Trigo y soja HB4: producir más, con menos agua
A poco más de dos meses desde que la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) anunció la autorización en Brasil para la harina de trigo HB4, Raquel Chan reconoce que se abrió la primera gran ventana comercial para esta innovación con patente argentina.
En uno de los siete laboratorios del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL), en la ciudad de Santa Fe, la investigadora del Conicet y de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB-UNL) tiene su principal espacio: el Laboratorio de Biotecnología Vegetal, donde la doctora Chan lideró la “invención” del primer trigo transgénico tolerante a sequía y salinidad a nivel mundial.
El proceso demandó muchos años, a partir de transferir a las plantas de trigo y también de soja los atributos de tolerancia a sequía del girasol, un cultivo que se defiende muy bien ante el déficit hídrico. La empresa Bioceres es el soporte de inversores privados que licenció la tecnología, y tiene iniciados los procesos de desregulación en otros países.
Transgénicos y un poroto brasileño
En diálogo con Agrovoz, Chan salió al cruce de los reparos comerciales y de consumidores que cuestionan a los cultivos transgénicos. “En Brasil ya se consume un poroto resistente a virus, que fue desarrollado por Embrapa (la empresa estatal de investigación agropecuaria); este poroto se comercializa incluso en snacks, y nuestra tecnología HB4 fue aprobada por unanimidad por la CTNBio”, resume.
¿Estas nuevas tecnologías favorecerán un mayor corrimiento de la frontera agrícola? La investigadora responde que, en este caso, el foco no está puesto en ampliar las áreas sembradas, sino en “producir más en las mismas superficies disponibles; sobre todo en regiones que tienen poco régimen pluviométrico, donde los rendimientos son muy bajos. Expandir el área es ya una cuestión política; a lo que apuntamos es a producir más con menos agua”, aclara.
Junto con esta primera aprobación de Brasil (principal cliente del trigo argentino), la expectativa está puesta en la habilitación de la soja HB4 por parte de China. Según Chan, esto podría ocurrir en los próximos meses, con una importante salvedad: “Los chinos exigen todos los ensayos en su territorio de nuevo, a pesar de que Bioceres ya los hizo, en colaboración con otra empresa china. Tal vez hay cuestiones político-económicas que lo frenan; estamos desde 2015 con esto. Creo que no tienen muchas más excusas y deberían aprobarla”, afirma.
–¿Cuál es el alcance de la tolerancia a salinidad de estos materiales?
–A nivel de laboratorio o de experiencia controlada, los materiales HB4 tienen más tolerancia a la salinidad. Pero en el campo, la situación varía según los ambientes. Algo muy distinto respecto de los dos transgénicos que están liberados en el mundo (Roundup Ready y Bt), que dan una respuesta de “todo o nada”, las plantas son resistentes o no lo son. En cambio, cuando hablamos del estrés del tipo no biológico, sino abiótico (sequía, suelo, viento), no hay una respuesta de todo o nada, depende de cada región o ambiente en particular.
–¿Esto quiere decir que el trigo HB4 es recomendable para algunas zonas de producción más que en otras?
–Con Bioceres publicamos 37 ensayos y, en cada uno de esos ambientes, la diferencia con respecto al material no transgénico, no transformado, es diferente. En algunos casos la respuesta es cero, no se requiere del gen HB4, y en otros llega al 100%. Hay regiones donde el trigo HB4 va a hacer una diferencia abismal. A lo largo de muchos ensayos hemos visto que existen “regiones target”. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires o en Córdoba y San Luis, que son ideales para poner trigo HB4. Pero hay diferentes áreas en las que al productor no le va a convenir.
–¿En qué otros proyectos están trabajando en el Instituto de Agrobiotecnología?
–Desde hace bastante tiempo, tenemos un equipo de investigadores trabajando sobre un maíz tolerante a inundaciones, con muchos ensayos y aumentos de producción bastante interesantes. Habrá que desarrollar híbridos de este tipo; tomamos en cuenta sobre todo los momentos en los cuales el maíz es más vulnerable a la inundación, en sus inicios, dado que la planta ya crecida no es vulnerable. La tecnología permite que la semilla germine, que la planta crezca mejor y no se pudra. Otro grupo está trabajando con arroz tolerante a salinidad; se están obteniendo muy buenos resultados, no con transgénicos sino con edición génica (permite modificar la genética de la planta sin introducir genes de otro organismo).
Durante el diálogo, la doctora Chan toma distancia ante la mención de protagonistas históricos de la “revolución verde”, como el estadounidense Norman Borlaug y su mejoramiento en semillas. En este punto, la experta argentina se considera “una persona con suerte” por haber apostado al girasol como punto de partida de estas nuevas semillas, tan necesarias frente al cambio climático.
Al respecto, contesta: “No hay ninguna genialidad en esto. Hay muchos investigadores trabajando; con el girasol yo tuve suerte, pero no es que haya tenido suerte en todo, nunca me saqué ni siquiera una rifa de una torta”.
Europa y Australia, en la vereda de enfrente
Impacto. La sequía y el déficit de agua son el flagelo más grave para la agricultura a nivel mundial: se llevan el 50% de las pérdidas. Después siguen otros factores: salinidad, plagas, enfermedades.
A favor. Estados Unidos “es un país que no tiene tanto problema con los transgénicos” y es muy factible que sus productores adopten y paguen por la tecnología HB4.
En contra. Según la experta del Conicet, Europa no aprobará el trigo HB4 por cuanto “todavía ni siquiera acepta la edición génica, muy reconocida en el resto del sistema agrícola”. Si Australia diera luz verde a los OGM (organismos genéticamente modificados), el resultado “sería fantástico en un país que tiene muchos problemas de sequía”.
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