Reseña del libro Nosotros dos en la tormenta, de Eduardo Sacheri: combatientes a la deriva
Gran Buenos Aires, 1975: dos amigos y vecinos, que se conocen desde niños, son combatientes de las organizaciones guerrilleras. “El Cabezón” está en Montoneros y Alejandro, en el Ejército Revolucionario del Pueblo, con sus nombres falsos a cuestas. De todos modos, se las ingenian para encontrarse periódicamente y hablar de sus militancias, de sus certezas y de sus dudas, repitiendo un rito que se remonta a la infancia y la adolescencia, cuando aprendieron a subirse a los techos de sus casas y así pasar de una a otra para estar solos.
Ese es el nudo dramático que despliega la nueva novela de Eduardo Sacheri, Nosotros dos en la tormenta, con la alta dosis de realismo que caracteriza sus ficciones.
La marca temporal resulta un acierto: en 1975 se produjo la derrota política y militar de ambas organizaciones; y el infame genocidio comenzó entonces, no en 1976. En el caso de Montoneros, hay alusiones a la aplastante derrota que sufrió el Partido Auténtico en las elecciones provinciales de Misiones, donde arañó el 5% de los votos, lo que sirvió como argumento para reforzar la opción por el militarismo (“la vía electoral está agotada”, se dijo). En el caso del ERP, hay referencias a su derrota en la selva tucumana, en el marco del “Operativo Independencia”, y al fallido copamiento del Batallón de Monte Chingolo.
En ese contexto, el relato se adentra en las vivencias de las células de “Ernesto” y de “Antonio” para narrar en detalle sus respectivas dinámicas. Por supuesto, la discusión política es escasa o nula y el verticalismo se impone por su propio peso, pero lo que más sorprende es que las acciones violentas se definen en el más absoluto aislamiento, a partir de los pocos datos de la realidad social con los que pueden interactuar. Aislamiento que significa orfandad, nula perspectiva de conjunto.
Con todo, el acierto temporal está relativamente desaprovechado: aquel año fue muy rico en hechos políticos y económicos que, regularmente, eran interpretados por ambas organizaciones guerrilleras en sus respectivas publicaciones como señales de que se avecinaba la victoria, cuando estaba ocurriendo exactamente lo contrario. Por eso llama la atención que nada de todo eso impacte en la cotidianidad de los personajes. Apenas hay, por ejemplo, una superficial mención del “Rodrigazo”.
Esos datos no sólo hubiesen servido para resaltar las extravagantes interpretaciones de las “orgas”, sino que, además, le hubiesen aportado sustento argumental al padre de Alejandro, que funge como la conciencia crítica de la sociedad: es el único que se atreve a criticar ese discurso triunfalista; un padre que se dice, además, que su hijo morirá en cualquier momento, por culpa de una dirección política irresponsable, y que él no puede hacer nada para evitarlo.
- Nosotros dos en la tormenta. De Eduardo Sacheri. Alfaguara. 480 páginas. $ 8.999
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