Raly Barrionuevo, plantado en la raíz y en la autonomía: La música folklórica es como la naturaleza
“Tú cantas lo que yo hablo”, recuerda con emoción Raly Barrionuevo que le dijo Paulo Freire, el gran pedagogo brasileño que impulsó la teoría y práctica de la educación popular para la liberación.
Esa misma que fue decisiva para la creación de la Universidad Trashumante, el proyecto que reunió a docentes, a artistas y a estudiantes y en 1998 salió a recorrer el país a bordo de un colectivo apodado “el Quirquincho”, con la reflexión y el arte como herramientas fundamentales.
Hoy, esa organización está cumpliendo 25 años ininterrumpidos de construcción colectiva sosteniendo grupalidad y diferentes proyectos educativos, barriales y culturales. Uno de ellos es la Peña Trashumante, que permite financiar las actividades y así mantener la autonomía, una de las banderas que sostienen con orgullo en estos tiempos en los que pareciera que las prácticas transformadoras no pueden concebirse por fuera del Estado o por el aporte de fundaciones internacionales.
Justamente, la Trashumante en general y la peña en especial se convirtieron con los años en una referencia ineludible para el cantor nacido en Frías y radicado en Unquillo, que eligió ese espacio colectivo como su refugio artístico para presentarse en Córdoba y desde el que, junto con otros artistas y organizaciones, se convirtió también en una posición política para pararse en tiempos de crisis de representación en Argentina. La salida colectiva por sobre la salvación individual.
Como una gran celebración por estos 25 años de lucha, reflexión y arte popular, este sábado 4 de noviembre se realizará una nueva edición de la Peña Trashumante en el club Atenas (Alejandro Aguado 775), el reducto que se convirtió en una fija para el evento. La gran novedad es que la peña volverá a ser un sábado, algo que permitirá que mucho público pueda viajar desde otras provincias.
Postura frente al arte y a la vida
“La autonomía y la autogestión de la Universidad Trashumante marcaron también mi camino artístico. Desde hace unos años, no hay forma de que conciba mi relación con la música desde otro lugar que no sea la independencia y la libertad”, explica Raly, consultado acerca de estos valores.
Igualmente, aclara que no siempre fue así: “Mirá que yo hice todo el caminito: tratar que me den bola en Cosquín, que me vea un productor, estar en un sello… Eran los pasos que había que hacer en aquella época, por lo menos en el folklore. Yo probé todo ese mundo, no me gustó y fui haciendo una deconstrucción de eso”.
Para Raly, la Trashumante definitivamente está relacionada con sus comienzos, con sus posiciones y elecciones. ¿Qué recuerda de aquellos primeros años? “Tengo muy presente haber ido junto a Mariana (Iglesias, su compañera de vida de muchos años) a un taller que todavía no era de la Trashumante, era de reflexión de la realidad y muy ligado a lo artístico. Todo eso que se estaba gestando ahí tenía mucho que ver conmigo y me abrió la cabeza”, introduce.
Luego suma: “Cuando me subí al Quirquincho, compartí algunos talleres con ‘el Tato’ (Iglesias, uno de los fundadores del proyecto) y comencé a escuchar de lo que hablaba la gente en los pueblos, en Catamarca, en Tilcara, en el sur de Córdoba. Ahí me di cuenta de que era parecido a lo que yo cantaba. Eso después me volvió a pasar cuando conocimos a Freire, que fue la única vez que sentí que estaba con alguien de otro planeta. Desde ahí que no pude separar nunca la reflexión de la realidad de lo que yo canto”.
−En tiempos en los que la industria musical se reconvierte desde las plataformas y los “sponsors”, el valor de la autonomía y de la autogestión parece tener un valor todavía más fuerte. ¿Cómo fue en tu caso?
−No es algo que pude asimilar de un día para el otro. Fue un proceso, como te decía. Creo que lo que me terminó de convencer es que los artistas que nos paramos desde este lugar podemos ser mucho más creíbles. Para eso también influyeron muchos amigos como Lisandro Aristimuño, que siempre fue acérrimo defensor de la música independiente. Está bueno transmitírselo a los más chicos porque a veces podés estar metido en cosas que son jodidas. Yo tuve la suerte de poder salir porque me parece que las compañías discográficas terminaron generando más confusión dentro del folklore.
−Hace un tiempito que venís pregonando este concepto de que una parte de la música folklórica se volvió transgénica. ¿Cómo surgió?
−Para mí no funciona como otras músicas que se arman como productos. La música folklórica es como la naturaleza. Cuando viene una tormenta, los árboles que se la bancan son los algarrobos, los quebrachos, que han llevado años y años para ser lo que son. En un momento cuando el folklore se hizo muy industria, fue porque entró lo transgénico. Igual que en la cuestión agropecuaria. La música transgénica arma productos para que le den resultados rápidos, pero tratamos de resistir esos embates porque nuestra música tiene una historia que nos banca.
