Una elección y dos cuestiones problemáticas
Las elecciones provinciales quedaron enmarcadas por dos cuestiones problemáticas: por un lado, una significativa merma en la cantidad de ciudadanos que concurrieron a votar; por otro, la inexplicable tardanza y las desprolijidades en el escrutinio provisorio.
El Tribunal Superior de Justicia ordenó investigar la responsabilidad de la empresa contratada para el escrutinio, aunque dio por sentada la certidumbre del resultado que se informó.
La empresa Ocasa implementó, recordemos, un novedoso sistema de transmisión digital de datos. Para ello, se montaron unos 1.500 centros de cómputo en toda la provincia. De esa manera, se había informado que los cordobeses tendríamos hacia las 21 del domingo una tendencia definitiva.
Eso finalmente no ocurrió. De hecho, recién después de las 6 de la mañana del lunes se pudo arribar al 94,9% de las mesas escrutadas y concluir el conteo provisorio.
En el tramo de gobernador, la diferencia informada entre Hacemos Unidos por Córdoba y Juntos por el Cambio fue de apenas 3%, lo que equivale a unos 56 mil votos. Tan exigua diferencia merecía un escrutinio más eficiente.
¿Dónde estuvo el inconveniente? La investigación solicitada por la máxima autoridad del Poder Judicial debiera dilucidarlo con premura. Mientras tanto, vale apuntar, al menos como hipótesis, una sobrevaloración de la infraestructura en términos generales: recién el jueves pasado se realizó una prueba del sistema; no por completo, sino a escala, y el resultado fue altamente negativo. No había conectividad en la gran mayoría de las escuelas seleccionadas y faltaban recursos humanos capacitados para operar desde cada colegio las terminales de transmisión.
La cordobesa Delia Ferreira, presidenta de Transparencia Internacional, calificó el escrutinio como un “papelón”, “una vergüenza”. El ejemplo que dio es irrebatible: el Colegio del Huerto, a tan sólo unas cinco cuadras del Juzgado Electoral, en pleno centro cordobés, tras 15 horas de cerrada la elección seguía sin poder cargar el resultado de sus mesas. ¿Por qué no se pensó un plan alternativo para los lugares donde hubiera fallas de transmisión?
La baja en la participación ciudadana es un problema más complejo, y revertirla demandará un esfuerzo mancomunado de la dirigencia política, del gobierno provincial y de los gobiernos locales.
La del domingo fue la más baja de la historia: apenas fue a votar el 68% del padrón. Para decirlo gráficamente, uno de cada tres cordobeses no votó, lo que equivale a un millón de personas. El promedio histórico, desde comienzos de este siglo, se ubicó en torno del 75%; un par de puntos arriba o debajo de esa cifra, según la ocasión.
Los números de las próximas elecciones que tenemos este año dirán si estamos frente a una nueva tendencia. Pero la dirigencia política y las autoridades debieran obrar desde ya para incentivar la participación.
El voto obligatorio es un factor democratizante, al menos por dos motivos. Primero, cuando el voto es optativo, la participación resulta sesgada por variantes socioculturales: votan más las clases altas que las bajas, los adultos que los jóvenes. Segundo, una abstención masiva tiende a deslegitimar el resultado.
La calidad de nuestra democracia requiere de la participación de todos y de procesos electorales confiables.
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