La Voz del Interior @lavozcomar: Virtudes y desgracias alrededor de Javier

Virtudes y desgracias alrededor de Javier

Hay días en los que me despierto mileísta, pero confieso que se me pasa rápido.

Mientras me ahogo en café, veo los titulares, sigo lo que comentan mis colegas periodistas en los grupos de WhatsApp, scrolleo mis listas para espiar qué están diciendo los políticos y los economistas en la red X, me río con la guerra de memes sobre el tema del momento.

En estos días, los argentinos estamos cumpliendo 10 meses de residencia en el laboratorio de Javier Milei, este experimento sin garantías a la que una mayoría del país prefirió prestarse antes que seguir atrapados en la jaula empobrecedora del peronismo. Conejillos de indias con resultado incierto antes que ratones con final repetido y previsible, fue el dilema que encontró respuesta en el balotaje de noviembre de 2023.

Milei, con su semblante de científico loco y un temperamento que siempre lo hace parecer como recién escapado de una ópera italiana, está produciendo algunos efectos vistosos, para muchos inesperados, sobre la forma en que el país acostumbra a mirarse a sí mismo.

Todavía se está lejos de saber si su aventura económica, sobre la que gira toda su cosmovisión política, saldrá pato o gallareta; si la taba que va en el aire –para seguir con las metáforas camperas– caerá de cara o de culo. Todos los presidentes argentinos de las últimas décadas comenzaron sus gestiones aplaudidos desde los palcos del teatro Colón y terminaron con riesgo de ser huéspedes de la cárcel de Ezeiza. Milei todavía habita ese angustioso punto intermedio del camino que puede conducir a la Galería de los Bustos Presidenciales o al desfile por las escalinatas de Comodoro Py.

Cuenta con una pequeña procesión de fanáticos que quisiera entronizarlo como emperador y le festeja como goles las cifras que muestran el descenso de la inflación y del riesgo país. Al mismo tiempo, enfrenta a una numerosa oposición, todavía desorganizada, que quiere aplastarlo y lo confronta como si fuera una versión sádica y recargada de José Alfredo Martínez de Hoz.

Javier Milei. (AP/Archivo)

Milei ha conseguido que el país esté deliberando sobre las virtudes de la prudencia fiscal. Ha elevado al plano moral la discusión sobre la manía nacional de seguir gastando por encima de nuestras posibilidades, luego echarles la culpa de nuestra desgracia a quienes tienen la loca idea de cobrarnos lo que nos prestaron, y al final cerrar el ciclo con la recaída en defaults, como hizo Argentina en nueve ocasiones, arrasando con cualquier anhelo de credibilidad internacional y destruyendo los sueños de generaciones sucesivas.

Milei es, además, un revulsivo que se revela útil a la hora de visibilizar los bolsones de privilegio de la clase política y el uso de fondos del Estado con fines privados o partidarios, como está quedando en evidencia en el actual conflicto con las universidades y con las organizaciones piqueteras.

El experimento Milei nos pone frente al espejo de nuestro fracaso histórico, porque toda esta sobreactuación furiosa, estas amenazas violentas, estos vetos a las decisiones del Congreso, esta sobreabundancia de gritos, no habrían sido necesarios si Argentina hubiera sido un país medianamente normal, un rincón previsible del planeta, sin gobernantes que presumieran de estar haciendo un revolución mientras la mitad de la población se hundía en la pobreza.

Por desgracia, al mismo tiempo, Milei se está revelando como uno de sus peores enemigos.

Su triunfo, su ingreso al panteón de los héroes argentos, está meramente atado a que resuelva el cubo mágico de la economía nacional. En el monte Rushmore criollo quedarían tallados los rostros de Maradona, de Messi y de Milei, los héroes de las grandes hazañas, sólo si este último fuera capaz de aniquilar la inflación y poner a la economía en una senda estable de desarrollo.

Pero Milei se obstina en dar lecciones de capitalismo a los capitalistas de Estados Unidos; en involucrarse riesgosamente en el conflicto de Medio Oriente; en insultar a líderes internacionales; en decir que es “uno de los dos políticos más relevantes del planeta” junto a Donald Trump; en seguir usando las redes sociales como si todavía fuera un panelista patotero de la televisión y no el presidente que la mayoría aspira que sea.

Desde un país periférico, cuyo destino inmediato interesa a casi nadie fuera de las fronteras, otra vez tenemos un presidente que quiere indicarle al mundo cuál es el camino correcto por seguir. Justamente, para superar esa parada, no para repetirla, fue que 14 millones y medio de argentinos se arriesgaron a votar a Milei.

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