La Nación Economía: Una retirada tan estrepitosa como su explicación

Una retirada tan estrepitosa como su explicación

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WASHINGTON.- La sala de prensa de la Casa Blanca estaba abarrotada. Por primera vez, el gobierno de Joe Biden se vio forzado a poner todas las manos a trabajar en “modalidad crisis”. La desastrosa retirada de Estados Unidos de Afganistán ante la caída del gobierno en Kabul y el veloz retorno de los talibanes al poder obligó al gobierno a apurar un plan de evacuación y a diseñar una respuesta a una ola de críticas que llegaron desde todos los frentes, y que incluyó fuego amigo.

La caída de Kabul tomó desprevenido al gobierno de Biden. La primera reacción durante el fin de semana en el que todo cambió fue el hermetismo. Mientras los talibanes avanzaban hacia la capital afgana y el presidente Ashraf Ghani huía del país, la Casa Blanca permaneció en silencio. Biden siguió el inicio de la crisis desde Camp David, la residencia oficial de descanso, donde comenzaba unas vacaciones de 10 días. Su vocera, Jen Psaki, que maneja con disciplina el vínculo con los medios y el discurso oficial, también estaba de vacaciones.

Lo que se vio los días siguientes fue una administración a la defensiva, intentando al mismo tiempo corregir sobre la marcha las fallas en la planificación de la salida de Kabul y recuperar la narrativa sobre la retirada de Estados Unidos de Afganistán.

El lunes llegó la primera reacción: Biden regresó a la Casa Blanca para dar su primer discurso sobre la crisis. Biden utilizó ese mensaje para reafirmar su decisión de honrar el acuerdo firmado por Donald Trump con los talibanes y poner punto final a la guerra más larga en la historia del país, y echarle la culpa al ejército afgani y a Ghani por la caída de Kabul. A esa altura, el repliegue de Estados Unidos era comparado con la salida de Saigón, Vietnam en 1975. Biden eludió un mea culpa, pero admitió el primer error: reconoció que el avance talibán ocurrió mucho más rápido de lo que esperaban. A diferencia de sus discursos anteriores, Biden se fue sin responder preguntas, en medio de los gritos de los periodistas.

Al día siguiente, Psaki y el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, respondieron preguntas de los corresponsales de la Casa Blanca. LA NACION fue el único medio argentino en la sala. Acorralado a preguntas, Sullivan bajó la misma línea que había marcado Biden, pero ofreció una de las primeras justificaciones del fracaso: “Aún los planes bien diseñados no sobreviven el primer contacto con la realidad, y requieren ajustes, y hemos hecho esos ajustes”, dijo.

El miércoles, Biden brindó una entrevista a George Stephanopoulos de la cadena ABC. No es una estrategia habitual para Biden: fue su novena entrevista televisiva desde que llegó a la Casa Blanca. A la misma altura al inicio de sus presidencias, Barack Obama ya había dado 50, y Donald 113. Biden volvió a intentar cambiar la narrativa: había prometido una salida ordenada y segura de Afganistán, pero ese día le dijo a Stephanopoulos que era imposible salir del país sin caos.

La narrativa oficial quedó en manos de Biden, los funcionarios de seguridad de mayor rango y los voceros oficiales, y no estuvo exenta de declaraciones falsas o contradicciones, un hábito de la presidencia de Donald Trump. El Departamento de Estado y el Pentágono brindaron información de la evacuación en sus tradicionales conferencias de prensa diarias. Pero la crisis también ofreció una buena dosis de declaraciones off the record –que sirvieron como pases de facturas entre las agencias oficiales por las fallas de la evacuación– en los medios, algo que era común durante el gobierno de Trump, y que la administración de Biden había logrado evitar.

Ya a esa altura las agencias de inteligencia de Estados Unidos habían quedado en la mira por su ceguera para ver la debilidad del gobierno y el ejército afgano, y la rapidez con la cual los talibanes se apoderaron de Kabul. El propio Biden reconoció que nada había llegado a su escritorio que anticipara la estrepitosa caída.

El viernes, Biden brindó un nuevo discurso sobre Afganistán. Esta vez, estuvo flanqueado por la vicepresidenta, Kamala Harris; el secretario de Estado, Antony Blinken, y el jefe del Pentágono, Lloyd Austin. Criticado también por su renuencia dar conferencias de prensa –suele perder la paciencia rápido–, esta vez Biden tomó preguntas de los periodistas. Fue su último intento por intentar recuperar la narrativa de la salida, que era muy negativa para su gobierno. Biden terminó por ofrecer el diagnóstico más crudo de la retirada: dijo que era una de las operaciones más difíciles en la historia, y que no podía dar garantías sobre cómo terminaría o que no habría muertos.

Biden tenía previsto regresar a Wilmington este fin de semana para intentar descansar, pero tuvo que cambiar sus planes, y quedarse en la Casa Blanca. La crisis, lejos de menguar, sigue con pronóstico reservado.

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