Reseña de Nada de lirismo, libro de Ana Arzoumanian: entre lo propio y lo común
Las décadas de 1960 y de 1970 fueron años de expansión a escala mundial de la violencia: la estatal, la paraestatal y la de pequeños grupos armados, una forma de violencia que luego de circular por pasadizos subterráneos parece haberse instalado nuevamente en la última década. Y desde este presente Ana Arzoumanian escribió Nada de lirismo, un libro que surgió de su propia historia y donde retoma su interés por la lengua, el cuerpo y la identidad en el exilio.
¿Poema en prosa? ¿Novela astillada? ¿Narración fragmentaria? En una nota periodística, la autora confiesa que cuando empezó a escribir “… el cuerpo de la escritura fue abyecto, fue violento, fue marcado por la tensión de no tener una historia lineal. Un cuerpo de la escritura fragmentario, disruptivo, errático”.
Quizás por eso, como en otros de sus libros, antes que de un conflicto que se extiende para luego apaciguarse y concluir, hay que hablar de una lengua en estado incandescente que va y viene para rodear una y otra vez un mismo núcleo: el pasado individual pero también el pasado común, comunitario. ¿Y qué hay en ese pasado de “la chica yo” (así se menciona a la protagonista en los pasos de la primera a la tercera persona)? Nada más y nada menos que voces –voces que atraviesan su cuerpo y han moldeado su subjetividad–: la de su propia conciencia, pero también las de los comunes (familiares, amigos, compañeros, amante, maestros y las composiciones del “Cancionero de la Federación Revolucionaria Armenia”).
Nada de lirismo (frase tomada de La razón de mi vida, de Eva Perón) es la narración de una mujer de la comunidad armenia nacida en Argentina en los ‘60, en el contexto posterior al primer peronismo. Es una historia, por lo tanto, de las tensiones entre un gueto que se construye en la diáspora; del adoctrinamiento y entrenamiento de esos jóvenes para luchar por una eventual liberación de su tierra; de la resistencia del padre (dueño de una fábrica de zapatos en una localidad del conurbano) a los reclamos de los obreros sindicalizados, y de las contradicciones de una niña y joven que, además, lleva consigo el legado de guerras de generaciones anteriores y el mandato de prepararse mental y materialmente para las próximas.
“Nombraré cada cosa. Diré todo. Escribiré sobre la fábrica, sobre Padre y los negros de mierda. Escribiré sobre los restos quemados del desierto de Siria para olvidar los restos. Una excusa. Porque yo sólo testifico sobre él, sobre su cuerpo. No acerca del amor; sobre sus uñas, sus dientes, sobre mis manos golpeando, tirándole de los pelos”, se lee en un fragmento.
Es que el cuerpo de esa mujer, además, se da cita y se encuentra con un hombre del que poco precisa, en un intento desesperado de hallar en la unión sexual –y en su violencia– un refugio y una verdad. Quizás por eso el relato de ese cuerpo que habla no puede ser otra cosa que discontinuo, alterado, eléctrico.
- Nada de lirismo. De Ana Arzoumanian. Barnacle. 118 páginas. 2023.
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