Si se acaba el agua dulce: ¿Podremos tomar la salada?
A pesar de que el 71% de nuestro planeta está formado por agua, la mayoría no es potable para el ser humano. Esto se debe a que es salada y se encuentra en los mares y océanos.
¿Qué efectos produce este recurso en el cuerpo? ¿Se puede potabilizar? ¿Ya lo están haciendo? Todas las respuestas en esta nota.
¿Podemos tomar agua salada?
El cuerpo humano necesita de la sal, que está en los fluidos extracelulares en forma de sodio e iones de cloro, para su correcto funcionamiento. Sin embargo, un exceso o la carencia de la misma podría ser dañino para el organismo por varios motivos.
- La salinidad permitida es 9 (cada 1.000 gramos de fluidos, 9 son sal y 991 son agua), mientras que la del recurso disponible en los mares es de 35.
- Aunque las células humanas tienen membranas que impiden que la sal entre libremente, estas estructuras son semipermeables.
- Cuando la cantidad de sal es mayor afuera que adentro, el agua sale de la célula para equilibrar la ecuación, en un proceso que se llama ósmosis, y termina encogiéndose y perdiendo sus propiedades.
- El organismo elimina la salinidad a través de la orina. Si la presencia de sodio es mayor, la frecuencia y la cantidad de esta acción aumenta y termina eliminando más líquido del que ingresa.
- Se produce un aumento del ritmo cardíaco y las venas se contraen para mantener la presión arterial. Esto puede generar náuseas, debilidad y delirios.
Si no se ingiere agua potable a la brevedad, entonces el cuerpo comenzará a fallar, la sangre no llegará al cerebro y el ser humano será llevado a un coma, que puede resultar fatal.
¿Hay una solución?
La desalinización del agua es uno de los principales avances de la humanidad para la potabilización de este recurso. En zonas donde la geografía o circunstancias puntuales lo exigen, se convierte en una herramienta para asegurar el suministro y el abastecimiento de este bien tan preciado.
Para llevar a cabo este proceso, actualmente se utiliza tecnología sofisticada y costosa. No obstante, desde hace siglos varios inventores y estudiosos han probado diferentes técnicas para lograrlo.
Más cerca del presente, el comercio marítimo del siglo XIX requirió la instalación de estos sistemas para garantizar la hidratación de la tripulación de las embarcaciones. En 1872, Carlos Wilson creó la primera planta desalinizadora industrial en Chile, que trabajaba con destilación solar y permitía procesar 22,5 m3/día en un espacio de 4.757 m2.
Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, en los inicios del siglo XX, se crearon las primeras plantas portátiles, para asegurar el abastecimiento de agua a las tropas en guerra.
Más tarde, en la década de 1960, se descubrió una técnica que revolucionaría todo el proceso: la ósmosis inversa. Actualmente, es la más usada en el mundo por su eficacia y alto rendimiento. La masificación del proceso ha logrado que los costos se reduzcan considerablemente y hoy en día un metro cúbico resulte cuatro veces más barato que hace algunas décadas atrás.
Científicos y expertos siguen investigando estrategias para optimizar las técnicas con el fin de abaratar costos y maximizar la producción. El objetivo es poder aprovechar ese recurso abundante para cubrir la escasez del agua dulce, un elemento vital para la vida del ecosistema.
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