Reseña de El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson: dejarse acariciar por el asombro
Una celebración de las chances de dejarse acariciar por el asombro. Eso es lo que late, en última instancia, en cada parada del recorrido que propone El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson, un libro extraordinario del ensayista y escritor estadounidense Lawrence Weschler.
En el principio fue un descubrimiento. El autor sabía de oídas de la existencia de un extraño museo en un suburbio de Los Ángeles, fundado y dirigido por el inefable David Hildebrand Wilson.
Previo al ingreso, si da la casualidad de que ese día esté abierto al público, hay que tocar un timbre. Si la suerte acompaña, el propio Wilson abre la puerta e invita a pasar. Una vez adentro, comienza un viaje cuyo destino es tan inesperado como lo que allí se expone.
El Museo de Tecnología Jurásica (pese a su nombre, no tiene nada que ver con los dinosaurios) exhibe curiosidades inauditas, y cuenta las historias de esas maravillas con relatos que habitan una deliciosa tierra de nadie entre el rigor de supuestas investigaciones científicas y la pura invención.
El museo posee un ejemplar de la “hormiga hedionda”, un insecto de las selvas de Camerún capaz de emitir un grito audible para el oído humano. Ocasionalmente, en busca de alimento, una de estas hormigas inhala una espora que se aloja en su cerebro. La hormiga se convierte entonces en una especie de zombi manejado por el hongo.
Cómo se vincula la hormiga hedionda con la teoría de la memoria desarrollada por el neurofisiólogo Geoffrey Sonnabend podría llevar varias reseñas. Digamos resumidamente que el científico también inhaló, una noche de insomnio de 1936, cerca de las cataratas del Iguazú, la misma espora. Y que el museo exhibe dioramas explicativos de su trabajo.
En la colección se encuentran, asimismo, un murciélago cuyas hondas pueden atravesar paredes de plomo, o un carozo de ciruela donde ha sido tallada una escena con un noble flamenco y una crucifixión. O un arca de Noé a escala. ¡O un cuerno extirpado de la cabeza de una mujer!
El Museo de Tecnología Jurásica es un orgulloso heredero de los gabinetes o las cámaras de las maravillas del siglo XVI, colecciones de rarezas variopintas en las que papas y reyes, filántropos poderosos y personas de mucha riqueza reunían animales exóticos embalsamados, piezas de arte, cuernos de unicornios, plantas y minerales, supuestos ejemplares de monstruos…
El “descubrimiento” del Nuevo Mundo puso en estado de shock y fascinación al Viejo Mundo, hacia donde comenzaron a fluir, gracias a una empresa de saqueo todavía vigente, un caudal ingente de rarezas que parecían salidas de fábulas o de mentes afiebradas.
Lawrence Weschler va y viene entre la historia de las Wunderkammern y el museo de Wilson (uno podría ver un pariente no tan lejano en el museo Rocsen, de Nono), y narra sus pesquisas para determinar si lo que allí se muestra tiene algún asidero. Todo, o casi todo, parece provenir de una zona gris entre lo real y la fantasía. A veces tiene la sensación de estar siendo deliciosamente manipulado, atrapado por una fuerza que no es otra cosa que la fascinación en sí misma o la posibilidad latente de caer en sus manos.
- El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson. Lawrence Weschler. Impedimenta. 200 páginas. $ 26.500.
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