En solitario, más genuino y sin presiones
Como supo contar en entrevistas anteriores, Barrionuevo fue optando por un camino cada vez más alejado de los preceptos de la industria en los últimos años. Incluso antes de la pandemia, decidió alejarse de los escenarios y comenzar con un viejo anhelo de tocar solo y más relajado.
“Fue decantando solito. Obviamente que es genial tocar con una banda, sobre todo cuando funciona como cuando estuvimos con ‘el Mono’ Banegas, Ernesto Guevara y César Elmo. Llegó un momento en que necesitaba parar la pelota y me agarraron contracciones con esto de querer tocar solo. Pero la verdad es que tenía un cagazo tremendo. ‘¿Tocar solo a lo Cafrune? Ni en pedo’, pensaba al principio. Sabía que en teatros chicos me la podía arreglar, pero de ahí a pararme en Cosquín o en La Salamanca… Hasta que dije ya está: me armé un set con diferentes guitarras, un pedal para loopear el bombo cuando me pinte y el piano, que venía tocando mucho en mi casa y quería compartirlo. Y así salí”, relata sobre este golpe de timón.
−¿Sentís que de alguna manera fuiste como una referencia en esto de ir despojándose de las estructuras hacia lo intimista? Es correrse del lugar común…
−Se fue dando naturalmente y creo que la gente lo fue entendiendo de a poco. Ahora, después de poco más de un año de haber salido en este formato, te digo que me escuchan desde otro lugar y prestan más atención a mi voz y a lo que canto. Además siento que como cantor estoy en mi mejor momento. La voz se me abrió, la fui cuidando y creo que está muy sana. Hasta en mi casa canto más. Sin dudas que hice un clic a partir de Radio AM. Hermano Hormiga también me marcó un montón en ese sentido. El programa de radio también me dio la picardía de improvisar. Entonces, cuando estoy en un show, miro para atrás y elijo algunas de las siete u ocho guitarras que tengo para tocar tal tema. O el charango, el ronroco, el piano. Nunca me quedo sin argumentos y ningún show se parece al anterior, que es algo que también estaba buscando. Hoy por hoy, está legitimado por ejemplo usar pistas. No me voy a meter con lo que hace cada artista, pero hace que suene todo muy parecido. De repente pasás a ser como un robot. Lo que les diría amorosamente es: se están perdiendo de todo lo vertiginoso y de la adrenalina de hacer música en vivo de verdad.
−Este cambio de chip del que hablás, ¿también implica, al momento de componer, pensar en nuevas canciones para este formato solitario?
−Todas las canciones que hice a lo largo de mi vida y grabé con las diferentes bandas también se podrían haber tocado sólo con una guitarra. De hecho estoy reversionando varias. De todas formas, ahora las pienso así, en este formato. Ya no me imagino tocando con banda. Será así hasta nuevo aviso, hasta que me pinte de nuevo. La verdad es que lo estoy disfrutando tanto y la paso tan bien, me bajo del escenario con una alegría…
−En ese plan de cortar un poco con lo establecido, compartiste en Cosquín con Jorge Rojas y con la Sole. También grabaste en sus últimos discos, justamente más despojados ambos. ¿Es una forma de romper prejuicios?
−Y sí. El otro día tocaba cerca de Rosario y Jorge Rojas cantaba en un teatro. Y le caí de sorpresa para cantar juntos. Lo de Cosquín me lo propuso él, un día se cayó a mi casa y lo fuimos armando. Lo de la Sole fue parecido: me llamó porque estaba en las Sierras y me dijo que quería cantar Zamba y acuarela. “Más vale”, le dije. Y este año no sé qué va a pasar, habrá que ver quién me cae (risas).
La charla entonces deriva en qué significa compartir escenario y proyectos con algunos artistas. Y después del reencuentro que significó tocar junto al Dúo Coplanacu en la reciente Peña del Agua en Cabana, al pie de las Sierras Chicas, sumado a algunos videos que se compartieron por estos días en las redes sociales, también el recuerdo de La Juntada, aquel supergrupo que Raly y los Copla compartieron junto con Peteco Carabajal.
“Se cumplen 20 años de aquello, hay que ver qué pasa. Creo que he sido un puente artístico entre ellos y para mí son como familia. Lo mismo me pasa con ‘el Mono’, Ernesto y César. O con Demi Carabajal, crecimos juntos. Es gente que me dio mucho más de lo que ellos se imaginan”, cierra con ilusión.
Para ver
Raly Barrionuevo en la Peña Trashumante. Sábado 4 de noviembre desde las 21 en Atenas (Alejandro Aguado 775). También se presentan Mery Murúa, Savia Mestiza, Esquejes, La Twity Vergara y artistas invitados. Además, habrá danza, artes plásticas y el ritual de bienvenida para que el que se invita a asistir con una ofrenda/objeto. “Un sahumo, un juguete, un fruto, una vasija, un recuerdo, una ilusión hecha de papel”, detallan. Anticipadas en entradaweb.com.ar, La Librería (Lavalleja 29) y Centro Cultural Graciela Carena (Alvear 157).
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