Si el hambre es el puente a la reactivación, el camino es inviable
La clase media argentina atraviesa una de las crisis más profundas de su historia reciente. Enfrentada a la imposibilidad de cubrir sus necesidades más básicas, la caída en el consumo de carne –un símbolo cultural y económico del país– es un reflejo doloroso de esta debacle.
Según los últimos datos, en 2023 se consumieron 209.800 toneladas menos de carne, lo que representa un descenso del 11,3%.
Este indicador es sólo la punta del iceberg de la crisis económica, que también incluye la creciente imposibilidad de acceder a medicamentos esenciales, como los tratamientos para enfermedades cardíacas, hepáticas o diabetes.
Aunque el Gobierno nacional asegura que los precios de estos medicamentos han disminuido, la realidad es que muchos sectores de la población siguen sin poder costearlos.
La obsesión por el déficit cero, aplicada desde una política del miedo y articulada desde la ideología del odio, nos está llevando como sociedad a un sálvese quien pueda.
Sostener esta política del hambre es como encarar una dieta en la que la receta sea no comer más. No gastar más (ni en lo esencial) seguramente hará que los números en la balanza bajen de manera considerable, y en los primeros meses aparentaremos estar asistiendo a un gran logro. Pero la realidad, al poco tiempo, nos mostrará una profunda desnutrición y comenzarán a colapsar todos nuestros órganos.
Vaya paralelismo, y no es ficción, sino parte de la construcción del relato libertario. Es el ajuste más grande de la historia, como se jacta el presidente Javier Milei.
Es tan llamativa la retracción en las compras de alimentos que el medio británico BBC titulaba en mayo de este año…: “Carne, leche y yerba mate: las históricas caídas en el consumo de los argentinos”.
Aferrarse a un mesianismo ideológico nos está empujando a no reactivar la obra pública desde el Estado, lo que impide que esta actúe como un motor de la economía a través de programas de creación de empleo e inversiones en infraestructura.
Patrullaje ideológico
El único motivo de la no implementación es que se trataría de una receta keynesiana; pero si nos permite comenzar la reactivación laboral antes de pasar a una economía social de mercado, ¿por qué no aplicarla para salir del sufrimiento del déficit cero que está recayendo sobre el consumo de alimentos y medicamentos?
El patrullaje ideológico de la Casa Rosada no admite tal pensamiento. Si no, recordemos las consecuencias de la “desafortunada” votación en la ONU por el tema bloqueo a Cuba y la rápida eyección de sus funcionarios, a los que el Presidente llegó a calificar de “traidores a la Patria”, todo desde un programa de chimentos de TV.
“Las ideologías deben ser herramientas flexibles que ayuden a mejorar la vida humana, y no sistemas rígidos que subordinen a los individuos”, dijo hace 80 años Karl Popper, un filósofo austríaco conocido por su defensa del liberalismo, en su obra La sociedad abierta y sus enemigos. Allí, este filosofo liberal argumenta en contra de los totalitarismos y, sobre todo, de las ideologías rígidas que imponen una visión única del mundo.
Necesitamos, como país, organizar nuestra economía en un sistema que nos permita salir ya del hambre y de las restricciones sociales. Si el New Deal es el camino inicial para luego pasar a una economía social de mercado, como la Alemania de la posguerra, pues no nos detengamos en el origen ideológico, sino veamos el crecimiento sostenido de la economía y el pleno empleo.
Somos también conscientes, desde el laborismo y de la dirigencia sindical, que una economía de mercado sólo se armoniza y estabiliza con políticas de bienestar social. El libre mercado incentiva la eficiencia y la innovación, mientras que el Estado argentino garantiza la estabilidad económica y la cohesión social: educación, justicia, salud, vivienda, seguridad.
“El hambre no es el camino para reactivar la economía. Más bien, es la prueba palpable de que el rumbo actual es insostenible. Necesitamos un cambio profundo en nuestra visión, un enfoque que coloque a las personas por encima de las frías cifras fiscales. Sólo de esta manera, cuando pongamos a la dignidad humana como prioridad, podremos aspirar a un futuro mejor, a una sociedad más justa y a una economía que realmente sirva a todos”. Esto decía Shimon Peres ex primer ministro laborista de Israel.
* Presidente del Partido Laborista Argentino
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