La Voz del Interior @lavozcomar: A 55 años del Cordobazo: las lecturas siempre abiertas

A 55 años del Cordobazo: las lecturas siempre abiertas

Las estatuas de Agustín Tosco, Atilio Tosco y Elpidio Torres están separadas y miran en distintas direcciones. Eso sí, están muy cerca entre sí. Menos de 100 metros. Entre la explaza Vélez Sársfield y Cañada y San Juan.

Se trate o no de casualidad urbanística, es una síntesis de aquel movimiento que protagonizaron en mayo de 1969, el Cordobazo. Tenían militancias partidarias y visiones diferentes de la realidad nacional, pero no les impidió converger en aquella revuelta que puso en jaque a la dictadura de Juan Carlos Onganía.

A aquella contraposición de posiciones de esa Córdoba pujante e industrial, con un gremialismo activo y con centralidad, más un movimiento universitario a tono con las tendencias que se daban en otros puntos del planeta, le siguieron las múltiples lecturas e interpretaciones de uno de los hitos centrales de la historia argentina y cordobesa.

55 años después, el Cordobazo parece lejano, difuso, de improbable reiteración. Los contextos han cambiado, los actores tienen otros roles y hay otra agenda pública.

Pero sigue abierto a interpretaciones, lecturas y relecturas.

El Cordobazo. Córdoba fue, una vez más, caja de resonancia de la política nacional (La Voz / Archivo).

Fenómenos sociales

El sociólogo cordobés Juan Carlos Agulla publicó tres meses después su investigación “Diagnóstico de una crisis social”. Allí teoriza que los hechos no fueron simplemente disturbios aislados, sino que detrás hay una explicación más compleja.

“No se los apreció y, por suerte, ya hay acuerdo sobre ello, como un fenómeno social ocasional, producto de pasiones desatadas como consecuencia de la represión policíaca ante una huelga obrera, o como la instigación malsana de un grupo de marxistas que responden a un plan meditado de ‘guerrilla urbana’, o como la escalada final de un estado de conmoción social frente a las políticas de un gobierno con antecedentes en otras ciudades”, sostiene Agulla.

Francisco Delich escribió que el Cordobazo “nació como un reclamo que iba más allá de las consignas concretas, sino contra una sociedad desigual, con un gobierno autoritario, y que desde Buenos Aires pretendía modernizar al país sobre la base de represión y miseria”.

El inglés James Brennan y la doctora en Historia de la Universidad Nacional de Córdoba Mónica Gordillo consideran que los acontecimientos de Córdoba, Tucumán y Rosario pueden ser considerados como divisores de aguas en la historia en Argentina. Su efecto político inmediato fue desacreditar a la dictadura de Onganía. “Fueron protestas populares con carácter predominantemente obrero, pero también tenía elementos de rebelión popular y una insurrección urbana independientes del control de los trabajadores”, sostienen. Superaron las expectativas de sus organizadores.

Para Brennan y Gordillo, en el Cordobazo “las autoridades habían equivocado su interpretación sobre las verdaderas causas de lo ocurrido, ya que lo atribuían a la acción del comunismo internacional, de grupos infiltrados que habían sido los que cometieron los actos de violencia, pero acertaron en valorar la profundidad del descontento popular puesta de manifiesto por los acontecimientos de mayo…”.

Juan Pablo Cuello refuta la idea de centrarse en una mirada local y en el rol de los dirigentes sindicales peronistas que destacan Brennan y Gordillo. “Esto explica por qué es la izquierda revolucionaria la que puede apropiarse del Cordobazo y no el peronismo. Precisamente, las tendencias a la autoorganización, la superación de las conducciones sindicales, el enfrentamiento a las fuerzas represivas y la ruptura de la legalidad son todos elementos que iban a contramano de la tradición verticalista del peronismo, donde las conducciones sindicales dirigen y controlan el movimiento”, señala.

