Un promotor que hizo de la forestación una industria sustentable
Hace más de 45 años que el nombre de Pedro Valls se vincula al sector forestal y la madera, y más de dos décadas, a la actividad industrial.
Comenzó como docente e investigador, luego fue consultor, productor forestal y ganadero. Siempre con una mirada innovadora y con la sustentabilidad como pilares de los procesos productivos.
En 1999 creó Aserradero del Sur, empresa ubicada en Elena, en el departamento Río Cuarto. Además de tableros, machimbres y vigas de maderas, la empresa produce biocombustibles (pellets y chips), y pellets para absorber los desechos de las mascotas e impregnantes.
En 2001 se incorporó su esposa Estela como gerenta administrativa, mientras que sus hijos Javier y Andrés también se sumaron luego de realizar capacitaciones en el exterior.
La firma lleva plantados cerca de ocho millones de árboles y a partir de la producción de pinos ellioti abastece a 200 clientes a nivel nacional, que a su vez exportan los productos manufactureros.
No sólo eso. A partir de sistemas silvopastoriles debajo de los árboles, logran evitar los riesgos de incendio y una regeneración de los pastizales naturales, al mismo tiempo que trata de reducir la huella de carbono de su producción.
“Es necesario buscar un sistema de producción que sea autosustentable, pero que a la vez permita la creación de un sotobosque que busque la infiltración del agua cuando vienen las lluvias. Mientras más agua se infiltra, más madera logramos producir porque en la zona de la alta cuenca no existen especies nativas”, señaló.
A Valls lo entusiasman además las energías renovables, por eso, en el último tiempo encaró un proyecto para instalar un parque solar y utilizar energía limpia con la producción de chips de madera.
–¿Cómo fueron sus comienzos en este sector?
–Yo ingreso en el sector siendo docente y dedicándome a estudiar un tema que me fue apasionando. Soy ingeniero agrónomo y en la facultad no estaba la materia de silvicultura (cultivo de bosques). Yo dictaba una materia que se llamaba Cultivos Industriales, pero veía los manejos silvopastoriles donde era necesario que el agrónomo se vinculara con el árbol porque había ahí una interrelación que me parecía importante. No estaba esa materia, pero después de hacer un posgrado logré incluirla en la carrera. En ese entonces, año 1978, asumí tres roles: el de docente, el de investigador y también en el área privada organizando viveros y haciendo plantaciones.
–¿Qué pasó con el área académica?
–Luego de colocar algunos proyectos en la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación y ver toda la burocracia que muchas veces te impedía avanzar, abandoné la tiza y me dediqué fundamentalmente a la actividad privada. Por entonces ya tenía una fuerte demanda porque había inversores viendo la posibilidad de forestar en Córdoba.
–¿Ya pensaba en integrar la actividad forestal con la ganadería?
–En un momento me tocó hacer un núcleo muy grande, de 2.000 hectáreas, y otras mil propias. Con ese núcleo comenzamos a pensar cómo lo manejaríamos en el futuro. La visión que siempre me despertó interés era hacer un manejo integral u holístico porque teníamos el sotobosque al que había que darle un aprovechamiento.
–¿Cómo era el manejo silvopastoril?
–Es lo hoy se llama un pastoreo regenerativo, es decir, poner altas cargas de vacunos durante corto tiempo permitiendo que haya una regeneración para recuperar el pastizal natural. Vimos cómo mejoraban las pasturas y la calidad de la carga animal.
–¿Desde un principio encontraron una fórmula exitosa?
–Fue evolucionando, como la madera que necesita una madurez para poder venderla. Tuvimos baches, inflación, etcétera, pero siempre confiamos en que la madera iba a tener futuro. Se hicieron muchísimos ensayos con distintas especies de distintos orígenes, siempre trabajando sobre pino, con distintas densidades, y con distintas cargas animales, para ir buscando un modelo que sea autosustentable y que nos permitiera mejorar el sitio que estamos habitando y también tener una renta.
–¿Es cierto que viajó a Finlandia a comprar un aserradero?
–Sí, al primer aserradero lo traje de allá en el año 1982. Siempre fui inquieto y hacía cursos de especialización en el exterior. En una feria internacional en Chile, donde solemos para capacitarnos y conocer las últimas novedades, nos entusiasmamos con la maquinaria. Tuve la suerte de que nos invitaran a Finlandia para aprender sobre la máquina que les iba a comprar. Debería haber ido un operario, pero fui yo acompañado por mi esposa. Fue uno de los mejores viajes. Estuvimos recorriendo uno de los países forestales más importantes del mundo. Ahí prendió más la semillita de esta industria.
–¿Siempre viajó para tener un parámetro de la industria en el mundo?
–Sí, los viajes nos fueron dando una mirada global. Mi visión era “precio internacional con calidad internacional”. Si cumplíamos con eso, podíamos llegar a soportar los sacudones de la economía.
–En cuanto a lo forestal ¿qué diferencias tenemos acá?
–Acá el turno de corte para el aprovechamiento de la madera puede ser 25 años, ¡y en Finlandia a 75 años! En España son 40 años y en Estados Unidos también es mucho más prolongado. Ahí dijimos: ‘Estamos en un lugar espectacular; un lugar donde la madera crece’. Menos que en Misiones o Corrientes, pero allá es una exageración. Desde el comienzo, al ver el crecimiento de algunas especies, vimos que había un gran futuro.
–¿Sabían cuáles eran las especies más rentables?
–Fuimos recorriendo distintos países y trayendo material genético para probarlo y determinar cuál era la mejor versión que podíamos lograr en donde estábamos, en el Valle de Calamuchita. Buscábamos lo mejor para producir, mejorarlo y que sea autosustentable.
