Un paro docente difícil de entender
El calendario anual escolar en la provincia de Córdoba no es tan generoso como para seguir perdiendo días de clases por motivos diversos y a veces con escaso sentido de la oportunidad.
A las medidas de fuerza por cuestiones salariales (por lo general, a comienzos del ciclo educativo), se suman los feriados extralargos por razones turísticas, a lo que habrá que agregar el receso por las merecidas vacaciones de invierno. Lo concreto es que el cronograma se estrecha cada vez más y que los resultados de esos intervalos se observan a menudo en los módicos resultados de aprendizaje en los distintos niveles de la educación.
Esta vez, la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) convocó para este jueves a un paro docente en adhesión a la medida de fuerza dispuesta a nivel nacional por la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera).
Como consta en la resolución de la entidad sindical, la huelga se motoriza en contra de la “represión al pueblo jujeño” en el marco de la reforma constitucional aprobada en la provincia de Jujuy y cuyo articulado, entre otras cuestiones, pone límites a los cortes de rutas y de calles, promovidos, en general, por organizaciones gremiales, políticas, piqueteras y de las comunidades originarias.
La reforma constitucional impulsada por el gobernador de Jujuy y precandidato a la presidencia de la Nación por Juntos por el Cambio, Gerardo Morales, coincidió con el plan de lucha dispuesto por los docentes de esa provincia en demanda de mejoras salariales. La espuma del conflicto no demoró en subir y las manifestaciones sobre la ruta 9, en inmediaciones de la localidad de Purmamarca, desataron la fuerte reacción policial, que dejó heridos y activistas detenidos.
Ahora bien: es comprensible desde la base el gesto de solidaridad expresado por Ctera y la adhesión fáctica de la UEPC. Lo que no puede admitirse es el extremo de un paro de actividades por un conflicto gremial que no atañe a los educadores cordobeses. Y del cual pagan las consecuencias los alumnos necesitados de aulas abiertas.
Mucho menos se justifica desde el sentido práctico, al sopesar que venimos de otro feriado extralargo. Es decir, una semana de las llamadas cortas, con sólo tres días de clases, que ahora se pretende reducir a dos.
Es factible, como admiten desde el propio sindicato, que la adhesión local a la medida de fuerza sea baja, tal como sucede cuando la inactividad docente no tiene motivaciones propias del ámbito cordobés.
En tal caso, suelen acatar la convocatoria sólo los delegados gremiales de los colegios, sin afectar en su conjunto a los educadores. Sin embargo, se coloca a los padres en la tarea de consultar a las autoridades de los establecimientos para saber si llevan, o no, a sus hijos a clase. El frío del invierno que debuta no es aconsejable para que miles de niños, niñas y adolescentes anden deambulando en busca de una respuesta.
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