De esta forma, se plantea una divergencia entre la perspectiva de Brennan y Gordillo, quienes enfatizan la reformulación de las estrategias peronistas y su protagonismo durante y después del Cordobazo; y, por el contrario, la mirada de Cuello la presenta como “una acción insurreccional independiente que abrió una dinámica revolucionaria, con tendencias a la superación del peronismo, que se expresarían en los años siguientes”.

Sobre este punto, Brennan y Gordillo sostienen: “Aunque las causas inmediatas del Cordobazo no hayan sido revolucionarias, sus consecuencias posteriores pueden muy bien haberlo sido. La mitología creada a su alrededor sirvió para profundizar la militancia de la clase obrera local y alimentó los casi seis años siguientes de ininterrumpidas luchas sindicales. Irónicamente, a pesar de la arrolladora identidad peronista de los trabajadores, que fueron sus protagonistas, el Cordobazo fue posteriormente asociado, casi de manera exclusiva, a otros sectores del movimiento obrero. La izquierda marxista cordobesa se apropió del Cordobazo y lo transformó en su propio mito legitimador, en un instrumento utilizado para atacar ideológicamente el monopolio del peronismo con respecto a las lealtades de la clase obrera”.

Para las historiadoras Alicia Servetto y Laura Ortiz, el Cordobazo se revisa, se reinterpreta y se resignifica porque lo que está en juego son los sentidos que ese pasado tiene en el presente y también los sentidos que ese pasado tuvo y tiene para los actores que en ese momento histórico estuvieron involucrados.

Resistencia en barrio clínicas. La participación de los estudiantes en el Cordobazo marcó el episodio más épico de la historia del Clínicas (La Voz).

Nuevos interrogantes

Aparecen viejas preguntas con lecturas nuevas, y nuevos interrogantes que abren antiguas discusiones: ¿fue el Cordobazo una respuesta del movimiento obrero a la política económica de Krieger Vasena, que atentaba contra los salarios y las condiciones laborales? ¿O fue la condensación de un descontento generalizado contra la dictadura de Onganía? ¿Fue el Cordobazo la culminación de una etapa de luchas y resistencia iniciada en 1955 o se trató del inicio de un nuevo ciclo marcado por la politización y la radicalización ideológica? ¿Se trató de una gesta sólo de hombres? ¿Resultaba una novedad el activismo y la participación de los estudiantes y los jóvenes?

Y siguen las autoras con sus preguntas: “¿Fue el Cordobazo el final de una historia de resistencia y de luchas obreras sostenida desde la caída de Perón y el golpe militar de 1955, que nutrieron una cultura de la resistencia antidictatorial? ¿Fue el punto de partida de un proceso de movilización social y radicalización política que permitieron formular alternativas anticapitalistas? En otras palabras, ¿fue la consumación de las luchas peronistas o el inicio de las luchas de la izquierda radicalizada? Si la respuesta se concentra en la primera pregunta, el peso de la historia recae en el movimiento obrero organizado de Córdoba; si la respuesta recae en la segunda, la historia se balancea hacia la izquierda maximalista, dando potencia a un nuevo actor como fue la juventud radicalizada”.

Es una cuestión que sigue siendo objeto de discusión.

Momentos y actores

El historiador Juan Carlos Torre distingue tres momentos del desarrollo de los acontecimientos. El primero, que comienza en la mañana del 29 de mayo, en el que se asiste al avance de las varias columnas de manifestantes hacia el Centro de la ciudad, siguiendo las rutas trazadas por los organizadores de la movilización.

El segundo momento se inicia sobre el mediodía y es singularizado por las primeras escaramuzas con la Policía; luego, la muerte del obrero Máximo Mena precipita los combates callejeros, que son el prólogo de la retirada de la Policía y del despliegue, ya sin orden alguno, de la protesta que convierte el Centro de la ciudad en zona de ocupación de los manifestantes. Finalmente, hay un tercer momento, que lo abre hacia las 5 de la tarde la entrada de las tropas del Ejército, en su marcha por las calles de la ciudad, poco a poco desiertas.

