La Voz del Interior @lavozcomar: Secundaria para adultos: un espacio copado por mujeres que buscan cambiar sus vidas

Secundaria para adultos: un espacio copado por mujeres que buscan cambiar sus vidas

Cuando cae la tarde y la mayoría de las personas regresa a sus hogares, otros tantos dejan sus trabajos o familias y habitan por más de tres horas diarias una escuela nocturna en pleno centro de la ciudad.

La vorágine de Salta y Av. Olmos se convierte en un espacio de aprendizaje y reflexión de ideas, tal como lo definen los estudiantes que asisten al Instituto Pedro Ignacio de Castro Barros.

Para 1949 este establecimiento educativo era el único dedicado a la mujer cordobesa que trabajaba. Aquella realidad, 70 años más tarde, sigue estando presente en Miriam, Adriana, Débora, Claudia, Karina, Tamara, Aldana y tantas otras que de lunes a viernes viajan varios kilómetros para cursar y terminar el secundario.

El instituto es un fiel reflejo de los indicadores de crecimiento del secundario para adultos (más de 39 mil estudiantes) en Córdoba: más matrícula, más jóvenes y, sobre todo, más mujeres en las aulas.

Para la docente Angélica Musso hace aproximadamente tres años la media de edad en estos colegios era de 50 años, mientras que actualmente la mayoría tiene entre 17 y 30 años. El 60% son mujeres.

Dentro del programa que establece el Ministerio de Educación, esta asociación civil se destaca por ofrecer una enseñanza personalizada, sistemática y cercana a personas que retoman su escolaridad luego de haber abandonado sus estudios por diversas razones.

Dejar el pasado atrás

Un grupo de mujeres que ronda los 50 años se anima a hablar con La Voz y contar sus experiencias en el aula. “Dejé el secundario cuando era muy chica por una situación personal, después formé mi familia y me di cuenta que era el momento de cumplir la meta de terminarlo y seguir una carrera”, expresa emocionada Miriam (50).

“Yo veo que ahora los chicos dejan para trabajar y hace mucho tiempo era diferente. Dejábamos la escuela para ayudar a nuestros padres”. Y agrega: “Yo les pedía a mis hijos que estudiaran, pero yo no tenía el secundario completo. Eso me motivó a volver y poder ser una referencia”.

Adriana (49) tiene cuatro hijos y sólo uno terminó el colegio. “Estoy luchando para que lo terminen, que vean mi ejemplo y lo que me cuesta”, explica.

Instituto Pedro Ignacio de Castro Barros es una escuela que tiene un bachillerato para adultos y asisten jóvenes y adultos para terminar el secundario. (Javier Ferreyra)

Karina (52) había abandonado los estudios por una tragedia familiar pero siempre reconoció el esfuerzo de su madre de poder darle la oportunidad. Esa misma oportunidad que tuvieron sus hijos y que luego ella retomó para poder honrar el deseo de su progenitora. “Sin el secundario completo haces un curso, pero no te sirve. A veces vengo de hacer 20 horas como auxiliar de enfermería, estoy cansada, pero vale la pena”, manifiesta.

A Claudia (46) se le entrecorta la voz cuando reconoce el cambio profundo que hizo en su vida hace dos años. “Mi esposo me dejó, me di cuenta que era grande y que no había hecho nada. Ahora puedo venir a la escuela y además tengo vida social”, asegura.

Un día que vino a dejar a sus hijas al secundario común que funciona en el mismo edificio, un preceptor le sugirió de retomar los estudios y se entusiasmó. Atrás quedó el tiempo al lado de un hombre que no la valoró y hoy entiende que tiene más posibilidades. “No quiero limpiar más casas, quiero dedicarme a la enfermería”, reflexiona.

Pero en los pasillos del instituto no solo conviven mujeres, Fernando (50) retomó el secundario porque considera que tenía una deuda consigo mismo. Lejos de su Santa Fe natal, arregló los horarios en su trabajo y tiene ganas de empezar Psicología cuando egrese.

Derechos y espacio cuidado

Tamara (30) retomó el tema de sus compañeras y destacó que uno de los conocimientos que más les sirvió a las mujeres fue conocer sobre derechos laborales. “Abandonar la escuela me quitó prácticamente la dignidad. No te queda otra que aceptar trabajos por dos monedas y en ese contexto una tiene que aceptar porque no te queda otra, y de ese modo se aprovechan”, cuenta.

Para ella, volver al secundario tiene sabor a revancha: “Yo era la que me creía la ‘viva’ porque no quería estudiar, me sacaba malas notas o tenía problemas de conducta y de grande uno se da cuenta que la ‘viva’ es la única que no terminó el secundario y a los que uno llamaba ‘tontos’ les va bien”. Actualmente, es abanderada de la Bandera de la Provincia de Córdoba y el orgullo no le entra en el corazón cuando su hija de 13 años habla con sus compañeras del logro de su madre.

Instituto Pedro Ignacio de Castro Barros es una escuela que tiene un bachillerato para adultos y asisten jóvenes y adultos para terminar el secundario. (Javier Ferreyra)

La historia de resiliencia de Débora (31) es un claro ejemplo de una parte no tan conocida del sistema educativo. “Yo dejé el colegio secundario porque sufrí todo tipo de maltrato, tanto de profesores como de compañeros. A mi me esperaban todos los días en la puerta de la escuela con una punta enorme, y a mi mamá le dijeron que me iba a tener que cambiar de colegio porque no podían echar a todo un curso por una alumna”.

Después de esa experiencia, Débora sostiene que el Instituto Pedro Ignacio de Castro Barros es su lugar seguro y resaltó la calidad humana de directivos, docentes y compañeros. “En esta institución nos dieron voz en el mundo, podemos armar rondas enormes de debate y generamos las ganas de seguir estudiando”, destaca.

Instituto Pedro Ignacio de Castro Barros es una escuela que tiene un bachillerato para adultos y asisten jóvenes y adultos para terminar el secundario. (Javier Ferreyra)

“Varias veces quise dejar la escuela, pero todos me enviaron mensajes de aliento para no hacerlo. Yo sufro mucho maltrato de mi jefa y acá me siento protegida”, suma Aldana.

Una trayectoria acompañada

Los docentes y el personal no docente de la institución coincidieron en que la modalidad de jóvenes y adultos implica otros desafíos al secundario ,común porque intervienen diferentes aspectos de la vida de las personas que se ponen en juego al momento de enseñar.

“Llegan en 1° año como unos pollitos mojados, muy temerosos y con el paso del tiempo van superando las piedras en el camino, consiguiendo logros y pueden ver los frutos”, apunta Gladys, docente de Historia.

El Instituto Pedro Ignacio de Castro Barros es una escuela que tiene un bachillerato para jóvenes y adultos que quieren terminar el secundario.

Sostener las trayectorias escolares a través de propuestas que entusiasmen a los alumnos es una tarea a la que la institución le pone mucha dedicación. Por ejemplo ser flexibles si un alumno no puede asistir pero cumple con entregar un trabajo, o sumarse a ofertas como la Expocarreras o la Noche de los Museos, entre otras.

Finalmente para la cartera educativa provincial siguen siendo desafíos incrementar el número de alumnos en la modalidad, fortalecer el oficio de estudiante y potenciar acciones de capacitación laboral y formación profesional.

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