La Nación Economía: Representar al país requiere más apoyo

Representar al país requiere más apoyo

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Terminan los Juegos Olímpicos y pienso, “nada cambio, que pena.” Ser atleta en cualquier parte del mundo es sacrificado pero serlo en Argentina es doblemente sacrificado y la gente en general, que no tiene idea de lo que es entrenar para llegar a competir en un juego olímpico, sólo mira la falta de resultados.

En la Argentina, con el 50% de pobreza, donde 7 de cada 10 niños en edad de iniciación deportiva son pobres, qué más se puede decir… solo nos queda agradecer que aún haya algunos clubes de barrio donde puedan sentirse atraídos por el deporte y que eso signifique un aprendizaje sobre valores como el compañerismo, saber que para lograr algo hay que esforzarse, respetar reglas, el desarrollo de potencialidades, formación física y mental, entre otras.

Yo fui atleta en los años 80 y tuve la suerte de ir a un colegio donde nuestros profesores de educación física Rodolfo Barizza e Hilde Kerst eran entrenadores del equipo nacional de atletismo. Ellos supieron ver mi facilidad para correr velocidad. Competí en alto rendimiento desde que termine la secundaria con 17 años, en el año 1982, hasta 1988. En ese tiempo viajábamos mucho a Santa Fe, ya que solo habían dos pistas de atletismo reglamentarias, aquella y la del Cenard.

Dormíamos en las estaciones de ómnibus en cuartos para mujeres y hombres. Las pretemporadas en verano y los viajes en general eran pagados en mi caso por el club que representaba en ese entonces, Cardenal Stepinac, de la mano de mi entrenador Germán Romañach. Estudiaba psicopedagogía y entrenaba a la tarde-noche en el Cenard de lunes a viernes. Los fines de semana competíamos. Mi compañera Mariel Góngora, corredora de 800 meros, cuyo hijo Julián Gaviola compite actualmente en la misma especialidad en San Lorenzo, participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 en 1500 metros, con tan solo 18 años.

Homenaje a Débora Bell en el Cenard, en 2015, por su trayectoria como atleta federada

Homenaje a Débora Bell en el Cenard, en 2015, por su trayectoria como atleta federada

¿Qué hubiera sido de nosotras de haber seguido compitiendo con el apoyo necesario? ¿Hasta donde hubiésemos llegado? Ojalá hubiésemos tenido un Santi Maratea, que con tanta empatía, amor y honestidad lleva adelante tantas causas para ayudar. La última dando su apoyo a los jugadores de la selección argentina Sub 20 de waterpolo para que puedan viajar al mundial de Praga.

En la previa a los Juegos Olímpicos de Seúl nos fuimos con mi entrenador a México un mes y medio antes de un torneo Iberoamericano para poder hacer la marca. El Comité Olímpico me pedía 11.54 segundos. Una semana antes, en un apronte, hice 11.43. Llegó el día y algo que jamás había sucedido pasó: salí mal de tacos. Pero esto es así. Era dejar todo en esos 11 segundos. No puede haber margen de error. Era todo o nada.. y para mi fue la nada. Recuerdo subir a la grada mas alta del estadio después de haber corrido la posta de 4×400 metros y, agotada, decir “hasta acá llegaste”. Hoy en día con mis 11.68 segundos hechos en aquel Sudamericano hace 33 años aún estaría en una serie de un juego olímpico.

La autora es cinco veces campeona nacional en 100 metros, cuatro en 200 metros, record sub 23 y campeona sudamericana 1987

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