Las tropas van convergiendo sobre el barrio Clínicas, donde se replegó la resistencia, y allí prosiguen los enfrentamientos, con disparos desde ambos lados, hasta la mañana del 30 de mayo.

Sobre esa secuencia conocida se van produciendo en el perfil social de los protagonistas del Cordobazo, según el autor. “La jornada de protesta había sido organizada por los principales sindicatos cordobeses y a su voz de orden se pusieron en movimiento las columnas de trabajadores en la mañana del 29 de mayo. En el primer momento la movilización tiene un acentuado perfil obrero; aunque es dominante, no recubre empero totalmente el arco de los manifestantes: los centros de estudiantes universitarios”, añade.

Hay instancias previas al Cordobazo, como la asamblea del 14 de mayo de 1969 en el desaparecido Club Córdoba Sport, que pese a la prohibición policial, reunió a 5.500 obreros mecánicos. La concentración que denunciaba la pérdida de derechos laborales terminó con represión policial y una dura advertencia de la CGT.

Una de las características sobresalientes de las memorias en torno al Cordobazo es su acento épico, relatado como gesta heroica. Las imágenes que se grabaron en la memoria social sobre el hecho lo sostienen: el pueblo logrando que la Policía retrocediera, armando barricadas con las herramientas de trabajo cotidiano y echando mano a la vivacidad local.

El relato del acontecimiento es de una victoria popular, y quizás esa sea la explicación de su pervivencia en la memoria colectiva. De allí que gran parte de los que recuerdan se reclamen protagonistas principales de la proeza, lo que no quiere decir que estén mintiendo deliberadamente, sino que para ellos el hecho tiene una fuerte gravitación en su memoria.

La visión de los protagonistas

En sus memorias, Elpidio Torres, líder del Smata, recordó: “Lo primero que quiero señalar es que el Cordobazo fue un hecho muy auténtico, sin especulaciones de ninguna naturaleza, en el cual el movimiento obrero de Córdoba dio una muestra acabada de la grandeza que animaba a los hombres que en ese momento integrábamos sus distintos estamentos. En ese momento existían en Córdoba dos CGT, con diferencia de matices, de ideologías, de procedimiento; pero, por encima de esas diferencias, existió una coincidencia: la conciencia de que la situación de los trabajadores estaba en peligro, que el país estaba en manos de la dictadura de Onganía y que los únicos que podían realmente hacer algo para demostrar que el país, que el pueblo, vivía y estaba latente, eran los trabajadores”.

Lina Averna, operaria de Ilasa, evocó: “No usábamos ninguna medida de protección ni el menor equipamiento personal. Nos hacían convenios por separado de los varones y después supimos que no sólo cobraban más, sino que también tenían los puestos más calificados. Me tocó ‘hacer la punta’ en el abandono de tareas el 29 a las 10.30. Estábamos todas juntas y me acuerdo de la alegría que teníamos. Me animaría a decir que el Cordobazo fue un verdadero bautismo para las que nunca abandonamos la lucha”.

Las motivaciones

¿Por qué se produjo el Cordobazo? Esta es una pregunta que no por repetida deja de plantearse y de promover la investigación, la imaginación y, particularmente, el interés de todos los argentinos, desde un trabajador hasta el sociólogo desentrañador de los fenómenos sociales, o de los políticos de distinto signo.

Aquella Córdoba industrial no vivió la expectativa esperanzada de otras ciudades. No creyó en los planes de modernización y de transformación que prometieron Onganía o el ministro de Economía, Krieger Vasena, quien se quejaba de que la revuelta la hubiesen encabezado “los obreros mejor pagos del país”.

Tosco rescataba cómo la muerte de Santiago Pampillón a manos del aparato represivo había aceitado los engranajes de solidaridad entre obreros y estudiantes.

“El saldo es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un Pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás”, resumió Tosco sobre aquellos hechos de mayo de 1969.

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