La Voz del Interior @lavozcomar: Tiempo de descuento

Tiempo de descuento

El crítico nivel de reservas complica aún más los últimos meses de gestión del presidente Alberto Fernández y ejerce fuertes condicionamientos a la coyuntura económica en términos de crecimiento, inflación y, por ende, condiciones de vida para la mayor parte de la población argentina.

Es el resultado de errores propios y ajenos de diferentes conducciones económicas, que no supieron o no pudieron implementar las medidas necesarias para llegar a esta situación en mejores condiciones.

Paralelamente, con un Banco Central con escasas reservas, el objetivo principal es evitar la devaluación, quedando muy poco margen de acción para controlar el proceso inflacionario, excepto recurrir a mayores tasas de interés y al aumento de las regulaciones cambiarias.

Por lo tanto, resulta claro que mientras no se consiga acumular reservas líquidas en niveles compatibles con las necesidades de funcionamiento de la economía, no será posible atacar de manera medianamente exitosa el proceso inflacionario. No hablemos ya de pensar en eliminar las restricciones en el Mercado de Cambios.

El problema de administrar las reservas

Entonces, si la cantidad de divisas en poder de la autoridad monetaria resulta algo clave para encauzar la economía en un proceso de funcionamiento normal, ¿por qué no se realizó una política de administración de reservas más eficaz?

Es difícil, desde este lugar, conocer realmente cuáles fueron esas razones, pero apenas se comenzaba a salir de las restricciones de circulación obligadas por la pandemia, ya se vislumbraba que más temprano que tarde la economía argentina enfrentaría problemas de liquidez para realizar sus pagos al exterior.

El significativo condicionamiento que provoca el endeudamiento, particularmente con el Fondo Monetario Internacional (FMI), agrava el escenario. A la luz de los resultados, consideramos que dilatar las negociaciones mientras se cumplían los vencimientos de esos períodos, no fue la política correcta.

Paralelamente, la necesidad de acceder a combustibles durante todo 2022 a valores significativamente más altos (por la contienda bélica en Europa) impidió la acumulación de las divisas generadas en saldos de comercio exterior de un período excepcionalmente favorable. Además, obligó a enfrentar la sequía posterior con desventajas evidentes.

Por lo pronto, las reservas netas del Banco Central hoy son negativas, entre U$S 1.000 a U$S 2 mil millones, lo cual no implica que no haya dólares para utilizar, pero es un indicador importante del inmenso desafío inmediato del que no se saldrá con sólo hablar de un plan de estabilización.

Entonces, si la estructura económica argentina determina que el desarrollo sostenible no puede conseguirse sin acumular un nivel determinado de divisas que permita financiar dicho crecimiento, la primera pregunta que necesitamos plantear y luego intentar responder es: ¿cuál es el nivel de reservas imprescindible a mantener en stock y cómo se pueden conseguir?

Este debería ser el primer paso para diseñar cualquier programa de gobierno que asegure, primero, un plan de estabilización y, posteriormente, alcanzar el sendero de progreso y mejora en las condiciones de vida de la población. Esta cuestión tendría que estar incorporada en el debate político de este año electoral.

Ilustración Eric Zampieri.

¿Cuántos dólares necesita la economía?

No es fácil estimar a cuánto asciende el flujo de dólares que exige la economía argentina. Esto implica saber cuántos dólares el Banco Central tendrá disponible para garantizar un plan de estabilización en el cortísimo plazo, y cuántos se requerirán para emprender un sendero económico estable de mediano y largo plazo (crecimiento modesto pero constante y con bajas tasas de inflación) para evitar caer en otra crisis. En este cálculo es relevante estimar el flujo de dólares esperado; no el stock en manos privadas en el circuito local o depositado en el exterior.

La clave de esto radica en que las presiones provocadas por la escasez de dólares atentan contra cualquier intento de reducir la inflación. Un aspecto no menor es que, después del crédito insólito otorgado por el FMI al gobierno anterior, no existe posibilidad de acceder fácilmente al financiamiento por parte de organismos multilaterales. Además, el endeudamiento externo vertiginoso en esos años también clausuró el proceso de financiamiento voluntario. O sea, no habrá que esperar, por lo menos en un tiempo cercano, un ingreso neto positivo de dólares financieros.

