The Idol tuvo un final a las apuradas que coqueteó con el ridículo
Antes de estrenar The Idol, la serie que lo tendría como productor, creador y protagonista, Abel “The Weeknd” Tesfaye le decía a la prensa que quería alinearse a maestros del thriller psicológico. Incluso, llegó a nombrar a Paul Verhoeven, el director de Bajos instintos, como espejo para mirarse.
Pero con la primera y quizás la única temporada ya emitida, puede sentenciarse que fracasó estrepitosamente en ese intento. E incluso que llevó todo a un ridículo irrisorio, con un final que zigzagueó entre la sumisión y el empoderamiento de modo desconcertante.
La primera temporada de The Idol iba a tener seis episodios pero la terminaron en cinco, luego de ser objeto de críticas despiadadas por sus modos narrativos sexistas y misóginos.
El quinto y último se estrenó el pasado domingo, con la popstar Jocelyn (Lily Rose Depp) tomando las riendas de su propio destino artístico luego de ser controlada, manipulada y (s)explotada por Tedros (The Weeknd).
En la promoción, este personaje había sido tipificado como un gurú de autoayuda y líder de una extraña secta. Nada de eso, en realidad es como un proxeneta (a pimp) que desde su discoteca angelina capta jóvenes con talentos artísticos supremos aunque con problemas de distinta índole, a los que llevó a vivir a la mansión de Jocelyn, su nueva conquista, para que se involucren en su renacimiento pop.
Bueno, en Jocelyn Forever, el episodio final, Tedros es neutralizado por la popstar, que por arte de magia pasó de ser una sumisa insegura traumatizada a una ama muy enfocada en lograr que el triunvirato de Chaim (el manager personal interpretado por Hank Azaria), Nikki Katz (ejecutiva de su sello, por Jane Adams), y Andrew Finkelstein (representante de la omnipotente Live Nation, por Eli Roth) le apruebe su nuevo tour.
Para convencerlos, los invita a un show privado en su mansión, en el que estará involucrada toda la troupe de Tedros, quien, antes de ser reseteado, les recuerda a sus súbditos que “el sexo vende” y que hay que complacer en todo (“si hay que chupar…, se las chupa”, se le oye) a los popes de la industria.
A la hora indicada comparecen todos menos Joss. Entonces, hay performances de Chloe (Suzanna Son), de Izaak (Moses Sumney) e incluso del nuevamente legitimado Xander (personificado por el cantante Troye Sivan). ¿Nuevamente legitimado? Sí, porque, en el episodio anterior, este amigo de siempre de Jocelyn había sido picaneado por Tedros (con aprobación de ella) luego de ser considerado un conspirador.
La coreografía soft porn de Jocelyn en The Idol
Joss aparece finalmente por la sala y luego de ordenarle a Chaim que lo haga lo que sea para hacer desaparecer a Tedros de su vida, realiza una coreografía soft porn que la abstrae de sus problemas de salud mental y le permite erotizar lo suficiente a Andrew Finkelstein como para que le apruebe el tour.
Tal como dice mi compañera Juliana Rodríguez, la cámara siempre tiene la mirada de un hombre; y en la narrativa general, la idea de que la industria musical es campo fértil para el sadomasoquismo se resuelve de un modo burdo que entra de lleno a lo patético.
En resumidas cuentas, Jocelyn no sólo se libró de Tedros, a quien Chaim despachó luego de una relectura ingeniosa de la fábula de Caperucita Roja, sino que se quedó con todos los artistas de su secta.
Si terminaba ahí, The Idol quedaba como una atolondrada historia de reafirmación del poderío de una popstar mujer; o de su resiliencia ante el cinismo industrial y la erosión de sus propios traumas.
Pero para el pasaje final – final de su primera temporada, el relato se reserva a Tedros caminando por el estadio de Los Ángeles en el que Jocelyn empieza su gira.
Va a la taquilla en la búsqueda de un all access a su nombre. Consigue su pase aunque allí es ligeramente humillado. Pero en zona de camarines es tratado con cierto desprecio por los guardias de seguridad. Como sea, él entiende que es el precio a pagar por haber sido dominante con la estrella de todo.
Y entonces llega un plop twist descomunal: ya con el show preanunciado con el apagón, antes de cantar algo, Jocelyn presenta a Tedros como el hombre de su vida. Tal como se lee, en la misma semana que Taylor Swift le pidió a su público que no asocie Dear John a John Mayer, el muso que la inspiró, Jocelyn de The Idol instituye a su perverso controlador, de quien se había liberado, como su máximo mentor.
En fin, tremendo traspié de The Weeknd como productor de obras audiovisuales. ¿Pondrá en peligro su carrera como cantante? Difícil que suceda, porque, a fin de cuenta,s en el pop importan las canciones y no tanto las fantasías retorcidas sobre las circunstancias que convergieron durante su creación.
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