Reseña de Enemigo pudor, de Luis Chitarroni: versos al trasluz
Lector total de una era sin contornos, Luis Chitarroni (1958-2023) le dedicó a la poesía una porción esencial de su vocación crítica, que puede apreciarse de manera póstuma en los artículos rescatados y reunidos de Enemigo pudor.
Complemento condensado de la summa Pasado mañana (2020), el libro preparado por el editor y poeta Eduardo Ainbinder sobrevuela con ojo avizor algunos nombres definitorios del siglo 20 (Marianne Moore, James Joyce, Francis Ponge, los hermanos Ferrater) para luego volcarse de lleno en la caudalosa poesía argentina.
Pero el volumen también permite acceder a una muestra de cuatro décadas de oficio escrito, donde el estilo siempre elaborado de Chitarroni viaja entre la nitidez y el vocablo hermético, la sentencia y el desvío, la individualidad y el recato, acaso ese oscilante “pudor” de toda sabiduría.
Un equilibrio imposible semejante al de haberse expresado en medios de alcances disímiles con imponderable coherencia (los textos aquí recabados abarcan desde revistas literarias hasta periódicos masivos), manteniendo el listón por todo lo alto en cuanto a erudición, dedicación, inquietud y honestidad, un nivel de autoexigencia que Chitarroni hacía parecer accidental y que hoy se lee como un milagro de otra época.
La precisión borgeana y los pliegues barrocos fascinaban por igual al autor porteño, que llevó al extremo la resistencia del sentido (asimismo un tenaz forcejeo con la falsa transparencia del mercado que trasuntó como editor) en su antinovela Peripecias del no, vórtice de un sistema minucioso que Chitarroni apuntaló en piezas conclusivas en su género, como si agregar otra sobrara: la novela en El carapálida, el perfil en Siluetas, el ensayo en Mil tazas de té, el cuento en La noche politeísta, la poesía en Una inmodesta desproporción.
Enemigo pudor funciona así como el trasfondo de lecturas de una formación consumada, un sumirse reflexivo en las derivas del verso sabiéndolo cimiento de toda lengua y literatura, a la vez atado a la arbitraria égida de lo nacional.
Ese recorte inmediato cobra una fugaz exhaustividad en las entradas, que van de Lugones y Mastronardi a Girri y Pizarnik, y se detienen en la obra contemporánea de Roberto Raschella, Fogwill o los Lamborghini.
Al último, hay lugar para una semblanza íntima de Ricardo Zelarayán, un diálogo con Néstor Perlongher y la presentación que hizo Chitarroni de Children’s Corner, de Arturo Carrera, donde avisó: “Voy a leer a la velocidad de Tato Bores”. Una vez más, ese pudor enemigo.
- Enemigo pudor. Luis Chitarroni. Seré breve. 150 páginas. $ 7.400.
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