La Voz del Interior @lavozcomar: Qué libertad necesitamos

Qué libertad necesitamos

Cuando la libertad no está acompañada de garantías mínimas para su paulatina realización, estamos ante un falso dilema.

Sin perjuicio de ser clasificado o incluido en el campo critico anacrónico del análisis, nuestra debilidad genética política es palmaria e implícitamente cargada de potencialidad devastadora.

Eufemismos, procacidades, mentiras, amenazas institucionales, traiciones a la voluntad popular, contradicciones e improvisaciones, acompañan este sacudido escenario político nacional que se nos presenta como nuevo en términos de, según se dijo, “un inédito y básico cambio; profundo, verdadero y sostenible”.

Con la complicidad de legisladores, gobernadores e intendentes, se viene consumando en las últimas décadas la asombrosa dilución de las migajas de federalismo que quedan, fundamentalmente con la delegación de facultades legislativas, masivas retenciones, procrastinación de partidas presupuestarias, castigo sostenido de pensionados y jubilados ordinarios, mientras que la megafiesta tarifaria escandalosa del Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba) continúa, ya en su tercera década, por cuenta y orden del interior y del interior del interior.

Adicionalmente, durante la campaña electoral, los anuncios de los sacrificios que se iban a requerir fueron polémicamente genéricos e imprecisos; jamás se mencionó su dosis, sus plazos, sus tiempos ni sus premios e incentivos correspondientes.

A todo esto, de ninguna manera debemos negar la garantía constitucional de encontrar bienestar en nuestra propia tierra argentina y con el modo que cada cual elija, pero siempre y cuando ello no derive en la injusta subordinación de unos a otros ni que se niegue el derecho personalísimo de reconocimiento efectivo de cada dignidad y libertad personal.

Ya son demasiados quienes vienen padeciendo de más, con todo el monopolio de la incertidumbre en este caótico panorama protagonizado de manera central e insolente por los mismos de siempre.

Baste con señalar a nuestros inermes jubilados, a quienes les transaron su dignidad y su júbilo por “ascuas permanentes”; sí, a esas personas que trabajaron y aportaron en serio durante su vida laboral.

Como dijo Aristóteles, “la única verdad es la realidad”. Así, nuestra realidad actual (pero que viene de lejos) poco tiene de humana o humanitaria.

Monseñor José Ignacio García Cuerva, arzobispo primado de Argentina, sabiamente prefiere hablar de herida, no de grieta; vieja herida que supura y supura al borde de una gangrena social, con los riesgos y las derivaciones inexorables que ello conlleva, herida que también se fue incrementando con una prolongada ineficacia política, multicolor.

En definitiva, una libertad sólo de no interferencia estatal puede mantener personas aisladas, ocupadas exclusivamente por su propio bien, pero ajenos a los bienes comunes: la salud, la educación, la cultura, el medio ambiente, etcétera. Y, por supuesto, el valor de la solidaridad social que llevó a muchos a tildar de comunista al papa católico Francisco.

Parece nomás, como mordazmente señaló Groucho Marx, que nuestra política vernácula es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar otra vez remedios equivocados.

Este sería el dilema práctico real: luchar para construir sociedades libres, de buen vivir, pero justas, defendiendo la libertad sin desigualdad, evitando juntos, de forma mancomunada y activa en todo lo posible, que esto último suceda.

Por último, con Groucho Marx, ¿a quién va usted a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?

* Experto Coneau en cooperativismo

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