La Voz del Interior @lavozcomar: Venezuela y el fraude patriótico

Venezuela y el fraude patriótico

Según recordaba el fallecido historiador Félix Luna, el “fraude patriótico” fue una expresión inventada por los conservadores bonaerenses en la segunda mitad de los años 1930 como respuesta a la decisión de la UCR de levantar la abstención electoral para volver a competir en las urnas.

La apelación a la patria para justificar el juego sucio en las urnas encontraba su legitimación en un valor imperativo superior a la propia política: impedir el regreso de la “chusma radical” al gobierno.

Los conservadores cordobeses se diferenciaron de las prácticas fraudulentas de sus pares de la provincia de Buenos Aires y aceptaron el triunfo del radical Amadeo Sabattini en las elecciones a gobernador de noviembre de 1935.

Vocación democrática

Ciertamente, el voto secreto y obligatorio pasó a ser un valor importante en la cultura política argentina. El escritor Ricardo Rojas encontró en un valle perdido de la provincia de Jujuy una vidalita que reflejaba su impacto en los sectores populares: “En el cuarto oscuro, vidalitá, no manda el patrón; cada ciudadano, vidalitá, tiene su opinión”.

En las décadas siguientes –en contraste con la reciente evocación que hizo de él Nicolás Maduro–, el mayor líder carismático que tuvo la Argentina en el siglo 20, el general Juan Domingo Perón, accedió a la presidencia en tres oportunidades (1946, 1951 y 1973) en elecciones limpias y democráticas. Y cuando el peronismo perdió elecciones a partir de 1983, aceptó el retorno al llano.

Esta tradición liberal democrática en la cultura política argentina está en consonancia con las posiciones asumidas por los gobiernos progresistas de Brasil, Chile, Colombia y México, que exigen transparencia electoral, y en vivo contrapunto con el sorprendentemente rápido reconocimiento del triunfo de Nicolás Maduro por parte de los gobiernos que encarcelan a candidatos opositores (Nicaragua), envenenan a sus adversarios (Rusia) o están dominados por teocracias y fundamentalistas religiosos (Irán).

La competencia electoral democrática forma parte de la cultura popular en la mayor parte de los países latinoamericanos. Así, en las décadas de 1960 y 1970, la dictadura militar brasileña inventó dos partidos políticos –Arena (Alianza Renovadora Nacional) y MDB (Movimiento Democrático Brasileño)– para crear un Parlamento ficticio que le sirviese como herramienta de legitimación: el primero jugaba el rol de oficialista; el segundo, de oposición tolerada.

Igualmente hoy, en Venezuela, el gobierno autoritario emplea formalmente mecanismos de la democracia liberal en aras de su legitimación. Con tres detalles que la desvirtúan: la proscripción de candidatas opositores (Corina Machado y Corina Yoris), la proscripción de electores (millones de venezolanos que viven en el exterior) y la manipulación de las actas electorales.

Como en la Argentina de los años 1930, el fraude se justifica en un bien superior. En palabras del propio Maduro: la patria frente al “demonio”.

Los avances en materia de ciudadanía social que tuvieron lugar en los momentos iniciales de la “revolución bolivariana” promovida por el presidente Hugo Chávez terminaron desdibujándose al son de un rumbo político cada día más autoritario y corrupto, donde emergió una vez más –como en las viejas épocas del realismo mágico latinoamericano– el poder militar.

* Profesor titular plenario (UNC); investigador principal de Conicet

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