Santos y los gatos… el tema de la columna Pelotazo al Vacío
En noviembre de 1969, Pelé convirtió su supuesto gol número mil en el Maracaná. Cifra de la que varios analistas dudaron por considerarla floja de papeles, ya que entre otros aspectos sumaba los goles hechos por el astro brasileño en los campeonatos de metegol de la concentración de Santos entre los años 1958 y 1964.
Pero, además, en no pocos hinchas argentinos ese gol número mil hizo ruido por una razón que involucró de manera impensada al fútbol criollo: fue convertido a un arquero rosarino.
Más concretamente a Edgardo “Gato” Andrada, que atajaba para el Vasco da Gama lo que para, no pocos hinchas argentinos de aquel entonces empapados en la rivalidad futbolística con los brasileños, constituyó algo muy cercano a la afrenta.
Casi un deshonor. Incluso los más ofuscados criticaron a Andrada por no haberse estirado la suficiente como para atajar ese penal.
“Si se lo hubiera hecho a un arquero boliviano o mauritano, por ejemplo, no hubiera significado nada para nosotros. Pero el arquero era argentino y eso fue muy perturbador”, explicó el nonagenario Carlos Rencorosso, presidente de la Asociación Argentina de Repudio al Gol Mil.
Esta entidad civil sin fines de lucro creada en diciembre de 1969 que, en su momento, llegó a nuclear miles de hinchas indignados por la conquista que sólo perseguían un acto de reparación deportiva para “la grave ofensa futbolística concretada por Pelé y sus seguidores sobre los hinchas argentinos”, según se lee en el acta fundacional.
“Es que además del gol consideramos que la celebración no sólo fue desmedida, sino que estaba dedicada a los argentinos por ser Andrada el arquero”, agregó Rencorosso en alusión a los festejos desaforados que se dispararon apenas concretado el penal…
Invasión de campo por cientos de hinchas y fotógrafos, vuelta olímpica con Pelé en andas besando la pelota, aterrizaje de paracaidistas con banderas de Santos, ingreso de la scola do samba Pedro Primeiro (1600 integrantes) al campo de juego y salva de 21 cañonazos efectuada por el acorazado Minas Gerais, anclado en el puerto de Río de Janeiro, entre otras celebraciones.
En total, el partido estuvo detenido cinco horas hasta que se despejó la cancha y se pudo proseguir con el juego (los relojes marcaban las tres de la madrugada).
Todo esto quedó grabado en las retinas de los integrantes de la Asociación de Repudio y, después de 54 años, la reparación futbolística largamente perseguida por la entidad llegó el fin de semana pasado, cuando un jugador argentino, Juan Martín Lucero (ex Defensa y Justicia, Independiente, Vélez, entre otros) metió el 2-1 para la victoria de Fortaleza sobre Santos.
Ese gol mandó al descenso al Peixe por primera vez en 111 años de existencia. “Era lo que esperamos durante todos estos años”, señalaron desde la asociación que a partir del 31 de diciembre de 2023 se disolverá en función de haber “conseguido el objetivo por el cual se luchó durante 54 años de inquebrantable y fructífera trayectoria”, según anunció el último parte de su oficina de prensa.
Si bien no se entra en detalles sobre las características de la tarea realizada en las últimas cinco décadas por la entidad, estas aparentemente consistían en periódicas reuniones de afiliados en las que se analizaba la situación deportiva de Santos y se realizaban rituales chamánicos destinados a generarle mala suerte y los peores resultados.
Esto llevó a algunos críticos a considerar que los miembros de la Asociación de Repudio padecían de algún tipo de neurosis obsesiva con el club brasileño.
“Al leer el comunicado de disolución de la asociación, queda claro que sus integrantes están convencidos de que contribuyeron a generar el peor momento deportivo de Santos, ya que después de más de medio siglo otro futbolista argentino al que también apodan ‘El Gato’ intervino para conseguir lo que tanto buscaban, que era una revancha con gusto a vendetta”, señaló un analista con incredulidad.
“Aunque considerando estas sorprendentes coincidencias tal vez después de 50 años de búsqueda estos tipos dieron con un hechizo adecuado y mandaron al descenso al club que tanto los perturbaba de la forma que ellos querían”, agregó, bajando los decibeles a su escepticismo.
El resultado de este partido fue celebrado por la comisión directiva y la masa de afiliados, un total de siete personas, descorchando dos sidras que habían sido cuidadosamente guardadas en noviembre de 1969 a la espera de la revancha (según testigos, el contenido de ambas botellas con 54 años de añejamiento tenía un sabor indescifrable).
Lógicamente, los hinchas de Santos no brindaron ni celebraron sino que salieron presurosos de su estadio a hacer catarsis mediante la quema de micros, destrucción de vidrieras, enfrentamientos con la policía y el incendio ritual de autos de jugadores (incluso de los suplentes).
Pero la historia ya se había escrito y ni los dioses la podían cambiar.
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