Revertir la pobreza y la indigencia
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) informó las cifras de pobreza e indigencia del primer semestre del año, de acuerdo con la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que releva 31 aglomerados urbanos. Son datos muy negativos.
El primer dato clave es que 52,9% de los argentinos se encuentran por debajo de la línea de la pobreza, lo que representa a unos 25 millones de personas. Es la proporción más alta desde la crisis de 2001.
El segundo dato es que la indigencia también alcanzó un récord: 18,1% de la población, unos 8,5 millones de personas.
El tercer dato es que, en ese contexto, el 66,1% de los niños menores de 14 años viven en condiciones de pobreza.
En el segundo semestre de 2023, la EPH marcó un 41,7% de pobreza en el país. La diferencia respecto del primer semestre de este año, según el Indec, sería de 11,2 puntos porcentuales. Es una forma suave de presentar los números, aunque la diferencia entre las cifras no sea pequeña. En realidad, debiéramos comprender que ahora tenemos casi un 27% más de pobreza que a fines del año pasado y casi un 52% más de indigencia.
En cualquier caso, recordemos que, en nuestro país, tanto la pobreza como la indigencia se miden por ingresos. El costo de la canasta básica total y de la canasta básica alimentaria fija las líneas de pobreza e indigencia, respectivamente. Si se usara un modelo multidimensional para determinar la línea de la pobreza, las cifras crecerían de modo significativo.
En otras palabras, el dispositivo que usa Argentina es el más beneficioso para cualquier gobierno, porque es el que menos pobreza detecta.
A propósito, el Gobierno nacional buscó, a través de distintas declaraciones, demostrar que no es responsable del aumento de la pobreza y que, por el contrario, su estrategia económica impidió que más ciudadanos se volvieran pobres.
El vocero presidencial Manuel Adorni afirmó que el récord de pobres “es consecuencia del populismo” y que forma parte de la “desastrosa” herencia que recibieron de la gestión anterior. Y el ministro de Economía, Luis Caputo, agregó que el Gobierno “evitó una catástrofe” gracias a “un programa económico serio”.
Dos muestras evidentes de que a la actual gestión le cuesta abandonar el autoelogio y asumir sus limitaciones. Un instrumento clave del actual programa económico ha sido la licuación de los ingresos, en medio de una alta inflación, a la que se ha logrado reducir, es cierto, aunque no lo suficiente.
Así, por la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, las jubilaciones y los planes de asistencia social, muchos argentinos con ingresos relativamente estables cayeron por debajo de la línea de la pobreza en los últimos meses.
Mientras continúe esta dinámica, el número de pobres no descenderá. Menos aún si se eleva la desocupación y sigue aumentando el cuentapropismo. Argentina necesita consensuar políticas de largo plazo para revertir la tragedia social de la pobreza y la injusta desigualdad que ella genera. Proponerlas es responsabilidad de este Gobierno.
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