La Nación Economía: Los competidores no se quedan a esperar, también juegan

Los competidores no se quedan a esperar, también juegan

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Las cifras récord de los precios internacionales y el aporte de divisas del agro a la economía pueden llevar a la creencia de que el sector es capaz de sortear todas dificultades. No importa cuántos impuestos o trabas para el comercio se establezcan si, al fin y al cabo, el campo es competitivo.

Sin embargo, queda por fuera del radar lo que está ocurriendo en las raíces de esa competitividad. Un informe de la Fundación Pensar que se conoció esta semana da cuenta de la pérdida de lugares de los productores argentinos respecto de sus competidores de Uruguay, Brasil y Estados Unidos.

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Al comparar el poder de compra de un productor argentino respecto de sus pares de esos países, el trabajo revela que, para comprar el mismo tractor o cosechadora, aquí se necesita lograr más carne, leche, maíz y soja que los competidores.

Por ejemplo, en kilos de novillo, el ganadero argentino debe producir un 73% más que el norteamericano, 28% más que el brasileño y 17% más que el uruguayo para comprar un tractor mediano de uso mixto de 115 a 120 HP de potencia. En litros de leche, tiene que lograr 88% más que en EE.UU., 65% más que en Brasil o 52% más que en Uruguay.

Para el caso de la soja, un agricultor argentino, por ejemplo, debe producir 96% más de toneladas que su par de Brasil para adquirir un tractor mediano a grande, (200 a 230 HP), 71% más que uno de Uruguay y 103% más que uno de los EE.UU.

En el caso del maíz, para ese mismo segmento de equipo agrícola, el productor local necesita que la cosecha sea 58% superior a la de un brasileño, 45% más que un norteamericano y 10% más que un uruguayo. La comparación fue realizada sobre la base de los precios de equipos de la marca John Deere, presente en los cuatro países.

“Muchas veces se considera que, de alguna manera u otra, la soja, la carne, el maíz o la leche se van a seguir produciendo en Argentina pase lo que pase. Pero cada vez el acceso o no a la tecnología ya sea en maquinaria, software y hardware para agricultura de precisión, equipos de frío para tambos, y tecnología en general define qué países quedan en el mercado, y quienes salen de competencia”, advierte Luis Miguel Etchevehere, coordinador de la Mesa de Agro de la Fundación Pensar.

El efecto de impuestos como los derechos de exportación, el cepo cambiario y otras distorsiones de la macroeconomía provoca un impacto negativo en la competitividad del sector.

“No alcanza con la innovación solamente. Acceder o no, a comprar tractores, cosechadoras u otros implementos agrícolas a precios competitivos es fundamental”, añade Etchevehere.

Se puede creer que con la fertilidad de los suelos de la región pampeana y un régimen de lluvias benéfico, más la capacidad de innovación de la producción argentina se pueden atravesar todas las barreras. Pero en algún momento la cuenta empieza a ser negativa. Y los países que tienen un potencial parecido al de la Argentina no se detienen a preguntar qué es lo que sucede aquí: avanzan y conquistan mercados. Alcanza, por ejemplo, con observar lo que ocurrió en Brasil en las últimas décadas con la carne. De ser un jugador marginal, hoy es líder en la exportación y con cortes que ingresan en los segmentos de demanda más exigente. Decir que “tenemos la mejor carne del mundo” puede ser autosatisfactorio, pero los competidores no descansan.

Además del acceso a la mejor tecnología, también la infraestructura y la logística son cruciales para mantenerse en carrera. Sin embargo, el Gobierno está decidido a ir en la dirección opuesta. Esta semana se conoció el decreto por el cual otorga a la Administración General de Puertos (AGP) la potestad para el cobro del peaje para el dragado y balizamiento de la hidrovía. Al mismo tiempo, no está claro cómo se desarrollará la licitación para que un nuevo concesionario ejecute las obras. Tras la oleada nacionalista del kirchnerismo se reveló el verdadero objetivo: la caja.

Los exportadores advirtieron que el futuro concesionario deberá golpear la puerta del Estado para reclamar el costo del trabajo que deberá encarar. La experiencia argentina demuestra lo que ocurre cuando son necesarios esos trámites. El riesgo, aquí, es que finalmente el costo logístico se traslade a la producción. En Brasil, que deben hacer más de 1000 kilómetros para trasladar la soja desde el campo hasta los puertos, deben estar celebrando el deterioro competitivo argentino. En este caso, la retórica nacionalista guarda silencio.

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