La Voz del Interior @lavozcomar: Un país sin futuro

Un país sin futuro

Con cada decisión, por acción u omisión, el Gobierno nacional bloquea la construcción de un futuro para el país. Podría decirse que, casi por acto reflejo, en cada disyuntiva elige la opción que conduce indefectiblemente a una mayor decadencia.

Véase la increíble discusión sobre los biocombustibles. Por el cambio climático y el Acuerdo de París, urge abandonar el uso de los combustibles fósiles y apostar por distintas alternativas. Ahí están, por ejemplo, los autos eléctricos. Argentina podría estimular la investigación y la producción de los combustibles “verdes”. Pero el Congreso está a punto de modificar la legislación para dificultar esa opción.

De ello se deriva un segundo ejemplo. Si se confirma la decisión, la ley que estimuló la producción de biocombustibles habrá durado unos pocos años. A quienes decidieron invertir, producir y dar trabajo bajo su amparo, de golpe se les cambiarán las reglas de juego. En Argentina, maltratar a los inversores y a los empresarios es una vieja costumbre. ¿Quién va a a generar los millones de puestos de trabajo que necesitamos para reducir la desocupación y la pobreza? ¿El Estado?

Obviamente, Argentina tiene que mejorar su productividad y su capacidad de exportación. Ahora, para comerciar con los demás países, tenemos que abrirnos al mundo, en vez de cerrarnos. Sin embargo, allí está la discusión de la semana pasada entre el presidente Alberto Fernández y su par uruguayo, Luis Lacalle Pou, porque los orientales auspician una apertura del Mercosur que haga posible la firma de tratados de libre comercio con otras naciones o regiones. Las autoridades argentinas, en cambio, siguen apostando al proteccionismo. ¿A quién le vamos a vender algo si nos negamos a comprar lo que producen los demás?

En otro plano, España sorprende al mundo al anunciar que pondrá en práctica una semana laboral de apenas 32 horas, mientras que en nuestro país no se puede discutir ni la reforma laboral más superficial, porque siempre se la interpreta como la supuesta derogación de leyes laborales que tienen 70 años o más y que fueron pensadas para un contexto del que ya no queda casi nada.

Cambiaron las tecnologías, los sistemas de producción, hasta las trayectorias laborales de los empleados, pero nosotros seguimos rigiéndonos por esa vetusta legislación, en nombre de los derechos de los trabajadores, que cada vez son menos porque no hay creación de empleo.

Y, por supuesto, mientras nosotros seguimos discutiendo si la inflación es un problema moral, el resto del mundo ha logrado controlarla porque sabe que los factores que la generan son de una naturaleza muy diferente. Así, la mayoría de los países pueden diseñar planes de muy largo plazo, a sideral distancia del cortoplacista “vamos viendo” argentino.

Sin acceso al crédito, sin moneda estable y con una economía absurdamente cerrada, entre otros males crónicos que nos hunden de a poco en la pobreza, nuestra dirigencia política sin embargo sigue creyendo que vamos por el camino correcto. Claro que no hay otro país que camine con nosotros.

Máximo Kirchner impulsa un cambio de lo aprobado por el Senado. (Prensa Diputados)

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