La Voz del Interior @lavozcomar: Un cuarto de siglo para la era del poder peronista en Córdoba

Un cuarto de siglo para la era del poder peronista en Córdoba

La historia de Córdoba no registra un período tan largo con el mismo signo político en el poder. En el ámbito nacional, tampoco hay antecedentes y son muy pocas las provincias en las que ha pasado tanto tiempo sin alternancia.

El peronismo cordobés cumple este viernes 25 años ininterrumpidos de permanencia en el poder. Tres gobernadores, dos de triple mandato, para la construcción de una hegemonía que ha tenido una larga lista de componentes sobre los que se fue edificando.

Hubo más de un hilo conductor que fue generando el entramado en el que se sucedieron José Manuel de la Sota, Juan Schiaretti y Martín Llaryora.

Llaryora, Schiaretti y De la Sota, cuando el actual gobernador era intendente de San Francisco. (La Voz / Archivo)

Aquel 12 de julio de 1999, De la Sota arrancaba proclamando “un gobierno de unidad provincial” compuesto por un “talentoso grupo de dirigentes de orígenes políticos diversos”.

El concepto fue repetido en este cuarto de siglo y, de hecho, es la idea medular de la definición que hace el actual gobernador Llaryora de su gestión y de su intento de crear el “partido cordobés”.

La eficaz trama de enmascarar el peronismo con una noción de fuerza cordobesista es uno de los componentes principales de la fórmula que los llevó a convertirse en un partido provincial. En realidad, nunca hubo una coalición como tal, sino la existencia de un partido dominante con agrupaciones menores o dirigentes sueltos de diversos espectros ideológicos que se fueron sumando.

Ya De la Sota había sepultado la simbología justicialista ocho años antes de ganar la elección en su cuarto intento por ser gobernador de Córdoba. En 1991 se presentó como candidato de la Unión de Fuerzas Sociales, la que después pasó a llamarse Unión por Córdoba, rebautizada luego por Schiaretti como Hacemos por Córdoba, vuelta a renombrar como Hacemos Juntos por Córdoba y que hoy pretende ser llamada como “partido cordobés”.

El nombre elegido por Llaryora responde, en realidad, a un concepto enraizado en la historia de Córdoba, incluso mucho antes de la formación nacional.

Una provincia con idiosincrasia política propia, distanciada del puerto, con ese péndulo entre la rebeldía y el conservadurismo, más inclinado para ese lado que hacia el primero.

Por eso, no fue casual que la restauración democrática se dividiera en dos grandes eras: la radical, de 1983 a 1999, y la peronista, de este último año a la fecha.

De la Sota tomó aquel modelo de Eduardo Angeloz en términos de construcción política y lo perfeccionó. Alinearse con el gobierno nacional sólo cuando goza de alto consenso; apelar a la identidad provincial; acordar con los principales factores y corporaciones de poder en el reparto de espacios y favores; reducir al mínimo las instancias de control, en especial el Poder Judicial; mantener acertadamente la relación con el electorado propio con medidas de alto impacto; acertar en obras y planes acordes al perfil productivo provincial.

Si se escudriña a fondo las nociones de “isla”, “corazón de mi país”, “faro”, “puentes”, la lógica es casi calcada a lo largo de 40 años.

Liderazgos

Los peronistas fueron más eficientes que los radicales en cuanto a la administración de los liderazgos. Administraron casi con calibre las diferencias y priorizaron siempre la preservación del poder por encima de las disputas personales.

Así, De la Sota fue el gran socio fundador y encontró en Schiaretti, que había sido un rival interno, el socio ideal para sucederse recíprocamente y acotar el surgimiento de nuevos dirigentes.

Schiaretti junto a De La Sota.

Con estilos y perfiles bien diferentes en cuanto a conducción política y ejercicio de la gestión, De la Sota y Schiaretti tuvieron su gran éxito en no entorpecerse cuando cada uno ejercía la jefatura.

Llaryora llegó con otra idea, y de hecho jubiló en público a Schiaretti apenas los resultados electorales le marcaron que llegaba por ajustado margen al poder provincial. Pero el actual gobernador archivó rápido aquello de “una generación que se retira” y habla hoy de un liderazgo compartido con su antecesor.

Pragmáticos

Los tres tuvieron un denominador común para manejarse con el presidente que les tocó compartir: alineamiento cuando la opinión mayoritaria de los cordobeses respalda la gestión nacional, distancia y hasta enfrentamiento a medida que el gobierno nacional es rechazado en esta provincia.

Así, mientras en Córdoba hubo un solo signo político y tres gobernadores en 25 años, en el país pasaron el radical aliancista Fernando de la Rúa, el peronista interino Eduardo Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner y su era K, el cambiemita Mauricio Macri, el peronista-kirchnerista Alberto Fernández y el libertario Javier Milei.

