Una semana infernal, a 15 días de la verdad
La que pasó no fue una semana cualquiera. En medio de la apatía de una campaña electoral chata, anodina y donde lo monocorde es regla, los últimos días de la política cordobesa y nacional fueron sacudidos por el efecto de movimientos propios de momentos de definición. Pero esta vez se presentaron con un nivel de intensidad inusual: lo que parecía imposible, por momentos viró a posible y, aunque al parecer terminó en nada, los saldos de esos sacudones podrían reflejarse en la elección provincial del 25 de junio.
La alquimia ensayada entre el gobernador Juan Schiaretti y el sector moderado de Juntos por el Cambio se desvaneció tras largos días de prácticas de laboratorio. ¿Perdieron todos? Preocupado por lo que refleja un combo de encuestas coincidentes, Horacio Rodríguez Larreta calculó que asociarse con el peronismo cordobés era la puerta para revertir los desfavorables pronósticos que se proyectan sobre él para las Paso. Pragmático, y a sabiendas de los efectos colaterales que tenía en el escenario provincial (y que por supuesto no desconoce), ejecutó un plan que hería de muerte a Luis Juez, su ¿exsocio? local. “Córdoba no puede estar por encima de lo nacional”, repiten los larretistas.
El alcalde porteño podría terminar cuarto en Córdoba, detrás de Schiaretti o de Javier Milei y lejos de su archirrival en la interna del PRO Patricia Bullrich. ¿Se puede ser presidente siendo cuarto en la consideración pública del segundo electorado más grande del país? Allí radica, en parte, la jugada a destiempo que ensayó Larreta y que dañó a una marca nacional que viene en declive.
Escrita por el consultor Guillermo Seita, la maniobra, que por momentos pareció cerca de cristalizarse, puso en el centro de la escena nacional a Schiaretti. El gobernador creyó estar ejecutando una jugada magistral a dos bandas: garantía provincial para el proyecto sucesorio que encarna Martín Llaryora y ascenso nacional propio, aprovechando las necesidades de Larreta.
Al referente del PRO, se le acoplaron Gerardo Morales y Elisa Carrió, en contraposición a Bullrich y al desequilibrante Mauricio Macri, ejes de un tándem que se muestra más a gusto con Milei que con sus todavía actuales socios.
El paisaje que se pintó en los últimos días es llamativo y al mismo tiempo descriptivo del cordobesismo en sangre que aún corre por las venas del gobernador: por primera vez, Schiaretti logró trascender con determinación las fronteras de Córdoba, una limitación autoimpuesta por años de tallar la roca localista, clave para las conquistas puertas adentro pero limitante para las exploraciones foráneas. El 13 de agosto habrá un primer balance de cuán fructífera fue esta última incursión.
Sin la plataforma del ala moderada cambiemita, el juego presidencial de Schiaretti volvió al punto de inicio: será candidato de un mix de sellos partidarios menores, con una proyección acotada fuera de Córdoba. “Consolidamos nuestra posición como única opción del peronismo no K”, trazan con mirada optimista cerca del gobernador, mientras se minimizan los eventuales efectos del fallido intento en la cercana puja provincial.
En el entorno de Llaryora comparten el análisis, aunque no niegan que genera inquietud la explosión de exposición que logró Juez en las últimas horas. El intendente capitalino persistirá hasta el día de la votación con su eslogan de que hacer es más importante que decir.
Juez, el eterno constructor de oportunidades
El otro protagonista que sí está habituado a los flashes nacionales y que confirmó que lo suyo son los golpes de efecto es Juez. El candidato a gobernador de Juntos por el Cambio sintió como nunca en estos febriles días la sensación amarga que genera la traición.
Aunque evite por el momento hablar en esos términos, para que no explote su relación con Rodríguez Larreta cuando aún resta el tramo vital de la campaña (y necesita que no se corte el aporte logístico que sólo suministra el alcalde porteño), Juez se sintió dentro de un horno con el mechero encendido al máximo.
A la vista de todos, Larreta y Morales –quien en los próximos días blanqueará finalmente que su precandidatura radical siempre fue vicepresidencial– prendieron ese fuego.
Para Juez, esa traición finalmente no consumada se transformó en combustible para el epílogo de su tercer intento por llegar al poder provincial. En medio del tránsito de una campaña a la que parecía que no le encontraba la vuelta más allá de su prédica de más seguridad y mejor salud y educación, Juez se las ideó para construir un relato que mezcla victimización con oportunidad. ¿Será suficiente para acelerar en la recta final?
Hastiado por la inflación y la inseguridad, el grueso de la sociedad por fuera del microclima de la política, ¿se habrá percatado de lo sucedido en los últimos días? ¿Tendrá algún efecto en el electorado?
“Soy un tipo de suerte, pero persistente”, suele describirse Juez. A ese factor azaroso y su interminable capacidad de resiliencia, lo confirman los hechos. Horas después del viaje relámpago a Buenos Aires para obturar en la cara y en la casa de Morales la sociedad de Schiaretti con Juntos por el Cambio –un periplo que el juecismo ya instaló hacia adentro como épico–, el calendario le jugó a favor.
Invitado con antelación por la Bolsa de Comercio de Córdoba, Macri llegó a la provincia en el momento en que Juez más lo necesitaba. Alineados por intereses comunes y coyunturales, la conjunción de ambos hizo el resto: respaldo a nivel inesperado del expresidente y mensaje desafiante a Larreta: desactivá la bomba, le exigió. Larreta seguirá con su plan, avisó.
Como sea, el artefacto ya explotó, por más que los protagonistas simulen una unidad que ahora no es tal.
El sacudón en la campaña provincial es evidente. Los saldos a favor y en contra que dejarán estos movimientos recién se podrán mensurar dentro de 15 días, con la única variable irrefutable: el voto de los cordobeses. Hacia allá vamos. Gane quien gane, habrá un nuevo liderazgo. Esa es la mayor novedad que está por alumbrarse en Córdoba.
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