–¿Siempre pensaron en la sustentabilidad o eso vino después?
–Al principio vendíamos a algunas empresas, pero éstas quebraron, así que fuimos nosotros los que dijimos “hay que tratar de aprovechar al máximo la materia prima porque su costo es muy alto”. Entonces, decidimos hacer además de vigas y tableros, chips y pellets, que son bioenergías.
–La economía circular llegó por necesidad, digamos.
–Mirá, tuvimos que soportar etapas donde otros tipos de energías eran muy baratas. Y no podíamos hacer nada. Sabíamos que era difícil encarar una industria de la celulosa en Córdoba por la escasez de agua y por eso durante mucho tiempo esos residuos eran llevados a Mendoza a muy bajo precio. No había otra alternativa. Y al tener los combustibles tan baratos (una garrafa a 10 pesos) tampoco había mercado.
–¿Es cierto que con la madera hasta se hacen telas?
-Las tecnologías nuevas son deslumbrantes. No sólo aparecieron telas hechas con fibras de madera, también madera transparente y productos con nanopartículas de la materia prima forestal.
–¿Por qué se decidieron por producir mayormente pinos?
–El pino ellioti es un pino mejorado, tiene un fuste, muy pocas ramas y se comporta perfectamente bien. También hay otra variedad, taeda, que también anda bien. Pero nos inclinamos más por el primero porque en alguna oportunidad trajimos un experto en desarrollo forestal de Brasil que nos lo recomendó por la sequía de Córdoba. Se adaptan mejor.
–¿Cómo hace Córdoba para competir con otras provincias más “madereras”?
–Siempre predominó una visión celulósica de la madera. Más crece la madera, mejor porque es más volumen. Entonces se extendió la idea de buscar lugares con un crecimiento extraordinario de bosques. Pero nadie analizaba la calidad de la fibra y de la madera. Nuestra madera tiene una veta, una resistencia y una conformación distintas. Por eso, nos propusimos tratar de demostrar que Córdoba no sólo puede producir (y que además necesita hacerlo para captar el agua de las altas cuencas), sino que además tiene un gran potencial para industrializarla.
–¿Cómo lo hicieron?
–A través de algunos proyectos con la Cámara de la Madera como el “Toco Madera” para que la gente tomara contacto con la calidad que hay en Córdoba.
–El tema medioambiental pesa, ¿no?
–Sí, claro. La captación de dióxido de carbono y la generación de oxígeno son muy importantes. Pensemos que en una hectárea de pino producimos 20 toneladas de oxígeno por año y consumimos 24 toneladas de dióxido de carbono. Se abre un mercado de venta de bonos de carbono a algunas industrias contaminantes.
–¿La quita de subsidios y el sinceramiento de costos revalorizó las energías renovables?
–Sí. Por ejemplo, creemos que se va a reposicionar el pellet como energía alternativa y su valor va a acomodarse un poco más a las reglas internacionales. Pero es importante pensar en el largo plazo. Quizás cuando cosechemos los árboles que estamos plantando ahora vayan a estar prohibidos los combustibles fósiles. Quién sabe.
–¿Cómo es la eficiencia del pellet?
–Con un kilo de pellet sacamos 4.600 calorías y con medio litro de gasoil sacamos 4.400 calorías. Con medio litro de gas, 5.500 calorías. Esta ecuación, a medida que sube el valor de los combustibles, auspicia la entrada de un combustible alternativo. Hoy, calefaccionar con pellet cuesta la mitad que con gas envasado. Hay países que lo están desarrollando, como Chile, donde está prohibido la quema de la madera que tiene humedad porque emite partículas de carbono al ambiente. Allá los mismos municipios cambian las estufas en los hogares que contaminan.
–¿Cómo se produce un pellet?
–Se seca el aserrín, que debe tener un 8% de humedad, se lo comprime y las mismas partículas se pegan sin ningún tipo de aditivos. El mejor pellet es el que no tiene aditivos. No deja residuos. Tenés una estufa usándola 10 días y a lo mejor sacás 100 gramos de ceniza. Esto es por la baja humedad que tiene el producto.
–¿Qué otras ventajas puede brindar la industria forestal?
–Para producir un kilo de algodón hacen falta 750 litros de agua. Si usáramos recursos forestales, con 500 litros de agua lograríamos un kilo de fibra. Hay empresas de Chile o Inglaterra que venden prendas como chalecos antibalas o pantalones confeccionados con fibras forestales.
–Es imposible hablar de producción forestal y no tocar el tema incendios
–A lo largo de estos 40 años tuvimos en Córdoba mucho fuego y en un alto porcentaje. En muchos casos nos pasó por abajo de la forestación, pero gracias al manejo, al no haber mucho pastizal abajo, y a que el árbol tiene una corteza que soporta la temperatura, se puede recuperar. Depende la época en que sucedan.
–¿Cuánto suma plantar árboles para frenar el calentamiento global?
–Está comprobado que la temperatura media se va elevando y plantar árboles es, en parte, una solución, como así también dejar de usar combustibles fósiles. También lo es incorporar más la madera en la construcción. Construimos una casa que vamos a usar 25 o 50 años. Sin embargo, le ponemos hormigón como si fuéramos a vivir 500 años.
El senderismo, otra forma de disfrutar del bosque
Nombre: Pedro Eduardo Valls.
Edad: 73 años.
Estudio: Ingeniero Agrónomo con posgrado en el sector forestal.
Deporte: senderismo.
Empresa: Aserradero del Sur.
Cantidad de empleados: 60.
Proyecto: Terminar un parque solar.
Web de la empresa: www.aserraderodelsur.com.ar
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