El Cronista @cronistacom: Lo que vivió con Macri, la «grieta humana» y Milei: «Los populistas ganan por el fracaso de los demás»

Lo que vivió con Macri, la «grieta humana» y Milei: «Los populistas ganan por el fracaso de los demás»

 Marcos Peña tiene 47 años y es de piscis. Lo recuerda en medio de la charla, cuando El Cronista le pregunta sobre las experiencias terapéuticas no tradicionales que contó en su libro El arte de subir (y bajar) de la montaña, libro que acuñó a partir de su propia experiencia como uno de los hombres más poderosos de Cambiemos, antes de dejar todo eso atrás

Para muchos es un tratado de autoayuda y tal vez no le moleste esa definición. Está convencido de que los gobiernos, los partidos políticos, las empresas y cualquier otro lugar donde haya poder, no tienen un espacio para contener a los que se ven obligados a bajarse de la montaña.

Evidentemente, es su caso. Después de 18 años de ascenso, el poderoso exjefe de Gabinete de Mauricio Macri se quedó sin la mochila que cada vez le pesaba más y no le fue nada sencillo encontrarle la vuelta a su vida, cambiarla por otra más sencilla, más humana. Retirado, no quiere hacer declaraciones sobre lo que piensa, pero da pistas que preferiría ocultar.

Peña tiene opinión sobre todo, aunque no lo dice. Por ejemplo, que el PRO ya no existe como instrumento de transformación, que Juntos por el Cambio sigue siendo un espacio para ser representado, que en la diversidad de una coalición hay un camino, que tanto Horacio Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich son dirigentes muy valiosos. Es lo que piensa, dicen sus amigos. Pero no lo dice. Aquí, el diálogo que tuvo con El Cronista.

– ¿Cómo se siente ahora que volvió al ruedo?

– Tranquilo, porque siento que volví a partir de lo que puedo aportar en materia de experiencia, de aprendizaje y eso es mucho menos tenso como rol que el anterior que tuve.

– Pero estaba protegido en algo más familiar, en todo caso trabajando en el exterior. Hasta la presentación del libro que hizo fue para pocos… 

– Bueno, la presentación del libro será el 2 de mayo en la Feria del Libro, donde voy a estar charlando con Juan Pablo Varsky. A partir de ahí salgo a presentar el libro a otras provincias, a Córdoba el 8 de mayo, el 22 de mayo en Rosario. Y referido a tu pregunta, salir a contarle a la gente en qué estoy me ayuda un poco a alinear la conversación.

– Parte del libro, no diría que lo más importante, es una autocrítica a su gestión. Y no menciona algo que se decía mucho entonces, que el rol de jefe de Gabinete era demasiado para alguien con poca experiencia política. ¿No piensa que tal vez ese lugar no era para usted?

– Creo que lo de la poca experiencia es relativo, venía de 12 años de gestión y ocho en la Ciudad, además de los dos años en la Legislatura. El Presidente me pidió que lo acompañara ahí y no siento que hubiera un tema con la capacidad. En todo caso, puede haber una discusión sobre el perfil para ocupar ese cargo. 

– Lo que más critica es el rol del vocero de Gobierno, su exposición a los medios, el peso que eso significó…

– No sé si es una crítica. Intento plantearlo como un aprendizaje. Hay una subestimación de la dimensión humana. En el rol que asumí hubo una complejidad ahí, una carga sobre ese rol simbólico, que atentaba contra la propia función.

– ¿Hay lugar para la dimensión humana dentro del liderazgo en la política?

– Sin duda, es el área más humana de todas. Una grieta importante es entre la buena gente y la mala gente, mucho más que ideológico. En la política se ve muy explícito esa intención de para qué se quiere ocupar esos roles. Y justamente es ahí, en la responsabilidad más alta, donde más se requiere enfocarse en la dimensión humana, porque es un ambiente hostil.

– ¿No es naif plantear la lucha por el poder de este modo?

– Los resultados con políticas no humanas no fueron buenos, y parte del desafío es encontrar aprendizajes que nos mejoren. Creo que es un error pensar la dimensión humana como un costado blando, débil, suave, e incompatible con la lucha del poder. Hay miles de años de historia que demuestran lo contrario, la posibilidad de un líder de autoconocerse genera fortaleza. Lo ingenuo es pensar que sin cambio en la política vamos a obtener mejores resultados.  

-¿Y hay diferencias dentro de la política, en sus múltiples niveles?

