La Voz del Interior @lavozcomar: Soy el Banco Central, exijo que dejen de maltratarme

Soy el Banco Central, exijo que dejen de maltratarme

Hola, soy el Banco Central de la República Argentina. Nací en 1935, durante el gobierno de Agustín P. Justo. Era una necesidad imperiosa, frente a la Gran Depresión de 1929. Me sentía orgulloso de mis funciones. Llegaba a la escena argentina para morigerar los efectos de futuras crisis, preservar el valor de la moneda nacional y aplanar los ciclos macroeconómicos.

Con el paso del tiempo, me di cuenta de que me usaban de manera inadecuada e interesada; comencé a sufrir maltrato por parte de los distintos gobiernos, de facto y de génesis democrática; en contra de mi voluntad, me quitaron la función técnica, me obligaron a corromperme y a politizarme, a emitir dinero sin control, con fines exclusivamente electoralistas.

El proceso fue paralelo a la agudización de la inflación, que llevó a límites insostenibles la pobreza, la angustia y la desesperanza de mis conciudadanos. Con el afán de disimular los efectos del atropello, mediante el cual intentan sin éxito un crecimiento de la demanda de bienes y servicios –como si se tratara de un conjuro mágico–, pusieron en marcha un segundo proceso, tan dañino como el primero y del cual tienen poca conciencia los sectores políticos: la esterilización del circulante excedente a través de la generación de deuda pública, pagando elevados intereses. Una hipoteca para el futuro.

En mi partida de nacimiento, decía que el presidente y los directores que se ocuparían de conducir mi vida debían ser “idóneos”. Sonaba bien; después tomé conciencia de que era un engaño. Detrás de la ambigüedad que encierra la palabra idoneidad, se hicieron cargo de mí dirigentes políticos con un desconocimiento supino de política monetaria y cambiaria. Además, los pocos que conocían la materia fueron serviles a los gobernantes de turno.

No tengo certeza de si me hicieron más daño quienes entraron en mi vida ignorando las razones que llevaron a mi existencia o quienes me lastimaron sabiendo lo que hacían.

Si bien mis problemas de salud son de larga data, se agudizaron con la última reforma de la Carta Orgánica que me dio nacimiento. En 2012, con la firma del entonces presidente del Senado, Amado Boudou –quien, según denuncias públicas, quería competir conmigo en la fabricación de moneda–, me cambiaron las funciones; los legisladores, en su gran mayoría y sin estimar el daño que le hacían a la República, votaron a favor.

A partir de entonces, me vi obligado a promover, “en la medida de mis facultades, y en el marco de las políticas establecidas por el gobierno nacional”, la estabilidad monetaria y financiera, el empleo y el desarrollo. Un eufemismo para no expresar que, en verdad, había perdido mi autonomía. Los resultados están a la vista.

Desde ese momento, me “autorizaron” a hacer adelantos transitorios al gobierno nacional de hasta un 12% de la base monetaria. Además, debo entregarle una cantidad que no supere el 10% de los recursos que haya obtenido en los últimos 12 meses. Y, como si fuera poco, frente a una situación nacional o internacional que lo amerite –cuestión muy subjetiva, por cierto–, pueden solicitarme incluso un 10% más. Me dejaron en agonía, lo que dio argumento a los fanáticos que vociferan pidiendo que me envíen a la hoguera. ¡Qué injusticia! No tienen conciencia del servicio que puedo darle a mi país.

Algunos me quieren vivo, para seguir manipulándome; otros desean que desaparezca, ya que me responsabilizan de la inflación. No soy de quienes se entregan con facilidad. Pero necesito apoyo ciudadano.

Exijo que, transcurridas las elecciones de medio término, y una vez conformado el nuevo Congreso de la Nación, vuelvan a darle fortaleza a mi Carta fundacional; exijo recuperar la autonomía que me robaron. Si me ayudan, prometo transformarme en un resorte clave para recuperar la confianza y derrotar de una vez por todas a ese flagelo perverso que es la inflación.

* Precandidato a diputado nacional por la lista Sumar, 503 A, Juntos por el Cambio

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