También debemos descartar a la “confianza” como fuente proveedora de dólares. Es obvio que se necesita cierto apoyo de los agentes económicos, pero no es concluyente. Y ese apoyo depende más de una política económica consistente que de ajustes recesivos; pero esta consistencia, en una economía con rasgos bimonetarios, debe fundarse en una amplia disponibilidad de dólares.

La fuente principal de entrada de dólares que queda proviene del comercio exterior, que es importante pero inicialmente insuficiente, incluso en una situación normal (sin sequía). Pero está muy concentrada en el complejo agroexportador y, por consiguiente, dependiente de los precios internacionales de estas materias primas. Existe la expectativa cierta del incremento de exportaciones de hidrocarburos y de la minería (litio y otros metales).

Demanda y destino

Una primera aproximación para abordar el desafío de estimar a cuánto asciende el flujo de dólares necesarios es identificar quiénes son los principales demandantes y cuáles son los destinos que tienen esas divisas.

Los dólares ingresan en el circuito local por la cuenta comercial (exportaciones) y por la cuenta capital (inversión extranjera directa, saldo de servicios y endeudamiento). La puja por los dólares adquiere más fuerza cuando la escasez relativa se hace presente, ya sea por una merma en el flujo de estas dos fuentes o por un aumento del requerimiento por encima del promedio, motivado por shocks negativos locales o internacionales.

Esta demanda proviene de particulares que desean dolarizar sus ahorros o viajar al exterior, importadores que los necesitan adquirir bienes y servicios, multinacionales para girar utilidades a sus casas matrices, el Estado (tanto nacional, como provinciales y municipales) y empresas privadas para cancelar obligaciones externas, más la necesaria acumulación del país para garantizar mayores grados de autonomía frente a corridas cambiarias y a crisis externas.

Con el actual flujo de divisas (comerciales y financieras) es imposible satisfacer toda la demanda de dólares, pero tampoco se vislumbra hacerlo sin un cambio de matriz productiva.

Además, se sabe que el acceso al mercado internacional voluntario de crédito, con el actual stock de endeudamiento externo, sólo servirá en primera instancia, y si se consigue abrirlo, para refinanciar vencimientos.

Economías como la argentina no dejan de crecer cuando tocan el límite de la capacidad productiva o alcanzan el pleno empleo, sino cuando hay escasez de dólares para seguir importando insumos. Un sector primario competitivo a nivel internacional orienta la economía a ser proveedora de materias primas en el mercado mundial, convirtiéndose en el principal aportante de dólares.

A la vez, la fragmentación del aparato industrial exige una creciente necesidad de divisas, porque demanda insumos importados y también requiere de una mayor cantidad para avanzar en la industrialización.

La historia de la economía argentina muestra que se trata de un objetivo muy ambicioso resolver el problema de la restricción externa (escasez relativa de divisas) mediante sustitución de importaciones; sólo en cortos períodos se pudo cumplir con ese objetivo.

A lo largo de décadas de inestabilidad cambiaria, en algunos momentos el superávit de la balanza comercial acercó los dólares necesarios para satisfacer parcialmente la demanda de divisas: en otros, el endeudamiento externo y, en menor medida, la inversión extranjera directa, realizaron su aporte. Casi siempre fueron insuficientes para garantizar un período prolongado de estabilidad.

Esto fue así porque en ningún momento se logró el salto cualitativo en la estructura productiva y financiera para aliviar la escasez de divisas; o en otros términos, contar con el flujo de dólares necesario para responder a los pedidos de cada uno de los sectores.

(*) Licenciada en Economía

https://www.lavoz.com.ar/negocios/tiempo-de-descuento-2/


Compartilo en Twitter

Compartilo en WhatsApp

Leer en https://www.lavoz.com.ar/negocios/tiempo-de-descuento-2/

Deja una respuesta