política y mediática nacional, que ocupa todas las conversaciones de la opinión pública.
«El Gobierno nacional festejaba haber llegado al superávit fiscal, pero le faltó explicar que se basó en la caída de las jubilaciones, el desfinanciamiento de las universidades y la pérdida de derechos”, subrayó Kicillof, tras denunciar discriminación en el reparto de los recursos con una advertencia: «No nos vamos a someter a la política del ajuste permanente».
Horas más tarde llegó la imitación presidencial a Kicillof para entretener al auditorio durante la cena de la Fundación Libertad, de la que participó entre otros, el expresidente Mauricio Macri. «El soviético que está en la Provincia», definió sarcásticamente Milei al gobernador.
En esa aparente «tensa calma», el campo bonaerense, quizás uno de los sectores más movilizados y críticos de la gestión de Kicillof, volvió a la carga para pedir una morigeración en la carga impositiva, sobre todo en el inmobiliario rural.
Primero se reunieron con el propio gobernador, para plantearle las dificultades del sector, sin lograr demasiadas concesiones: sólo una media promesa de revisión. Luego se cruzaron de vereda para reunirse con legisladores, ante la necesidad de ponerle un límite en los aumentos.
Sin demasiadas esperanzas, lo más importante de las reuniones fue la catarsis que hicieron juntos las entidades agrarias y los legisladores opositores, y la autocrítica por la falta de comunicación que tuvieron durante la discusión de las leyes impositivas, y la necesidad de hacer un trabajo conjunto para llegar a la discusión de fin de año con otra sintonía más fina.
«La idea es trabajar este año en una agenda común que nos permita canalizar de mejor manera las necesidades del sector”, señaló la senadora radical de la Sexta, Nerina Neumann, quien participó de las reuniones, junto a Fernando Compagnoni (PRO) y Emiliano Balbín (UCR).
También en las diagonales dicen que la renuncia del juez Luis Genoud como ministro de la Corte bonaerense para iniciar sus trámites jubilatorios, abrió una encrucijada política ya que el máximo tribunal tiene más lugares vacantes, situación que podría empujar un acuerdo entre el oficialismo y el arco opositor dialoguista, es decir, un sector de la UCR u otros desprendimientos de Juntos por el Cambio.
La negociación la encara directamente el ministro de Justicia, Juan Martín Mena quien por orden de Kicillof – se asegura- quiere “ver afuera” al Procurador General bonaerense, Julio Conte Grand y poner a alguien de su entorno.
Mena viene trabajando para llegar a los acuerdos necesarios y empezar a enviar los pliegos al Senado y así poder avanzar en la cobertura de cuatro vacantes pendientes en el máximo tribunal de Justicia provincial. Dentro de la Gobernación tienen establecido que el oficialismo arrimará dos postulantes y la oposición los otros dos.
En estricto «off», hay sectores radicales que apuestan muchos boletos para que el primer pliego que llegue a la Legislatura sea el de una mujer. Otro que va a competir fuerte por la oposición es el PRO -en eventual acuerdo con libertarios– postulando a un camarista civil platense.
Otros amarillos impulsarían al exfiscal Marcelo Romero que contaría con el Ok tanto del macrismo como del bullrichismo, aunque algunos dirigentes cercanos a la exgobernadora María Eugenia Vidal buscarían candidatear a la Corte a Conte Grand.
De darse está última posibilidad, Kicillof finalmente vería concretado un deseo doble: en primer término sacaría del tablero al actual Procurador y, por otro lado, se quedaría con un lugar que apetece el oficialismo desde hace tiempo.
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