-En la política local, en localidades pequeñas o incluso grandes, pero no tanto como un gobierno nacional, hay cercanía, proximidad, vínculo humano. La política nacional tiende a desconectarse de ese vínculo directo. A nosotros mismos nos pasó. Pero el punto es que de lo que se trata es de hacer una mejor gestión de la política en lo que tiene que ver con la política.

– ¿Hay en su libro un nuevo método, una nueva epistemología, en este caso de cómo ejercer el liderazgo?

– Es un enfoque de algo que se mira poco, pero que tiene enorme significancia. La enorme cantidad de conflictos y situaciones del día a día tienen más que ver con situaciones personales que ideológicas. Es algo que sucede en todas las actividades. Esa idea de que hay personalidades por encima del resto, termina siendo muy tóxica. Y termina siendo mala para el conjunto.

Qué piensa de Javier Milei y el liderazgo «populista»

– ¿A Javier Milei lo conoce?

– No, no lo conozco.

– ¿Cómo calificaría su liderazgo?

– Es alguien muy auténtico, transparente con lo que piensa, con lo que es, con su forma de ser y ha sido consistente antes y después de ser electo. Después hay gente a la que le gusta y gente a la que no le gusta, pero ese condimento de consistencia creo que lo define bastante.

– Se lo critica por populista.

– En todo caso, los populistas ganan por el fracaso de los demás. No diría que es la sociedad la que demanda líderes populistas en ninguna parte del mundo, más bien me parece que es un problema de oferta del sistema político que de demanda de la sociedad.

– ¿Siente que Milei carga una pesada mochila, que le cuesta cargar ese peso como le costó a usted?

– No sé, no lo conozco, no quiero opinar puntualmente. Creo que a cualquier persona que esté en un gobierno, tarde o temprano siente el peso de eso, porque siempre hay más expectativas que herramientas, porque la exposición genera un peso complicado para cualquier persona. Pero en el caso de él, no lo sé.

– ¿Piensa en volver a la política? ¿No extraña esa adrenalina?

– No, no. Tampoco tengo un recuerdo negativo. Estoy super orgulloso de la experiencia que hice y tuvimos. Es algo que tiene costos, pero al mismo tiempo siento que fue una experiencia muy única. La adrenalina, fama, plata, poder, son mecanismos que nunca tienen fin. Dejarte llevar por eso no es una buena idea. Distinto es el sentido de trascendencia que se puede hacer. Pero no solo puede hacerse desde el poder. El desafío es salir de ese modelo adrenalínico para poder estar más conectado en la vida. 

– ¿Y cómo mira ahora la política desde afuera tras haberla transitado en lo más alto?

-No estar en política me ayuda a poder conversar con gente de otros ámbitos y otros países desde un lugar distinto que no tendría si estuviera comprometido en un proyecto político. Muchas de las cosas que nos han dividido son construcciones. Encontrar otras miradas, de conexión con uno mismo, con los demás y con la naturaleza, como digo en el libro, una mirada menos fragmentada, creo que puede ser mi aporte ahora.

– Usted no analiza la derrota de 2019 como un fracaso…

– Cuando ves que sacamos en 2019 que sacamos siete puntos más que en el 2015, los millones de personas que fueron a la marcha del ‘sí se puede’, creo que ahí hubo un claro mensaje de que había una porción muy grande que compartía los valores de nuestro gobierno, incluso más allá de los resultados. Y el condimento central es la condición humana, hay mucha gente, sobre todo más joven, que se formaron en la experiencia de Cambiemos que siguen empujando por las mismas ideas. La semilla de cómo fue un gobierno con otra gobernabilidad, con otro tipo de valores, hizo que mucha gente se involucre en política y tal vez eso tiene una maduración mucho más larga que la que parece.

– A partir de todo este camino interior que hizo y que ahora quiere ofrecer como aprendizaje, ¿cree que Argentina lo va a lograr?

– Sigo siendo muy positivo y optimista con respecto a la Argentina. Hay que dejar de pensar en que hay un lugar donde llegamos y se terminaron las diferencias. No existe en ningún lugar del mundo y tampoco va a suceder aquí. El desafío como sociedad que tenemos pendiente sobre cómo organizarnos también tiene una dimensión afectiva con nosotros mismos, con nuestro país, con lo maravilloso que es nuestro país.  No podemos esperar que venga uno y solucione todo. No solo porque eso no va a suceder, sino porque no podemos sacarnos la responsabilidad y echarle toda la culpa al líder que defraudó nuestras expectativas. Todas las dirigencias tienen un aporte que hacer. Hay mucho para cambiar esa mentalidad. Y creo que se va a poder.

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