La Voz del Interior @lavozcomar: Un perfil de Javier Milei: el “loco” con motosierra que apeló a los bolsillos

Un perfil de Javier Milei: el “loco” con motosierra que apeló a los bolsillos

A la Argentina –un paciente con antecedentes depresivos e histórica tendencia a la autolesión– le acaban de poner en las manos un martillo.

La supersónica irrupción de Javier Milei en la vida política, y su salto sin escalas a la Casa Rosada, es seguramente el remedio contrario a lo que el sentido común aconsejaba para el país. Quienes aguardaban un calmante recibieron un revulsivo.

Los grandes analistas y los estadistas extranjeros aconsejaban tolerancia, pedían pactos y consensos, auguraban gradualismo.

Pero irrumpió en el centro del escenario un maniático despeinado y armado con una motosierra que promete poner patas arriba la estructura administrativa y las reglas de juego económicas del país.

No viene solo: el combo incluye una vicepresidenta que planea repetir el procedimiento con el discurso derechohumanista de los últimos 20 años.

Alfonsín no lo soñó

Nadie hubiera imaginado que la celebración de los 40 años de democracia ininterrumpida en Argentina tendrá en la cúspide de la torta, el próximo 10 de diciembre, el muñeco de Javier Milei. Seguramente Raúl Alfonsín, muerto hace 14 años, no lo hubiera soñado.

El claro triunfo de Milei permite establecer algunas certezas. En primer lugar, que el tema fundamental por el cual los argentinos lo votaron es la economía. No fue por la justicia social, ni por la política de derechos humanos, ni para defender la igualdad de oportunidades o la presunta amenaza del consenso democrático de 1983.

Las preocupaciones políticas que suscita la personalidad y el discurso de Milei fueron vencidas frente a la dimensión histórica de las urgencias económicas.

Se votó claramente con el bolsillo y se le entregó al presidente electo un cheque para que haga el ajuste que promete.

Hablándole a tu billetera

Milei no le habló al cerebro ni al estómago de los argentinos: le habló a sus billeteras, cada vez más cavernosas. Los votantes no quisieron seguir fritándose en la sartén de 20 años de kirchnerismo y, desesperados, saltaron a las brasas que aviva el libertario.

Entre dos malas opciones, los argentinos parecieron inclinarse por el menos perverso, el menos maquiavélico, el que menos olor a político profesional tiene, el amateur, el inestable, el bueno por conocer.

Milei -esto no es poco- le ganó a una colosal campaña política oficialista que intentó generar terror sobre su figura.

Por supuesto, quien más ayudó a alimentar ese miedo fue el propio Milei.

Las redes sociales estuvieron saturadas las últimas semanas con los archivos de sus insultos misóginos, sus agresiones verbales a periodistas, sus injurias contra el Papa, sus alaridos desaforados, sus bailes epilépticos en programas televisivos, su estampa psiquiátrica.

El oficialismo lo pintó como un chiflado que provocará daños permanentes al país.

En esta tarea, contó con la ayuda organizada e interesada de sindicatos, medios de comunicación, empresarios, intelectuales, artistas, presidentes extranjeros que apelaron a predicciones apocalípticas sobre el futuro nacional.

Ayer mismo, uno de los editores periodísticos más conocidos del país, Jorge Fontevecchia, dijo que si la sociedad argentina elegía a Milei entonaría “las estrofas de un himno funerario”.

El nacimiento de un león

La pregunta que deberán responder en los próximos años los historiadores es cómo una persona que hasta hace sólo dos años apenas era conocido como un economista que fungía de invitado en programas de televisión por cable, se transformó en un fenómeno nacional y en un personaje de interés internacional.

Fue hace menos de dos años que Milei hizo un descubrimiento que ya habían realizado los políticos tradicionales: para ser visto y escuchado por audiencias masivas, es negocio abandonar los programas tradicionales de debate y concurrir a programas de espectáculos encabezados por panelistas y conductores políticamente con pocas luces, que les preguntan sobre sus vidas privadas, sus parejas, que intentan robar confesiones de cama y jamás los incomodan con cuestionamientos partidarios o pedidos de explicaciones sobre la macroeconomía.

Milei tenía mucho para dar en esa cuerda: sin que nadie se lo preguntara, dijo que era profesor de sexo, habló con detalle de sus prácticas tántricas, llevó a una novia cantante, bailó, lloró, se disfrazó de superhéroe, mezcló a Moria Casán con los economistas austríacos, mostró que lo único que lo emocionaba hasta las lágrimas eran sus perros.

En su salto al tablero electoral, confundió el campo político con una cátedra de economía liberal anarquista. De su portafolio comenzó a sacar proyectos de un mercado libre para la venta de órganos, libre portación de armas, vouchers para las escuelas, desaparición del Banco Central, cierre de los medios públicos de comunicación, dolarizaciones.

Cometía un error evidente: no diferenciaba entre teorías académicas experimentales y proyectos probables para un país en crisis. Pero hubo una clave que hizo que esta ignorancia pasara a segundo plano: todo esto Milei lo decía enojado. Su furia despeinada, sus ojos enrojecidos por el enojo, empatizaron con millones de personas cansadas de ver cómo su vida se había ido tornando más miserable. Así nació el Milei león.

Armado con apenas tres ideas fuerza, Milei acaba de mandar al kirchnerismo a los libros de historia: acabar con la casta política, aplicar la motosierra en los gastos del Estado e instrumentar una dolarización.

Milei se autopercibe liberal, pero se encuentra alejado del liberalismo político clásico. Es vecino intelectual del anarcoliberalismo de los admiradores de Ayn Rand que enarbolan banderas amarillas con serpientes,

Milei es apenas el antibiótico que los argentinos encontraron a mano para intentar detener la infección que ha dado más de 50 años de fracaso económico. He aquí el futuro presidente.

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