La Voz del Interior @lavozcomar: Uruguay: el país que siempre vota bien

Uruguay: el país que siempre vota bien

“Uruguay se llama ‘votar’”, suele decir el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera, integrante de un linaje familiar en el que casi no existe etapa histórica sin protagonistas, entre ellos, varios mandatarios. Como los Batlle, que dieron cuatro generaciones de presidentes. Unos por el partido Nacional (o Blanco), los otros por el partido Colorado, expresiones configurativas de la nacionalidad oriental.

Los expresidentes uruguayos José Mujica, Luis Lacalle Herrera, Julio María Sanguinetti y el actual mandatario, Luis Lacalle Pou, participan en una sesión extraordinaria de la Asamblea General de Uruguay donde se recordó los 50 años del comienzo de la dictadura cívico-militar que vivió el país sudamericano entre 1973 y 1985. Foto: EFE/ Gianni Schiaffarino

Aquella matriz política del siglo 20 influyó en la transición democrática tras la dictadura militar (1973-1985). El legado de los conflictos ideológicos, la particular competencia interna en tradicional bipartidismo (que llamó la atención de un experto global como Maurice Duvergier), la aparición del Frente Amplio (FA) en 1971 como una nueva coalición de izquierda, y las tensiones sociales, económicas y políticas previas a la dictadura (1973-1985) dejaron huellas.

Tras 12 años de gobierno cívico-militar, el Partido Colorado (ni más ni menos que Julio María Sanguinetti) asumió el liderazgo. En 1990, en otro contexto ideológico (nuevo orden internacional, giro al liberalismo en Argentina y en Brasil), lo continuó Lacalle (Partido Nacional). El FA sumó legitimidad como fuerza opositora y triunfó entonces en la capital, Montevideo, con el médico y expresidente del club Cerro, Tabaré Vázquez. El bipartidismo histórico empezaba a ceder.

En 1996, una reforma constitucional modificó el sistema electoral para evitar que el partido ganador fuera decidido por las internas (lemas), instaurando el balotaje, para favorecer gobiernos más representativos.

El FA articuló las demandas de trabajadores, estudiantes, movimientos sociales, renovando la identidad política. En 2004, ganó las presidenciales con Tabaré Vázquez. A prudente distancia del “nuevo socialismo del siglo 21″ (Hugo Chávez, Lula da Silva, Néstor Kirchner), implementó políticas progresistas.

Uruguay pasó de bipartidista a tripartidista, con el Partido Colorado, el Partido Nacional y el Frente Amplio compitiendo de forma sostenida. El FA gobernó el país durante tres mandatos consecutivos (2005-2020), dos veces Vázquez y un período para el reconocido José “Pepe” Mujica.

En las elecciones de 2019, Luis Lacalle Pou (Partido Nacional) ganó la presidencia –sumó en la segunda vuelta la adhesión colorada–, lo que afirmó la capacidad oriental de mantener una alternancia democrática efectiva y sostuvo una reputación de estabilidad institucional y económica.

Bajo los gobiernos del FA, se aprobaron leyes progresistas, como la ley de matrimonio igualitario (2013), la despenalización del aborto (2012) y la regulación del cannabis (2013). Lacalle Pou encaró una transformación administrativa profunda y cambios en la legislación penal (entre otras reformas). Hoy Uruguay enfrenta desafíos, como diversificar su economía, mejorar su sistema educativo y la oferta de salud pública, y afrontar con nuevas estrategias la inseguridad pública.

De Tabaré a Yamandú

Las elecciones presidenciales uruguayas se celebrarán el 27 de octubre. Pueden votar casi 2,8 millones de ciudadanos. Se presentan 11 fórmulas (de las cuales tres tienen chances). No está permitida la reelección inmediata del presidente (aunque Lacalle Pou posee influencia en el armado de su partido y será primer candidato a senador).

En los 19 departamentos en que se divide el territorio, se elegirán intendentes, se renuevan las cámaras de Representantes y el Senado, y también se votan dos plebiscitos (relativos a una reforma jubilatoria y a la posibilidad de realizar allanamientos nocturnos).

El Frente Amplio presenta como candidato presidencial a Yamandú Orsi (57 años), profesor de Historia, exintendente de Canelones, proveniente del Movimiento de Participación Popular (la agrupación fundada por los extupamaros en la transición democrática); y lleva como compañera de fórmula a la ingeniera Carolina Cosse (62 años), hija del conocido dramaturgo Villanueva Cosse, exintendenta de Montevideo, y que también se desempeñó como ministra y senadora.

Respaldados por figuras como José Mujica, proponen un Plan de Salud Mental para el período 2025-2030 y, en respuesta a la creciente inseguridad, aumentar la dotación policial. El FA tiene una ventaja en la intención de voto, con un 43%-46%.

El oficialismo –Partido Nacional– propone al veterinario Álvaro Delgado (55 años), exrepresentante y senador, cuadro principal en la administración de Lacalle Pou (secretario de la Presidencia). Junto con la exsindicalista y panelista televisiva Valeria Ripoll (42 años), en fórmula que enfrentó resistencias internas (defendida por Lacalle Pou, para llegar a otros sectores), proponen continuar las políticas actuales, con énfasis en la reforma carcelaria y la lucha contra la inflación. Su intención de voto oscila entre el 29% y el 32%.

El Partido Colorado ofrece al abogado y mediático Andrés Ojeda (40 años) como candidato, quien es acompañado por el jurista y docente Robert Silva (53 años). Centra su campaña en la reducción del gasto público y las reformas en el sistema de salud. Se han trazado comparaciones de estilo entre Ojeda y Javier Milei, buscando votantes que anhelan cambios drásticos.

Aunque el Frente Amplio lidera las encuestas –con candidatos más competitivos que hace un lustro–, es probable un balotaje entre Orsi y Delgado, en el que probablemente (como ocurrió en 2019) los votantes colorados serán animados por sus referentes a estrechar filas con las huestes blancas (con la posibilidad de integrar posteriormente el gabinete en algunas posiciones). Lo mismo para el resto de los partidos que compiten –que en 2019 obtuvieron, sumados, un 15% de los votos–.

Pero aun cuando el desenlace prometa intensidad, nadie espera estridencias, ni zozobrantes negociaciones, ni disputas descarnadas, ni humillaciones previas o poselectorales. Porque el Uruguay, ayer y hoy, se llama “votar”. Y, visto desde estas latitudes, siempre vota bien.

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