Germán Kammerath, José Manuel de la Sota y Carlos Menem en un acto del PJ en 1998. (La Voz)

Ninguno de los tres gobernadores se guió por conceptos ideológicos o partidarios al momento de definir el apoyo o el rechazo a un presidente, sino por mero pragmatismo de cómo se percibía en Córdoba cada gestión nacional.

Así, el enfrentamiento abierto con los Kirchner, a cuyo proyecto se habían sumado De la Sota y Schiaretti, les trajo problemas de gestión pero innumerables éxitos electorales.

Cristina Kirchner y Juan Schiaretti. (LaVoz/Archivo).

Divididos

En los aciertos de esa gran maquinaria electoral, basada en un uso sin escrúpulos de los recursos estatales y una acertada gestión que supo ir interpretando las necesidades de una buena cantidad de ciudadanos, se encontró también el ir acompañando y hasta anticipando los distintos cambios de época que se fueron dando en 25 años.

Y en esa etapa, el mundo y la Argentina tuvieron una larga serie de transformaciones. En cuanto a lo político, el país vivió en aquella crisis de 2001/02 la eclosión del sistema de partidos que había signado todo el siglo 20.

El fin del bipartidismo también llegó a Córdoba, pero con otras características. No hubo alternancia en el poder y las estructuras tradicionales se mantuvieron.

El peronismo supo neutralizar lo que se dio en llamar la “nueva política”, encabezada en Córdoba por el Partido Nuevo de Luis Juez, a partir de una de las claves electorales que le permitieron la continuidad en el poder: la recurrente fragmentación de la oposición –muchas veces fogoneada desde el poder– y las dificultades del radicalismo para generar nuevos liderazgos.

Así y todo, hubo momentos de zozobra, como la reñida elección de 2007, que le permitió el acceso al poder a Schiaretti y consagró a Juez como principal opositor. En 2023, Llaryora le ganó a Juez por tres puntos.

Reformas

Aquella elección de 2007 dio origen a la reforma política que ubicó a Córdoba en la vanguardia de cambios en el sistema electoral, aunque se dio después toda una contrarreforma, para que las herramientas electorales siempre favorezcan al que ostenta el poder.

Fue una constante de esta era. Cambios importantes que después vienen acompañados de elementos que neutralizan las transformaciones.

Así, la gran novedad de aquel discurso inaugural de De la Sota el 12 de julio de 1999 fue la implementación inmediata de su principal promesa de campaña: una rebaja de impuestos del 30 por ciento. Después se fueron creando tasas y contribuciones que compensaron aquel recorte y que sostuvieron a lo largo de todo este tiempo el debate del llamado “costo Córdoba”.

De la Sota avanzó con otra reforma política, al cambiar el sistema bicameral por uno de una sola cámara y menos miembros para la Legislatura. Fue ampliamente avalado en nombre de la reducción de los gastos de la política, pero lo que terminó ocurriendo fue la implementación de un mecanismo para que el Ejecutivo tuviera el control del Legislativo provincial.

Sospechas y obras

Pasó lo mismo con el Poder Judicial, que nunca tuvo independencia, ni en la era radical ni en la actual peronista. Las promocionadas reformas de fueros especiales como el de Anticorrupción o la no intervención del gobernador en la designación de jueces y fiscales no redundaron en eficiencia en la administración ni en transparencia en el manejo de la cosa pública.

Las sospechas sobre la utilización de los recursos públicos fueron un gran elemento destacado en esta etapa peronista en el poder.

Cada vez se gobierna con menos controles, y algunos avances que se dieron en materia de transparencia fueron prolijamente retrotraídos.

Otros elementos significativos fueron la obra pública y la alianza con los sectores productivos. La transformación de la infraestructura de la Provincia es una de las claves de la construcción de poder. La red vial y los gasoductos desplegados durante las dos últimas gestiones de Schiaretti son insignias.

Programas sociales como el Boleto Educativo Gratuito y las Salas Cuna también marcaron tanto la gestión como la política cordobesa.

La alianza que el peronismo cordobés hizo con el campo sobre la base del rechazo a las retenciones y la fuerte presencia territorial del peronismo en las grandes ciudades del interior es otra de las claves de un proyecto que tuvo mucho más aceptación en el interior que en la Capital provincial, aunque en la última elección esa ecuación se revirtió.

Ese proyecto exitoso en términos de construcción de poder se consolidó al punto de convertirse en una hegemonía dentro de las fronteras provinciales. Pero De la Sota, Schiaretti y Llaryora no lograron instalarlo fuera de Córdoba.

Sus liderazgos estuvieron siempre ligados a lo provincial, pese a que Córdoba es el segundo distrito de la Argentina.

Schiaretti y, en especial Llaryora, siguen soñando con revertir esa tendencia.

https://www.lavoz.com.ar/politica/un-cuarto-de-siglo-para-la-era-del-poder-peronista-en-cordoba/


Compartilo en Twitter

Compartilo en WhatsApp

Leer en https://www.lavoz.com.ar/politica/un-cuarto-de-siglo-para-la-era-del-poder-peronista-en-cordoba/

Deja una respuesta